22 de septiembre de 2023
Fuzz, la novela nº22 de la Comisaría, Demarcación, Distrito o Precinto 87 de la ciudad de Isola, se publicó orginalmente en inglés en 1968, y en castellano, en 1969, con el título de Polizontes en el número 450 de la colección Caimán de Diana Editorial (México).
A España tardaría un poco más en llegar, y eso por obra y gracia del escritor Andreu Martín, que o bien estuvo al cargo, o muy relacionado, con la Serie Policíaca de la colección Libro Amigo de Ediciones B (la sucesora-heredera de Editorial Bruguera). La traducción de 1987, titulada Pasma, se debe nada menos que a Carlos Pujol, escritor catalán de aires peruchianos y al que debemos unos cuantos pastiches de Sherlock Holmes, bastante valiosos.
La lectura de Pasma es una gozada, que arranca con la comisaría invadida por dos pintores que están dejando todo, todo, todo de color verde manzana. Creo que en la serie de televisión Hill Street Blues imitaron este asunto en alguno o algunos episodios, con la presencia de operarios de diversos tipos, desde los que tienen que arreglar la avería de los baños hasta, me parece recordar, varios albañiles, y también unos pintores. Dicho así, la cosa no tiene ni puñetera gracia, pero la omnipresencia de estos dos cabrones irrespetuosos, gruñones, marimandones y simpáticos, es una de las varias líneas argumentales de la obra, y tiene momentos brillantísimos, dignos de la mejor comedia realista... por absurda. Como la vida misma, vamos.
Es grato el brevísimo prólogo de Martín, donde habla de su primer contacto con McBain, y de la abierta decepción que le supuso leer a Evan Hunter, y sus reflexiones al respecto de estos nombres y pseudónimos son para tener en cuenta.
En la contraportada de nuestra edición, la frase promocional afirma: "La primera novela en que los miembros de la Comisaría 87 se enfrentan al Sordo".
Error. Y no pequeño.
Las historias protagonizadas por Carella, Kling, Meyer Meyer, Brown, Parker, Willis y el resto de la plantilla de la Comisaría 87 suelen girar en torno a criminales comunes, vulgares y estúpidos, es decir: realistas. Eso sucedía también sucedía en Hill Street. Lo que no sucedía en el distrito de Furillo, Renko y familia, era que tuvieran que enfrentarse con frecuencia a algún "genio del crimen", cuya presencia fuera un engorro dramático. El Sordo es el Moriarty, o más bien el Fantomas, de la Comisaría 87. Para los que hayan leído alguna obra de McBain, esto sonará a coña marinera. Pero no lo es. Y eso, a pesar de que los mismos agentes de la 87 se lo tomen un poco a broma.
La dinámica que se plantea es la siguiente: los policías son tipos más o menos competentes que hace un trabajo que en unas ocasiones sale bien, y en otras sale regular, y en otras sale fatal. Los criminales son cretinos andantes, débiles mentales, pobres despojos sociales dignos de lástima, adictos, tontarras, y algún psicópata que tampoco se caracteriza por su inteligencia superior, sino todo lo contrario. Vamos: como en la vida real. El problema llega cuando aparece un tipo anónimo que, en efecto, es un puto genio del crimen, muy superior en todo a la pasma: siempre va un paso por delante de la ley, y sus planes son intrincados, exagerados, aparentemente inútiles y, finalmente, brillantes.
La primera aparición del Sordo se remonta a The Heckler (novela nº12 de la serie, 1960), que en España nunca ha visto la luz, aunque sí se vertió al castellano en la citada colección Caimán de México, en el número 231 (1962), bajo el título de El torturador. De esta edición sólo hemos podido ver la portada. Así de difíciles de conseguir son estas ediciones en letra diminuta y un papel que el correr de los años ha chamuscado... pero las cubiertas son cautivadoras. En Pasma, no enteramos de que "hace unos años" el Sordo la lió muy gorda en Isola, puso bombas aquí y allá, tan sólo para atracar un banco. Pero la jugada le salió mal al genio por culpa de los muchachos de la 87.
Ahora, el Sordo ha vuelto con un nuevo plan magistral e incomprensible: pide 5.000 dólares a cambio de no asesinar a un concejal del Ayuntamiento. Aquello, claro, no cuadra, y el conejal muere. A continuación, pie 50.000 dólares o matará al teniente de alcalde de la ciudad. Y... bueno, nos vamos haciendo a la idea de por dónde podrían ir los tiros, ¿verdad? Al mismo tiempo, el detective Meyer Meyer está muy cabreado porque ha aparecido a la venta un libro (una novela) que se titula Meyer Meyer, y quiere poner una demanda contra el autor. También hay unos hijos de puta (en inglés los llaman "punks", en un sentido que no es el mismo que utilizamos hoy día) los cuales están quemando vivos a los vagabundos de la ciudad.
Y además, absolutamente todo lo que puede salir mal, sale mal. A todos. Menos al agente Genero, el incompetente policía de a pie que, por alguna loca razón, está en el lugar correcto en el momento correcto todo el puto rato. (A Genero, me parece, lo vemos convertido en detective en entregas de años posteriores. Y ahora entiendo por qué todos evitan a este inútil).
Me he reído MUCHO con esta novela, y algunas escenas me han puesto los pelos de punta. Y el final es tan osado que no me lo puedo creer. No me lo puedo creer. No me lo puedo creer.
Andreu Martín se saltó unas cuantas novelas de la serie para publicar la secuela, Let's Hear It for the Deaf Man (1973), traducida por Cristina Andreu como Ojo con el Sordo (1987, en Ediciones B). Al parecer, esta es la novela que enamoró al autor de Prótesis en una edición anterior, y con ella estoy ahora. (Con la de Ed. B, claro).
Tampoco me puedo creer que vaya a ser mejor que Pasma. Veremos.
P.D.: Si alguien me quiere vender o regalar o prestar El torturador de Ed McBain, estoy en el correo fabulasext@hotmail.com. Gracias.
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