Pero al parecer, Millar no leyó nunca esta novela de McBain, y si la leyó, la olvidó de inmediato. Lo que sí hizo Millar fue fusilar el argumento de El infierno del odio (Tengoku to jigoku, 1963), un filme policíaco dirigido por Akira Kurosawa, nada menos. Y es que la peli de Kurosawa, que confieso no conocía y no he visto, es una adaptación más o menos libre de King's Ransom, con la acción original de Isola trasladada a Japón, posiblemente a Tokyo.
La idea de esta historia es muy sencilla: un secuestro. Peor aún: un secuestro en que los raptores se llevan a la víctima equivocada.
En el tebeo de Lobezno, esta es la anécdota que desencadena una larguísima trama de acción y aventuras y venganza y tragedia y... un buen tebeo, la verdad. En la novela de McBain, en contra de lo que yo pudiera esperar, no es un caso más por medio del cual conoceríamos los procedimientos de la 87 en este tipo de delitos y las cuitas de los detectives Carella, Meyer Meyer, Parker y demás familia, sino que todo el aparato policial queda en segundo plano -o es tan sólo un elemento más, uno relativamente pequeño- frente al relato extenso de un par de historias, a saber: los problemas de un magnate de medio pelo (un magnate de la industria del calzado femenino) que se considera a sí mismo (y lo es) un tiburón, o un lobo; y la inestable relación del grupo de secuestradores, conformado por el matrimonio de un ladronzuelo de bancos y una dama con demasiada experiencia, junto a un peligroso criminal profesional y desesperado, Sy Barnard, quien quizá sea el personaje más complejo de nuestra novela junto con Douglas King, el magnate en cuestión. La víctima, por cierto, es un niño de ocho años.
La traducción no es que sea mala en absoluto; es que corresponde a la única edición de King's Ransom en castellano: la de Editorial Diana en el número 227 de la colección Caimán. Y es castellano mexicano del año 1962. Cosa que incluye el uso de giros desconocidos en España, expresiones hechas que en la Península no se escuchan desde el siglo XVI, y palabras con acepciones distintas a las que tenemos por aquí. Ejemplo: "plagio" significa "secuestro" o "rapto" (lo cual no deja de tener cierto sentido, pero es difícil de asimilar). O "rorra", referido a una mujer, que significaría algo así como "tía buena" o "jaquetona" o..., pero quizá sin el componente grosero de esas expresiones. ¿"Bombón", acaso? Habría que echar un vistazo al original en inglés...
De todos modos, aunque las primeras cincuenta o sesenta páginas me han descolocado por la ausencia de los agentes de la ley, pues conformaban un retablo en torno a la vida y empresa del señor King, el final es puro Distrito 87: muy humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario