jueves, 26 de octubre de 2023

Las horas vacías (87th Precinct nº15), de Ed McBain

 


24 de octubre de 2023

¿Cómo se mueve Ed McBain en distancias más o menos cortas? Respuesta: como pez en el agua.

The Empty Hours (1962) es el volumen número 15 de las aventuras, desventuras, hazañas, dramas y comedias de los Muchachos de la Comisaría 87. Y tiene la particularidad de ser el primero que contiene varias historias, tres novelas cortas que van de las 60 a las 70 páginas cada una, aproximadamente.

La primera novelita, que da título a la compilación, se publicó en 1960, en el nº1 del efímero Ed Mcbain's Mystery Book, una publicación que sólo llegó al tercer número, a pesar de que iba cargada de grandes firmas y personajes, con relatos del Lew Archer de Ross MacDonald, Shell Scott de Richard S. Prather, Chester Drum de Stephen Marlowe, e historias independientes de Fredric Brown, Donald Westlake, Lawrence Block, Richard Matheson, Anthony Boucher, Robert Bloch y Stuart Palmer, entre otros. Casi nada...

Las horas vacías recoge un fascinante caso de asesinato, repleto de confusiones: desde el color de piel de la víctima, pasando por su verdadera identidad, el móvil del criminal, y todo lo que pueda entorpecer una investigación procedimental de esta categoría se presenta ante los detectives Carella, Cotton Hawes y Meyer Meyer. La víctima es un caso en sí misma, una de esas "madejas embrolladas" que desconciertan al más pintado. Y la solución a un problema que, llegado al punto muerto, debe pasar al archivo de "no resueltos", no aparecerá más que, como ya saben los lectores, gracias al "procedimiento" de los agentes de Isola... pero desde una perspectiva que jamás habrían esperado en este asunto.

La segunda historia, que lleva el sencillo título de J, se publicó originalmente en 1960 o 1961, pero no hemos logrado averiguar dónde. Cuando se alza el telón, el escenario es idéntico al de las novelita anterior: un asesinato, ahora en un callejón, a la espalda de una sinagoga. Pero el problema es que, en esta ocasión, el muerto es un rabino en uno de los barrios más conflictivos de Isola, donde el mestizaje es la norma, la convivencia incómoda es obligatoria, y el odio entre etnias, razas y religiones -que allí las hay como para aburrir- es la ley.

Se trata de otra buena historia criminal, con su planteamiento, nudo y desenlace, protagonizada por el bueno del detective Meyer Meyer, quien ni siquiera estaba de servicio cuando apareció el cadáver: son sus compañeros que están de guardia los que sacan a Meyer de la cena familiar de la Pascua judía porque, a fin de cuentas, la víctima es "uno de los suyos". Y esos "suyos" no son personas abiertas con las que sea fácil tratar.

A través de los interrogatorios de Meyer conoceremos el entorno del rabino y de la comunidad judía de Isola (y también, de la comunidad antisemita), en una impecable narración que, estoy seguro, no superaría el tamiz de la actual corriente de corrección política -y más aún estos días, en que se ha reavivado de forma brutal la carnicería entre Israel y Palestina-. Y esto es porque McBain, a través de Meyer Meyer, no deja títere con cabeza cuando va de fanatismo en fanatismo, y tiro porque me toca, hasta el fanatismo final y definitivo.

J es una de las historias de la Demarcación 87 que no voy a olvidar fácilmente y que recomiendo a todo el mundo con fervor. Sobre todo, a cualquiera que sepa que los espectros políticos, religiosos y sociales van del blanco al negro pasando por un infinito degradado de tonalidades grises, pero la sangre fruto del asesinato siempre es roja. Igual que la que corre por las venas del asesino.


Storm (Tormenta) se publicó por primera vez, creo, en este volumen de 1962, y al parecer es la única historia de la saga donde se da la espalda a ese personaje coral que es la omnipresente Ciudad. De hecho, parece que estemos ante el episodio de alguna serie de televisión "de personaje" (Colombo, Se ha escrito un crimen, Kojack, etc.), pues el protagonista absoluto es el gigantesco detective Cotton Hawes, el tipo del mechón blanco en la cabellera roja, que se marcha de vacaciones a una estación de esquí, en algún lugar al sur de Vermont y a varias horas de Isola, en compañía de una bella y simpática bailarina. Todo es perfecto en la nieve y en la cama, salvo el crimen: una joven instructora de la estación aparece muerta, empalada con un bastón de esquí, en el telesilla que acaba de tomar Hawes. Y aquí veremos cómo la policía local es una pesadilla procedimental e inepta que pasa por encima de los consejos de Hawes y no se lo piensa dos veces a la hora de ponerle unas esposas al único tipo que parece tener puñetera idea de lo que hacer en un caso de asesinato. Pero, claro está, alguien tendrá que resolver el asunto, aunque las pruebas se hayan adulterado o se haya permitido que la nieve las cubra. Para eso se encuentra allí el detective Hawes, con o sin esposas, en la cama con su bailarina o recibiendo martillazos en mitad del monte nevado: para anhelar el regreso a su querida ciudad, su querido distrito, su querida Comisaría 87. Y es que en casa se está como en ningún sitio, aunque tu casa sea una apestosa oficina repleta de polizontes y criminales.

En cuanto a la edición, he leído la de Editorial Diana, en la colección Caimán nº247 (noviembre de 1962), pues el libro no se volvió a publicar nunca en castellano. La traducción es obra de José C. Mireya que, como sucede con estas versiones de Caimán, está redactada en un mexicano bastante profundo. Y no obstante, se deja leer con más soltura de la que aportan algunos traductores netamente españoles.

 

Como curiosidad complementaria, quiero apuntar que hay otra traducción (anónima) de la novelita The Empty Hours en el número de agosto de 1967 de la edición en castellano de Ellery Queen's Mytery Magazine; y J también tuvo nueva vida en nuestro idioma, de la mano de Jordi Fibla Feito, en el volumen Los mejores relatos policíacos 2 (1987) de Martínez Roca, en la colección CRIM Novela negra.


 


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