martes, 10 de octubre de 2023

Al otro lado del río, de Jack Ketchum


 

25 de febrero de 2023

Mi amigo Javier Vidiella, sabio y coleccionista (dos conceptos que no siempre van aunados y que, en realidad, quedan un poco raros en la misma frase) me regaló hace años una copia de la edición no venal de Al otro lado del río de Jack Ketchum, publicada por Horizonte Ediciones, en buena traducción de Guillermo Daniel Galli, con una tirada de 15.000 ejemplares (el dato lo he encontrado por ahí, en algún lugar recóndito de Internet). Supongo que el librito debió "regalarse" con alguna revista u otra publicación periódica, no tengo ni idea. Tampoco me importa demasiado.

Tengo la suerte de que los gustos de Javier y los míos corran en paralelo, de manera que, para mí, el señor Vidiella es un gran recomendador. (No se me olvida que fue él quien me habló bien de Ed McBain). Por qué he tardado tantos años en leer Al otro lado del río tiene relación con dos cosas, primera: con la fama de brutalidad explícita en la literatura de Ketchum; y segunda, con cierta fase personal de servidor en que me he mantenido lejos de productos culturales que pudieran zaherir mi sensibilidad. (Sí, esa misma sensibilidad que ha escrito sombre gángsters zombis, torturadores, niños asesinados, psicópatas, sádicos, masoquistas, etc., etc. La sensibilidad del ser humano varía con el tiempo, y aumenta o disminuye de grado en función de las circunstancias. Fin de esta subtrama que los guionistas se podrían haber ahorrado).


The Crossings (2003), que es el título original de esta novelita de 124 páginas, prácticamente un bolsilibro, es un excelente western de terror ambientado en 1848, tras el final de la guerra entre México y Estados Unidos. Estamos en Arizona, y por ahí quedan muchos veteranos que se han quedado sin trabajo y se dedican a hacer lo que hacen los guerreros en tiempo de paz: el Mal. Emborracharse. Pelearse. Buscar problemas. Dar problemas. Convertirse en vaqueros. Etcétera. Y también tenemos a la población mexicana civil que ha sufrido la guerra y, ahora, la posguerra, haciendo lo que mejor saben hacer las poblaciones civiles: ser víctimas.


 

Y tenemos a una chica mexicana secuestrada por un siniestro grupo de delincuentes, y a la hermana de la muchacha, y a nuestros veteranos no integrados (y no será que no lo intentan). Y una pesadilla que bordea lo sobrenatural, enclavada en un rincón perdido, en una especie de castillo de Drácula pero con el sabor del altar de sacrificio azteca, y unas ancianas monstruosas, y un aparente negocio de esclavismo sexual que, si esto es posible, resulta que es algo aún peor.

En fin: a tiros con el Mal. Sin bromas. Y con mucha, muchísima sangre.

Excelente.

(Hay edición también de 2008, en tapa dura, creo, de El Andén).


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