Se considera que las películas snuff son filmaciones de asesinatos, torturas y muertes reales, realizadas con un propósito comercial. Al parecer, la idea del "propósito comercial" es un absurdo, puesto que una cinta donde se grabe un asesinato contendría pruebas más que suficientes para permitir que la ley atrapara al criminal o criminales, lo cual no deja de tener su lógica. Sin embargo, existe otro tipo de grabaciones, concretamente las realizadas por pederastas pedófilos, que indudablemente existen (en contra de todo sentido común y de la más mínima decencia), a las que se puede aplicar el mismo razonamiento lógico. Así que, la inexistencia taxativa de dichos filmes me parece, cuando menos, cuestionable. No me parece que sean como el monstruo del Lago Ness, que si no lo atrapamos o fotografiamos y exhibimos, es porque no existe. Si no hay auténticas cintas snuff, si no se ha encontrado nunca una verdadera, no será por falta de psicópatas dispuestos a rodarlas y de monstruos con dinero suficiente para pagarlas.
Mi intención no es redundar aquí en ejemplos de snuff movies salidos de la ficción, ni hacer un ejercicio de investigación, ni me voy a meter en camisa de once varas sobre este asunto que me repugna especialmente, y que hasta me quita el sueño. No obstante, por poner al lector en el contexto histórico adecuado, es interesante señalar que algunos consideran material snuff dos tempranas filmaciones atribuidas (ojo a la cursiva) al inventor y salvajísimo empresario sin escrúpulos llamado Thomas Alva Edison, la Ejecución de un ahorcado y la Electrocución de un elefante (al parecer, el animal había matado a tres personas), que se remontan a 1903. El verbo inglés snuff significa "apagar una vela de un soplido", y de acuerdo con diversas informaciones de Internet, se puede encontrar el uso figurado de snuff, en el sentido de "matar", en tiempos tan tempranos como 1916, año en que se publica Tarzan and the Jewels of Opar, de Edgar Rice Burroughs, que utiliza dicha palabra en su última acepción.
Tarzan and the Jewels of Opar, 1916. |
También, parece que el término se empezó a aplicar a esta clase de esquivas películas a raíz de los asesinatos de Cielo Drive en agosto de 1969, perpetrados por la infame Familia Manson: al parecer, Charles Manson no sólo se las arregla para aparecer periódicamente en mis textos desde 1991, y en los de otros muchos autores, sino que hay quien le adjudica el rodaje de algún que otro crimen (aunque probablemente no con intenciones crematísticas... o sí). Pero este es territorio puramente especulativo.
Que existen filmaciones de muertes por asesinato está fuera de toda duda: no hay más que ver las noticias en la televisión (no sé el lector, pero yo he visto caer a personas desde torres muy altas en directo, en la pantalla...), y esto, sin que tengamos que recurrir a grabaciones realizadas por auténticos asesinos en serie, narcos, mafiosos, terroristas, integristas de cualquier religión, etc. Lo que ya es discutible es si dichas grabaciones, que se pueden encontrar fácilmente en la Red de Redes (esa que todo el mundo lleva en el bolsillo, incluidos los menores de edad, algunos tan jóvenes que aún no saben leer ni hablar), se usan con fines económicos por los medios (diré mejor empresas) de "comunicación" e "información".
Las comillas, las pongo con toda mi mala intención; y que esa clase de empresas que menciono no se dedican a la caridad, sino que realizan su trabajo con ánimo de lucro, lo cual incluye la exhibición de asesinatos reales con la excusa de "informar", es un hecho indiscutible, de esos que se pueden pesar, contar o medir.
Dicho esto, y teniendo en cuenta que, en la actualidad, las películas snuff (repito: asesinatos auténticos grabados con fines comerciales) se consideran una leyenda urbana, invito al lector de estómago duro a que lea la siguiente noticia de ayer, que he extraído del Diario Oficial de Avisos de Madrid, con fecha del 13 de noviembre de 1901.
Tra la nota, que reproduzco tal cual, he añadido un par de aclaraciones y comentarios, que ayudarán a contextualizar el texto.
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El presidente interino que menciona la nota no es otro que Theodore Roosevelt (1858-1919), quien llegó al cargo tras el asesinato del presidente William McKinley, abatido a tiros el 14 de septiembre de 1901. Lo de matar presidentes en los Estados Unidos de América no es una moda que inaugurase JFK, ni mucho menos.
Teddy Roosevelt, aventurero y presidente. |
Roosevelt es un personaje que parece salido de la ficción, pues es la figura de un aventurero a la vieja usanza, cazador, explorador, tipo duro que resuelve problemas a puñetazo limpio como si fuera un personaje de Robert E. Howard, Jefe de la Policía de New York, que acaba convertido en el líder supremo de su país gracias a la intervención de un revólver Iver Johnson automático del .32, remoto antecesor del revólver con que asesinaron a Robert Kennedy.
Hay pastiches de Sherlock Holmes donde el Gran Detective conoce a Roosevelt (como el entretenido The Adventure of the Stalwart Companions, de 1978, obra de H. Paul Jeffers) y es uno de los personajes principales de esa magnífica novela de asesinos en serie e investigación que lleva por título El alienista (The Alienist, 1994), de Caleb Carr, en donde aparece por primera vez el médico detective Laszlo Kreizler.
Un pastiche holmesiano con Theodore Roosevelt. |
El alienista, de Caleb Carr. |
En territorios cercanos a nuestros negociados, a Roosevelt se le recuerda sobre todo por su relato corto "El Wendigo", que en realidad está extraído del libro The Wilderness Hunter (1893). Se trata de un cuento criptozoológico de terror que, según Roosevelt, contó una cazador llamado Bauman, acerca de un encuentro con una criatura simiesca, bestial, diabólica, que podemos emparentar sin dificultad con el bigfoot, el yeti, y demás abominables hombres de la naturaleza.
Los hechos que recoge nuestra nota del Diario de Avisos se remontan a la cena celebrada en la Casa Blanca el 16 de octubre de 1901, cuando Roosevel invitó a Booker T. Washington, orador y prohombre negro, líder y representante de su comunidad.
Booker T. Washington, orador y líder negro. |
Y ya hemos visto cuál fue la reacción de los "negrófobos", como recoge el artículo.
No tengo ni idea de quién sería el empresario que paseó la grabación fonográfica "de ciudad en ciudad", imagino que vendiendo copias del disco de pizarra en cuestión a los buenos americanos blancos temerosos de la ley; pero no me sorprendería que se hubiese convertido, como dice el artículo, en "uno de tantos millonarios". Y que sus descendientes se hayan dedicado también, con gran éxito, a la industria de la comunicación. A fin de cuentas, el asesinato, la tortura y la crueldad siguen siendo buenos negocios, siempre y cuando uno sepa ofrecerlos en sonido de alta fidelidad y con imágenes ilustrativas, explícitas, de calidad, para la pantalla grande o la pequeña.
Y otro día hablaremos de las grabaciones en vinilo que, tradicionalmente, han utilizado ejércitos y servicios de inteligencia para la tortura de prisioneros. Qué admirable capacidad inventiva, la del ser humano. Y qué pena que el meteorito cayera hace 65 millones de años, y no hoy o mañana.
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