Uno de los lectores de esta bitácora y de nuestras publicaciones, el señor José Luis López, quedó gratamente sorprendido ante la recuperación de la noticia de ayer que llevaba por título "La barbarie del hombre gato", publicada en 1881. En alguna conversación pública de las mal llamadas "redes sociales", mencioné la existencia de esta otra nota, "La muerte del hombre gato", que apareció en la revista bonaerense Caras y Caretas el 29 de agosto de 1903, y José Luis solicitó la recuperación inmediata e incondicional de dicha historia. Y los deseos de nuestros lectores son órdenes, pues siempre tienen razón.
Revisada ahora, me da la impresión de que "La muerte del hombre gato", al contrario que "La barbarie...", no es una noticia real, sino una ficción levemente disfrazada de artículo periodístico. Está firmada por "Xarcas Silenciario", que es dos cosas: el título de una novela, y el nombre del protagonista de la novela. Su autor es el escritor argentino Carlos Octavio Bunge (1875-1918), y la obra se publicó en Barcelona en 1903. De acuerdo con el prólogo de Bunge, se trata de la edición de un manuscrito que le entregó un amigo moribundo, Pedro Bocelli, quien nunca antes se había atrevido a poner en el papel ni una letra. El manuscrito se titula "Recuerdos de ultratumba de Xarcas Silenciario", y Bunge aseguraba que aquello debía tratarse de un caso de "herencia psíquica latente", también conocida como "memoria racial" en el ámbito literario que frecuentaron autores como Robert E. Howard, Edgar Rice Burroughs, Henry Rider Haggard y Jack London... aunque todos estos escritores de novelas de aventura y fantasía publicaron sus obras relacionadas con este curioso asunto después de 1903. (Tengo mis dudas con Haggard, que utilizó el recurso de la memoria racial inducida por la droga taduki en algunas de las últimas novelas de la serie sobre Allan Quatermain; pero quizá ya lo hiciera antes, en alguna otra historia). Con esto, quiero dejarlo claro, no estoy afirmando que el argentino Bunge fuera el primero en escribir "ficción de memoria racial", pero sí que se adelantó a escritores más famosos, quienes popularizaron con posterioridad la fórmula y la explotaron hasta el hastío.
Before Adam, de Jack London, se publicó originalmente en 1906-1907, en forma seriada. Es una novela de memoria racial. |
El dudoso concepto de memoria racial, que consiste en que el ser humano podría albergar recuerdos de sus remotos antepasados por medio de una transmisión más o menos genética (una suerte de reencarnación hinduista o budista embutida en el magnetismo animal de Anton Mesmer, a su vez mezclada con el hipnotismo a la manera de Poe en "El caso del señor Valdemar", y aderezada con estramonios exóticos como la infame radix pedis diaboli), procede de la ciencia, o más bien pseudociencia, de la incipiente psicología de finales del siglo XIX.
Los narradores se apropiaron esta idea para el mejor de los fines: justificar ante sus lectores cómo tal o cual personaje de hoy era capaz de contar sucesos acaecidos en tiempos remotos, ya fuera en las antiguas Grecia y Roma o, con más frecuencia, en ese increíble período que llamamos Prehistoria, del que sólo tuvimos conciencia desde finales siglo XVIII, y que era y sigue siendo un territorio inexplorado por motivos evidentes. Ahora bien: debemos tener en cuenta que la Prehistoria comprende la mayor parte de la existencia del ser humano como tal (la Historia propiamente dicha es mucho más breve y abarcable, apenas un suspiro en comparación con los evos cavernícolas) y, sin embargo, la enorme mayoría de las ficciones que existen tratan de nuestro período histórico o, en el caso de la rama profética -una palabra mucho más hermosa que "prospectiva"- de la ciencia ficción, del futuro.
The Ancient Allan, de H. R. Haggard, es una novela del ciclo de Allan Quatermain basada en el principio de la "memoria racial". Se publicó en 1920. |
Otra novela de memoria racial de Quatermain escrita por Haggard, en colaboración con Rudyard Kipling, nada menos, que le sugirió la idea. Publicada en 1927. |
Así, salvo honrosas excepciones que, sin pudor, abordaron la ficción prehistórica "a pecho descubierto" (es el caso de J. H. Rosny "aîné"), los narradores recurrieron a la memoria racial para contarnos las andanzas de los hombres de la cavernas, sus guerras, su vida y sus pensamientos por medio de un poco sutil "viaje mental en el tiempo". Pues eso es lo que necesitaríamos para explorar la Prehistoria: una máquina como la de H. G. Wells, un anacronópete como el de Enrique Gaspar. O acceso a las grabaciones en vídeo de la superficie de la Tierra realizadas con imposibles telescopios en este preciso instante, desde planetas que circunvalan estrellas situadas a cuarenta mil, cincuenta mil, cien mil años luz de distancia o más.
Sea como fuere, Xarcas Silenciario narra
"la historia, toda en fragmentos sueltos, de un místico greco-egipcio de la Tebaida, que debió vivir en el siglo iv, de la generación subsiguiente á la de Arrio y San Athanasio. Se llamaba Xarcas, y era apodado «el Silenciario» por una penitencia de Silencio que se impuso. Contaba, en tercera persona, como César en el Bello Gallico, sus amores, sus ambiciones, algo del Misterio de su Vida... El problema era pavoroso: ¿cómo Bocelli pudo escribir todo aquello, él que nunca escribía? ¿Cómo saber tanto de esas épocas, él que nunca estudió historia y que detestaba toda lectura que no fuera de expedientes ó documentos jurídicos?"
Xarcas Silenciario, edición de 1903. |
La lectura de "La muerte del hombre gato" no da pie a pensar en Historia Antigua sino en parábola contemporánea; así, debemos postular que este "Xarcas Silenciario" es Carlos O. Bunge. Quien, por cierto, posiblemente también fuese el ilustrador del texto, que aparece con la firma "Cao", de CArlos Octavio.
El único misterio que nos quedaría por dilucidar es si la nota de prensa que el autor reproduce al comienzo del texto es real y referida a un caso concreto o, simplemente, es la invención de una de tantas tragedias como sucedían entonces... y como siguen sucediendo.
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