No cabe duda de que somos abiertamente afectos a las maravillas y prodigios de la naturaleza y la sobrenaturaleza. Y no hablamos sólo por nosotros, sino también por las gentes de otros siglos y otros tiempos, que gustaban del misterio, los monstruos, la aventura y el descubrimiento.
Un buen ejemplo es este maravilloso artículo, que extraemos de la revista El Museo de las Familias (Barcelona), Tomo II, 1839, páginas 99-103, publicada por Antonio Bergnes de las Casas. El texto no tiene firma, y casi con toda seguridad es traducción de algún original extranjero. El planteamiento no es demasiado criptozoológico, ni tampoco se trata de una enumeración de estorias veredes; más bien, se trata de un relato en dos partes: una introducción, donde se recoge un avistamiento cerca de Matanzas (Cuba) el 3 de enero de 1830, seguida de una breve cita de Olaus Magnus, el famoso cartógrafo y escritor sueco del siglo XVI, que es referente obligado en cualquier recensión sobre monstruos marinos.
Y luego, la historia propiamente dicha que, supuestamente, tuvo lugar en 1828, en Nantuckett, la patria chica del Arthur Gordon Pym (1838) de Edgar Allan Poe, y punto de embarque de Ismael en el ballenero Pequod, según recoge Herman Melville en Moby Dick (1851).
La verdad, caben pocas dudas de que este relato, apócrifo o verídico, hubo de ser una de las múltiples influencias para las citadas obras de los dos grandes maestros norteamericanos. Y no es de extrañar, pues es realmente divertido e ingenioso... y tiene mucha mala uva.
Nota: Todas las ilustraciones, incluida la última, las hemos tomado de la edición original en El Museo de las Familias.
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