Hace poco más de un mes, llamó nuestra atención el artículo de Luis Ardila titulado "Loa y triunfo de la novela de aventuras", publicado en 1931, donde el periodista realizaba una interesantísima y temprana replexión, en clave positiva, del género aventurero en la literatura, y sus practicantes españoles.
El siguiente artículo no es tan ambicioso como el de Ardila, pero no deja de tener cierto interés su conocimiento de la vertiente más fantástica de Conan Doyle y H. G. Wells, así como el uso de ciertos términos: a Doyle lo llama "maestro de lo terrorificante"; y en la sección dedicada a Wells, el anónimo autor de este texto se centra en recalcar las cualidades terroríficas de su obra. Así que, en realidad, pensamos que el autor empezó a escribir el artículo pensando en "fantasía", cuando en realidad quería decir "literatura de terror fantástico". Lo cual, dicho sea de paso, quizá fuera un término demasiado moderno y arriesgado para la España de la década de 1920. Y no deja de ser curioso que, en este contexto, a alguien se le ocurriera meter en el mismo saco El sabueso de los Baskeville y La guerra de los mundos, como pertenecientes a un mismo género o subgénero. ¡Bravo por nuestro desconocido redactor!, quien además, incluye una perfectísima definición de literatura de terror: "toda literatura destinada a procurarnos sensaciones horribles". Se podría poner en un diccionario.
Lo extraemos de la revista Alrededor del Mundo (Madrid), del 24 de noviembre de 1928.
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