30 de marzo de 2024
Cualquier lector más o menos constante reconocerá que las antologías de cuentos, como género, obtienen casi siempre el mismo calificativo: irregulares. Da igual que sean antologías temáticas de varios autores, antologías de la obra cuentística de un solo autor, antologías "representativas" de una generación o grupo de autores, antologías "históricas" de recorrido a través del tiempo de un género...
Irregulares. Unos cuentos gustan más, otros menos. Tal cuento es obra maestra, aquel otro resulta ilegible y es basura de relleno.
El austríaco Kurt Singer (y si no recuerdo mal, también su esposa) vivía de esto de las antologías. En La Tercera Fundación tenemos fichadas hasta 21 antologías, 4 introducciones, y 5 relatos suyos (dos en colaboración con su mujer, Jane Sherrod Singer). ¿Qué tal es como autor? No me acuerdo, pero seguro que he leído alguno de sus cuentos. ¿Y como antólogo? Pues lo esperable: irregular, como sus antologías o las de cualquier otro antólogo profesional o aficionado.
Satanic Omnibus (1973); recopilación original de Kurt Singer. |
Por ejemplo: Relatos satánicos, publicada por Molino en 1975, en traducción de Ramón Margalef (que también es bastante irregular, con permiso y con perdón), es la mitad del volumen original en inglés Satanic Omnibus (1973), que Molino dividió entre nuestro librito y otro titulado Historias infernales (1975). La mayoría de los relatos incluidos en el original inglés procedían de la vieja revista Weird Tales (en adelante, WT) que todos conocemos al dedillo, ¿verdad? En Historias infernales están Lovecraft, Seabury Quinn (con un relato del doctor de lo oculto Jules de Grandin), G. G. Pendarves (una autora de WT a la que deberíamos conocer mejor), Thorp McClusky (qué buen nombre para un villano de novela negra o de un western), y algunos más. Seguro que la media de esa antología es tirando a alta (aunque el cuento de Lovecraft es "The Shunned House", que está lejos de ser lo mejor de su producción).
Historias infernales (1975), Molino. La otra parte de nuestra antología. |
La media de Relatos Satánicos, pues... en fin, veamos: vengo de haber leído durante un mes varias novelas de Jíbaro Vargas de Mallorquí, El Aguilucho de Debrigode, Una puerta al río de Barry Gifford, diversas novelas de (otra vez) Peter Debry, y hasta he realizado una relectura de Ciudad salvaje, una de las mejores novelas de Elmore Leonard.
Difícil ser piadoso con estos cuentos "satánicos", ¿verdad...? Lo intentaremos...
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El "Prefacio" de Singer, cuatro paginitas, es un tostón que recoge anécdotas variopintas sobre el Demonio bíblico, cocodrilos, Ralph Waldo Emerson, y las experiencias ("mencionadas pero no contadas", como muchos casos de Holmes) del mismo Singer "en sus viajes por el mundo". Como mínimo, viajó a Laguna Beach (California), que es donde escribió el prólogo. Sin demasiado interés. Lo siento, Herr Singer.
"El vampiro de mi padre", de Alvin Taylor y Len J. Moffat (célebres por su nula popularidad) es, quizá, el más interesante de los cuentos del libro. No porque sea una excelencia, sino porque es lo bastante inteligente como para no tomarse en serio a sí mismo: el padre del narrador es coleccionista de objetos raros, y en el sótano tiene un vampiro en su ataúd. El argumento se parece un poco a la novela (muy posterior) La estaca, de Richard Laymon (la mejor de su producción, diría yo), y se regodea en la mala leche del narrador y en algún que otro invento tontucio. Pero al menos es original y tiene su gracia.
"La invasión verde" de Denis Plimmer es una tontuna tan desquiciadamente bizarra que merece la pena leerla: la invasión es la del mundo de los muertos, que desde otra dimensión (la novena), piensan conquistar la Tierra con ¡sus aeronaves espaciales!, comandados por el Hermano Carolous Pius, muerto en la hoguera en 1526. Cosa que a Carolous no le impidió inventar una especie de radiotransmisor que le permitía contactar con el mundo de los vivos. (En serio: esto tiene mejor pinta de lo que resulta al final: flojo, flojo, flojo...)
"La vampiro española" de E. Hoffmann Price tiene cierto encato, pero no deja de ser una comedia de vampirismo. Por hacerme odioso, la compararé con "El juez Ibáñez" de José Mallorquí (de comedia no tiene nada, este relato), que le da cien vueltas. (Y, ojo, que Hoffmann Price tiene todos mis respetos como mito de la Era de los Pulps, y por su relación de Lovecraft).
"Las gafas" de Robert Bloch es un cuento tangencialmente relacionado con los Mitos de Cthulhu (por la vía de Ludvig Prinn, el autor de De Vermis Mysteriis), y recoge el tópico del objeto maldito que va de mano en mano, como la falsa moneda. No es nada del otro mundo, y las varias primeras personas que relatan los hechos están conseguidas, pues Bloch es un escritor competente. Pero la verdad es que este relato poco aporta al lector curtido. Lástima no haberlo leído hace treinta o cuarenta años...
"El duende" de Malcolm M. Ferguson es una aproximación a los fenómenos parapsicológicos, situada en los años 40. Hay un doctor de lo oculto (o algo así) poco conocido, Thomas Chadwick, que aparece en un relato previo del autor; y la descripción de ciertas manifestaciones fantasmagóricas tradicionales (lluvia de piedras, por ejemplo) es correcta. Pero la historia se queda en nada o casi nada. Otro bluf, me temo. O eso, o lo he leído con muy pocas ganas, que también es posible. El autor no es siempre culpable. Los lectores también debemos aprender a hacernos responsables de lo que leemos y cómo lo leemos. Esto último es algo que sólo aprenden los grandes lectores, los lectores con oficio. Para ganarse el título de "lector de oficio" hay, primero, que leer mucho; y segundo, tener la humildad de rechazar el nombramiento de oficial.
"El libro de los muertos" de Frank Gruber es otro dislate, pero de los gordos. Sólo diré que es de 1941, y que se trata de un texto patriótico sobre la entrada de los USA en la guerra... De algún modo, se parece a "La invasión verde", también en este volumen, pero esta vez tenemos una momia viviente, en vez de un monje brujo del siglo XVI. Personalmente, me ha parecido una tontería, pero tiene el mérito, una vez más, de la osadía de plasmar un idea casi idiótica en un texto legible. Y después de todo, el cuento no deja de ser una revisitación de la vieja leyenda de los Ángeles de Mons, inventada por Arthur Machen. (Gruber escribió serie negra y aventuras, además de un puñado de relatos fantásticos).
"El diablo de Maniara" del británico Douglas Leach (de quien no sabemos nada, salvo que quizá se trate de este caballero) es un relato de aventura y terror en ambiente exótico (Papúa), con cocodrilos y brujería. Sin ser nada del otro mundo (guiño, guiño; codazo, codazo), quizá sea lo mejor del volumen junto al primer relato. Pero tampoco mata, pues la historia (publicada originalmente en 1933 y rescatada en WT en 1952) se parece mucho, por no decir demasiado, a algunos de los cuentos italianos y franceses que aparecían en las clásicas revistas de viajes y aventuras, y que se publicaban desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del XX. Vamos: que este cuento no aporta nada nuevo.
En resumidas cuentas, es una antología de la flojas flojas, sin nada destacable, por desgracia; apta para cualquiera y obligatoria para nadie, ni siquiera para el investigador meticuloso. Ni la presencia de Bloch y sus "gafas de Ludwig Prinn" la levantan más allá de la pura anécdota.
Quizá otros lectores con mejor disposición o estado de ánimo le puedan sacar mayor disfrute. Ese es mi deseo, sinceramente.
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