lunes, 17 de junio de 2024

No digas nada (1991), de Andrew Klavan


(Nota de junio de 2024: esta fue mi última lectura de 2023, que alterné junto con Los náufragos del Spitzberg de Emilio Salgari, mi primera lectura de 2024. Ya subiré la reseña correspondiente, pues me pareció una obra tan notable que incluí algunas referencias a la novela en Los papeles póstumos, ese juguete que realizamos juntos Juan Carlos Monroy y servidor).

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31 de diciembre de 2023

Érase una vez, que se era, un escritor norteamericano de bestsellers thrillerescos (o thrillers bestsellerescos), el cual utilizaba diversos pseudónimos y recibía nominaciones y ganaba premios Edgar (con su nombre real y con los otros), y con el paso del tiempo, en castellano vieron la luz tres novelas suyas, de las muchas que ha escrito y sigue escribiendo, y 

colorín, colorado, 
este cuento se ha acabado.

Andrew Klavan.


Ese es Andrew Klavan, un autor políticamene activo y polémico, me ha parecido entender después de echar un vistazo a su biografía: nacido en 1954 de familia judía, se convirtió al cristianismo y pasó por las iglesias episcopal y anglicana; defiende por igual y con la misma ferocidad el derecho a la tenencia de armas, el matrimonio homosexual y la libertad de expresión. Menudo cacao, el de Klavan, que se hizo conservador en la Era Reagan. Tiene un hermano dramaturgo, Laurence, con el que escribió la premiada novela Mrs. White (premio Edgar a mejor novela publicada en rústica en 1984), firmada por "Margaret Tracy", que se adaptó al cine una o dos veces, y que no existe en español, que yo sepa. Klavan ha estado metido en el mundo del cine, ha escrito varios guiones originales, y su novela True Crime (1995; Ensayo de una ejecución en Grijalbo, Ejecución inminente en ediciones posteriores) se convirtió en una divertida película de Clint Eastwood haciendo de un periodista que se insultaba todo el rato con el director de su periódico, interpretado por James Woods. (Es lo mejor de la peli, que no estaba mal). Klavan ha escrito al menos cinco novelas con el pseudónimo de "Keith Peterson" (nada en castellano, me temo), y tiene títulos que suenan a bizarría pura, como Werewolf Cop (2016) que, de acuerdo con la sinopsis, da lo que promete.

 

La novela de 1984 de los hermanos Klavan, inédita en castellano.


 

Imagino que, si se tradujese al castellano, alguien la titularía Lobocop...


 

Don't Say a Word (1991) la tradujo Víctor Pozanco para Ediciones B de forma bastante competente como No digas nada (creo que hay otra edición distinta, con el título de Ni una palabra), y es una de esas buenas lecturas enganchosas y, como ya hemos dicho mil veces, en apariencia sencillas de ejecutar, cuando lo que son en realidad es sencillas de leer. Que no es lo mismo llamar que salir a abrir. Pruebe usted, valiente autor, a escribir una novela que sea "fácil de leer" y "enganchosa"; a ver si sale airoso...

En mi opinión, lo peor de esta obra es la publicidad comparativa que se le dio en España: en la portada se cita El silencio de los corderos de Thomas Harris, y bueno, pues vale; pero es que en la contraportada, el blurb atribuido al Washington Post dice lo siguiente: "En la línea de Hannibal Lecter, Klavan nos presenta un personaje fascinante y terrorífico: el psiquíatra Nathan Conrad".

¿Qué pensaría usted ante semejante comentario? Algo como, por ejemplo: "Vaya, un listillo que se ha hecho un copia de Hannibal el Caníbal, en plan chapuza y para aprovechar el tirón. A tomar por saco". Pero resulta que el comentario del Washington Post lo debió escribir alguien que no se había leído la novela (y sin duda se había limitado a cobrar por decir algo "llamativo" sobre ella), pues Nathan Conrad es psiquíatra, sí; pero ahí acaba la semejanza con el doctor Lecter. Ni es un tío con súper poderes, ni es un psicópata, ni mierdas. De hecho, Conrad es la víctima de una compleja y misteriosa conspiración de criminales (ahora sí) psicopáticos ultraviolentos, tiene una familia normal, migrañas de las jodidas, y podemos decir que es justamente lo contrario de Hannibal Lecter, del mismo modo en que es lo opuesto a John Die Hard McClane... y sin embargo, la trama de Klavan lo sitúa precisamente en la situación de este último.

 

Primera edición, autografiada por Klavan.


 

El escritor arma una historia con un misterio por resolver, salvajadas explícitas (a lo Thomas Harris, esta vez sí, cuando se pone muy burro), una situación improbable, unos buenos que dan pena, y unos malos que dan verdadero miedo. El argumento es un tanto complejo, y merece la pena guardarlo en secreto: baste con saber que Conrad recibe la petición de un colega, director de un manicomio, de que trate a una paciente (una criminal peligrosa); y casi al mismo tiempo, aparece en la vida de la familia un hijo de puta que previene a los Conrad con pruebas materiales: los está vigilando, hagan lo que hagan y estén donde estén. ¿Qué tienen que ver estos dos hechos? ¿Por qué alguien está metiendo a Nathan y su familia en un enredo que parece ser una leyenda de prisiones y convictos de hace ya treinta o cuarenta años?

Y dicho todo esto, voy a ser muy claro: No digas nada es encontrable por precios más que razonables (por no decir ridículos) en el mercado de segunda mano. Y, sin ser una "obra maestra inconmensurable", es una de esas novelas que, estoy seguro, no voy a olvidar fácilmente. No porque me haya marcado su extrema violencia o los increíbles padecimientos del protagonista, sino porque la he disfrutado como en "los buenos viejos tiempos". Y esto último, hoy día, no es fácil de encontrar. Palabra de honor.

***

Una cosa más: la otra obra de Klavan publicada en español es The Animal Hour (1992, traducida como La hora animal). Ni siquiera me he molestado en comprarla, igual que no me he molestado en ver la adaptación cinematográfica de No digas nada con Michael Douglas. Me haré con La hora animal (me da igual si va de tiros, de la recogida de la cereza, de pescadores con sinusitis...) en algún momento de bajón en que necesite leer a un autor de esos que no te piden nada más que sentarte y leer, sin mayor esfuerzo. Porque él ya ha hecho el trabajo duro por ti. Y esa deferencia no la tienen todos los escritores.

Me pregunto por qué no ha tenido más éxito Klavan en nuestro país, sobre todo frente a todos los autores de pseudo-bestsellers que, hoy, escriben y publican sus novelas thrillerescas en presente, como si estuvieran concebidas para facilitar su posible adaptación cinematográfica...

 



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