24 de diciembre de 2023
William J. Caunitz, oficial y detective del New York Police Department (NYPD), vivió lo suficiente (desde 1933 hasta 1996) como para escribir seis novelas policíacas y media (la última la concluyó a título póstumo Christopher Newman en 1999), pertenecientes (o más bien, como explicaré después, emparentadas) con el subgénero procedimental. Su primera novela apareció en 1984 y se tituló One Police Plaza; en español apareció con el título de Corrupción en la Policía (Emecé, 1986), en correctísima traducción (no del título, sino del contenido) de Magdalena Senestrari de Salvi. Yo he leído la edición de Plaza y Janés de 1989, y la he disfrutado como un enano, pues me ha sorprendido en muchos aspectos. Y ya anticipo al lector que encontrar esta novela por uno o dos euros es fácil y una auténtica ganga.
Como la novela está catalogada (con bastante justicia) como procedimental, me adentré en ella con Ed McBain y los muchachos de la Comisaría 87 de Isola en la cabeza, que son mi admiración y mi solaz policial cuando quiero pensar que el mundo no es tan horripilante como parece (y con esto me refiero a que la violencia es, legalmente, un monopolio del estado en cualquier país civilizado. La civilización es eso). Y algo de eso hay en la obra de Caunitz, que cuenta con la ventaja de escribir "desde dentro del asunto": en una entrevista de 1984, el poli veterano, por entonces jefe de una escuadra de detectives, aseguraba estar harto de su trabajo después de 29 años de servicio.
El tono de Caunitz se aproxima mucho al de la serie de McBain y utiliza los mismos trucos: hay muchos personajes que pululan y tienen cierto peso, claro; pero se centra en uno o dos, que son los que llevarán las riendas de la historia. No obstante Caunitz, al contrario que McBain, no tiene ninguna cortapisa a la hora de soltar tacos y burradas, a mostrar las partes más escatológicas y cotidianas de una comisaría (la del Distrito 5º de New York, en este caso). Y a eso hay que sumar el tema de su primera novela: el de la corrupción policial, que presenta de un modo tan disparatado e irracional que hace que los polis de Los Ángeles de la maravillosa serie televisiva The Shield (2002-2008) sean unos santurrones pisaverdes. Si lo que cuenta Caunitz en esta novela de ficción tiene algún viso de verdad, entonces resulta que la distopía que vivimos se remonta a varias décadas antes de lo que yo pensaba.
En ese punto difiere de cualquiera de las tramas del Distrito 87 (delitos más o menos convencionales, salvo excepiones honrosas, y perfectamente creíbles), pues lo que es un horripilante caso de asesinato, tiene derivaciones insospechadas en el mundo del terrorismo organizado e implica a los servicios secretos del país, y hasta el Mossad está en el ajo.
En realidad, todo esto lo podría haber pergeñado un McBain pasado de vueltas y con alguna información comprometedora y radiactiva entre las manos; lo que no se le habría pasado por la cabeza al cronista del detective Carella y sus compañeros es convertir el relato de procedimiento policial en un thriller de acción desaforada que desemboca en un gran "¡boooooooooooooooom!", algo digno de Hollywood y las producciones que empezaban a calar en aquella época, con héroes duros y solitarios (y a veces hasta simpáticos), interpretados por Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis, y un largo etcétera.
La edición de Círculo de Lectores. Te apuesto diez contra uno a que, si vas a cualquier tienda de libros de segunda mano de tamaño medio como mínimo, lo encuentras por menos de tres euros. |
Esta, digamos, "combinación de subgéneros", resulta que funciona muy bien, por mucho que resulte exagerado imaginar una batalla campal en el centro de New York con armas militares de gran calibre, tanquetas y muertos a cascoporro. Los malos de la historia también funcionan bastante bien y, sin meterse en entresijos psicológicos que no aportarían gran cosa a esta novelaca de tiros, Caunitz logra que casi todo sea creíble... al menos, en el plano hipotético. Que para eso está la literatura; no sólo para hacer el retrato fiel de la sociedad, sino para especular sobre lo que podría llegar a suceder según tal o cual premisa. Y la premisa de Caunitz, poli de New York en 1984, es que tenía compañeros que iban mucho más allá de la sobornable rata con patas, sino auténticos criminales profesionales experimentados y muy bien entrenados. (Algo me dice que el irlandés Garth Ennis posiblemente haya leído a Caunitz, puede que con cierta atención).
Caunitz en 1984, en la contraportada de One Police Plaza. Luego se afeitó el bigote. |
En lo que a mí respecta, el siguiente paso consiste en hacerme con el resto de la, por desgracia, cortísima bibliografía de este poli que se las sabía todas, e ir dosificándomela en vena, como un yonqui. En castellano hay, por lo menos, otros tres títulos de Caunitz. Los otros tres que no se tradujeron los pillaremos en inglés, qué remedio... Pero volveremos con este señor "escritor aficionado" (manda huevos) más pronto que tarde.
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