jueves, 27 de junio de 2024

Los cerros de la muerte (Mick Hardin nº1), de Chris Offutt


14 de junio de 2024

Cuando uno es "hijo de", lo más fácil es que te cuelguen un sambenito. Chris Offutt (n. 1954) es hijo de Andrew J. Offutt (1934-2013), un escritor de ciencia ficción, fantasía y pastiches de Robert E. Howard, cuyo grueso de producción literaria tuvo lugar entre las décadas de 1960 y 1980. El nombre de Andrew Offutt se codeaba en antologías con Harlan Ellison, R. A. Lafferty, Brian Aldiss, Damon Knight, Joe Haldeman, y otros muchos autores considerados clásicos del género. Además, Offutt también era John Cleve, autor de más de 400 obras de literatura pornográfica, entre el hardcore más explícito y diversos hibridajes softcore con la ci-fi y las historias de mundos fantásticos.

 

The Sexorcit (1974), una novela fantaporno de John Cleve, pseudónimo (o heterónimo, según Chris) de Andrew J. Offutt.

Un pastiche howardiano de Offutt padre.


Esta curiosa situación la narró el hijo de Andrew en su memoria biográfica My Father, the Pornographer (2016), que la editorial Malas Tierras publicó en castellano en 2019, y que es la obra por la que yo tendría que haber comenzado a leer a Chris Offutt.

Había oído hablar muy bien, y he leído muchas cosas buenas, sobre Offutt hijo. Me he lanzado con The Killing Hills (2021), traducido al castellano por el amigo Javier Lucini como Los cerros de la muerte, y publicado por Sajalín, porque en algún lugar anglosajón leí que "Mick Hardin es lo que Jack Reacher querría ser de mayor". Jack Reacher es el protagonista de una serie larguísima de novelas del británico Lee Child (n. 1954), de serie negra y acción, con adaptaciones al cine y televisión que me han recomendado varios amigos. Yo mismo, conociendo los gustos de mi suegrastro (una caballero sueco que hizo el servicio militar en un tanque), le recomendé a Lee Child en plan tramposo, porque yo no lo había leído (y todavía no lo he hecho). Mi suegrastro se leyó un par de Reachers que yo tenía en inglés y se los regalé; se compró por su cuenta toda la serie para que se la enviaran a su casa en mitad de un bosque lejos de la civilización, en algún rincón de Suecia, y se la zampó enterita. Como comparto gustos con él, tomé nota y ahí estoy, apilando Reachers en inglés o en castellano, para cuando llegue el momento de hincarle el diente.

 


 

La cosa es que el comentario inglés que citaba más arriba me había creado una espectativa falsa: esperaba un thriller de acción con rednecks de Kentucky y mucho bourbon y muchos tacos y muchos muertos, y lo que me he encontrado es una novela detectivesca del tipo whodunnit ambientada, sí, en el mundo de los paletos de Kentucky.

Chris Offutt me ha caído simpático, considero que es un buen estilista, y me pregunto cuánto habrá desechado de la herencia literaria de su padre, y en ese caso, cuánto de eso habrá intercambiado por las enseñanzas que recibió en el Taller de Escritores de Iowa, con James Salter como uno de los profesores. Imagino que la respuesta a esta pregunta está en la memoria Mi padre, el pornógrafo.

El protagonista de Los cerros de la muerte es Mick Hardin, veterano de Irak, Afganistán, etc., y actual miembro de la División de Investigación Criminal del ejército en Alemania; así que, algo tiene de Jack Reacher (ex miembro de la Policía Militar de los USA). Vamos, que estamos ante un súper detective con experiencias pasadas a lo John Rambo (otro clásico literario que se ha convertido en arquetipo), invencible, imparable, etc.

El problema, o la decepción, en mi caso, procede de mi confusión y mis falsas espectativas: yo quería acción a raudales y un protagonista macarra y sentencioso (o al menos, silencioso, como el Parker de Richard Stark) o, puestos a pedir, esperaba un Raylan Givens del gran Elmore Leonard (algo de esto hay en Los cerros de la muerte, pero poco, muy poco); y lo que me he encontrado es una buena novela al estilo de las series de policías indios de Tony Hillerman, pero sin indios y con paletos sureños. Eso sin más que añadir al cóctel, pues esta historia de Mick Hardin, como en las de Hillerman, se plantean las cuestiones personales vitales y problemillas cotidianos de los protagonistas con la pura investigación criminal, en un entorno más o menos costumbrista y pintoresco. Si digo que Los cerros de la muerte comienza con el descubrimiento del cadáver de una mujer, y que la sheriff del pueblo es la hermana de Hardin, tendremos una primera impresión. Si añado que Offutt es prolijo (pero no pesado) en las descripciones de la flora y fauna extraterrestre de Kentucky (animalitos y florecillas de nombres marcianos que no existen en España), creo que el lector se hará una idea de qué va esta novela y qué va a encontrar en ella. Y que no se olvide de Tony Hillerman (uno de los autores predilectos de Ronald Reagan, por cierto) y sus divertidísimos indios americanos, pues si le gusta Chris Offutt, con Hillerman va a disfrutar cual proverbial gorrino en la charca de mierda.

La serie de Mick Hardin es una trilogía (la tercera novela ya está publicada en castellano desde enero de este mismo año) y, personalmente, no me voy a poner a buscarlas como loco. Pero si encuentro esas novelas por ahí y me dicen "cómprame", lo haré. Y si eso no sucede nunca, me temo tampoco me va a pasar nada malo.

 

Cubierta de la edición original, 2021.

 ***

He leído por ahí sobre Kentucky seco, el primer libro de Chris Offutt, que es de relatos. Lo comparan con el primer libro de Donald Ray Pollock (n. 1954), Knockemstiff, también de relatos... pero resulta que el de Offutt es de 1992, y el de Pollock, de 2008. (Esto lo dejo caer por aquí, sibilinamente).

 



Creo que la próxima vez que tenga que encontrarme con el hijo de Andrew J. Offutt será, o bien en la obra sobre su padre, o bien en sus cuentos. Me gusta la forma en que escribe, y espero hallar algo más que un buen relato detectivesco (que no es poco, si es lo que esperas, ni es fácil de ejecutar con éxito; por eso no todas las historias de Sherlock Holmes son igual de buenas).

Todo esto me ha dejado una sensación extraña, y pensamientos sobre mi propio padre, de profesión albañil y aficionado a las películas de tiros, a las de espionaje ("esas complicadas, esas me gustan a mí", decía mi padre), a los bolsilibros... Si eres hijo de un pornógrafo con una cantidad de obra inabarcable (un destajista de las letras, como tantos ha habido en el mundo), deberías aprovechar las cosas que te ha enseñado tu padre, por mucho que prefieras labrarte una reputación propia y deslindarte de su sombra.

Digo yo.

P. D. de 15 de junio: Un ejemplo que invalida mi comentario es la existencia de Joe Hill, hijo de Stephen King, continuista del estilo de su señor Padre. King es un hito en la Historia de la Literatura, independientemente de lo que escriba hoy o mañana, pues la importancia de su aportación está más que demostrada; Joe Hill, sin embargo, lleva camino de ser eternamente el "hijo de".

En fin, qué complicado es todo esto... Me alegro de que mi padre fuera albañil.

 

Edición española (2019), publicada por Malas Tierras.


 

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