martes, 20 de agosto de 2024

Loco por Donna (2004), de James Ellroy

 

Edición española, 2005.


16 de agosto de 2024

Volver a James Ellroy es como volver a casa, siempre y cuando tu casa esté iluminada como un puticlub de carretera y en las paredes cuelguen fotografías de asesinos y asesinatos célebres, algún retrato de algún olvidado oficial del LAPD (Los Angeles Police Department), un estante con cientos de cintas porno en VHS de los primeros 80's (sin discriminacion por motivos de género, raza u orientación sexual), un falso fondo de armario con el porno de verdad, una apestosa alfombra por la que circulan cucarachas tan adaptadas al entorno que se beben tu bourbon en diminutos vasos de cristal (¡y sin hielo!) mientras leen la revista Hush-Hush en edición para cucarachas (idéntica la edición para humanos, pero en pequeñito), la peste del retrete eternamente lodado junto a un cubo de orines, un fiel perro grande que roe huesos sospechosos en algún rincón y, en fin, todas las comodidades que uno pueda imaginar cuando se encuentra tan sólo un peldaño por encima de la vida en el arroyo. Casi "persona en situación de calle". Sí, claro. "Persona en situación de mierda", más bien.


James Ellroy y su perro.



Ese es el James Ellroy que vamos a encontrar en Loco por Donna, una novela que son tres novelas cortas (casi tres novelas de a duro, en mi opinión), encadenadas por sus protagonistas, que son el narrador (Rick) y Donna. Una historia de amor y sexo y crimen, que convierte al Wild At Heart (Corazón salvaje) de Barry Gifford (y la adaptación cinematográfica de David Lynch) en Los puentes de Madison (la novela Robert James Waller y la película de Clint Eastwood). Y no es que Gifford sea ajeno a la descripción de la violencia, pero es que comparado con Ellroy, en ese territorio, Gifford parece un epígono de Walt Disney. La sordidez de Ellroy está más allá del más allá del realismo, mientras que la sordidez de Gifford te transporta más bien a un mundo onírico en el que todo es posible: Gifford tiene un pie metido en la Saga de Oz de L. Frank Baum; Ellroy tiene metida la polla en revistas como Barely Legal y las imitaciones más rijosas de los productos Private. Y sin embargo, en Ellroy, no es que todo sea posible, es que todo es. Y todo tiende a peor, se mire como se mire: en grado de suciedad, en grado de violencia, en grado de incorrección política, en grado de locura terrenal... ¡Ah, y lo peor de todo, o lo mejor de todo, es que el muy hijo de puta tiene un sentido del humor negro, cerdo, descacharrante!

Pero eso ya lo hemos contado antes por aquí...

 

La novela de Barry Gifford, comienzo de la saga de Sailor y Lula.

***

Loco por Donna es traducción de Rick Loves Donna, la segunda parte del volumen original Destination: Morgue! (2004), que aquí Ediciones B partió en dos: nuestro libro y Destino: La Morgue (2005), imagino que para amortizar mejor la adquisición de los derechos y sacarle pasta gansa a los muchos incondicionales de Ellroy en España. Hay que se cabrón para hacer eso, pero bueno... (Para compensar, tenemos un prólogo de Enrique de Hériz que, ¡oh, vaya!, me he saltado olímpicamente, estilo Fosbury, para ir al grano; y cuando he terminado el libro y lo he archivado... ¡oh, vaya!, se me ha olvidado echar un ojo a lo que este caballero tuviera que decir. Damn!).

 

Paperback de 2004.


 

El trabajo titánico que hicieron aquí Hernán Sabaté y Montserrat Gurguí no es de 10, como en otras ocasiones. Y esto se debe a que estas tres novelas cortas son un puto ejercicio de estilo de Ellroy, que juega a imitar el alegre estilo aliterativo, alambicado, alternativo, alucinógeno y altanero de la revista Hush-Hush, la perversa publicación priápica que es protagonista absoluta, testigo, narrador, sujeto y objeto de casi toda la obra de ficción de nuestro afamado y antisocial autor. Trasladar la aliteración del inglés al español es pedir demasiado (y el caso es que los traductores, héroes herméticos y heréticos en algunas ocasiones, aquí lo logran de vez en cuando); pero hubiera preferido que frases hechas como aquello de que tal o cual cosa has gone south (ha salido mal, se ha torcido, se ha ido a la mierda, se ha jodido, se ha fastidiado, se ha ido al carajo) se traduzca de forma literal como se ha ido al sur. Las armas de fuego no se van al sur, salvo que pasen de estrangis por la aduana. Vamos: que es una expresión que hasta yo conozco, y si yo me la sé, los traductores también deberían sabérsela. Así que, no quiero imaginar la de barrabasadas que habrá insertadas en estos textos, de difícil lectura (hasta cierto punto), pero también de infinito goce en el instante en que se les coge el tranquillo: en 20 páginas, te acostumbras al idioma en que habla Rino-Rick, o como cojones quiera llamarse el poli del LAPD que relata estas apocalípticas, sicalípticas y antididácticas andanzas, que no tendrían cabida en los anales de las criminalística, sino en la páginas interiores de una revista para hombres absolutamente prohibida.

Dicho esto: no estamos ante lecturas como las obras de Gregg Hurwitz, John Grisham o Ed McBain, recientemente reseñadas por aquí, sino que estamos jugando en otra liga distinta: la del lenguaje y su riqueza, junto a la pericia de un autor que se salta las reglas cuando le da la gana para decir la mayor burrada que se le haya pasado por la cabeza. Así que, jóvenes escritores: no lo hagáis en casa. No lo imitéis. Aprended a ser originales por vosotros mismos; lo que hace aquí Ellroy, es de Ellroy y sólo de Ellroy y no se puede repetir, porque cantaría muchísimo. (Este aviso ya lo puse en Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino, si mal no recuerdo. Y creo que dicho aviso se lo deberían aplicar los imitadores de Cormac McCarthy, por mucho que lo de no puntuar los diálogos sea "una cuestión artística que llevo en mi interior y exteriorizo por medio de la ausencia de signos ortográficos y gramaticales". Lo siento, tío, pero vete a escribir thrillers tochos inclusivos en primera persona y en presente, que seguro que los colocas en alguna editorial gorda. Y el que quiera, que los compre y los lea. Que cojan su regalo de bodas y se vayan todos a la mierda).

***

Loco por Donna es novela romántica (rosa, de amor) como sólo James Ellroy podría contarla. Hemos sacado a colación a Barry Gifford con buen criterio, pues Rick y Donna son los Sailor y Lula de Ellroy. De hecho, si uno se quiere meter en berenjenales, puede encontrar más paralelismos; pero nosotros nos vamos a quedar en que ambas sagas tratan sobre un hombre y una mujer que se aman en un mundo terrorífico de crimen azaroso y, de vez en cuando, polvos mágicos.


La peli de David Lynch, sobre la novela de Gifford.


Las tres novelas cortas de Rick y Donna transcurren en tres momentos distintos de las vidas de estos personajes, y coinciden con casos especialmente truculentos del LAPD: no nos ahorramos merodeadores, violadores, pederastas, yihadistas, la corrupción policial vista como una de las bellas artes, asesinos seriales y hasta cintas snuff. En este mundo, cuando mueres, el paraíso está dirigido por perros. Rick es poli. Donna es actriz. Rick tiene un rollo raro con los rinocerontes. Donna tiene un rollo raro con Rick. Y cada vez que estos dos se juntan, en Los Ángeles muere un buen puñado de bastardos.

Lástima que esto sólo haya sucedido tres veces.

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