Cubierta original de mi ejemplar, mayo de 1943. |
29 de enero de 2024
La historia de la colección Hombres Audaces (HA, en adelante), de Editorial Molino, debería ser una vieja conocida de los lectores de esta bitácora. No es que aquí estemos todos los días refiriéndonos a ella, pero sí que lo hemos hecho en otros lugares, publicados en papel. En resumen muy sintetizado, HA fue la colección donde Molino agrupó el material de diversas series de revistas pulp de Estados Unidos, protagonizadas por algunos de los más célebres e influyentes personajes de la época: Doc Savage, La Sombra, el pistolero Pete Rice, el aviador Bill Barnes, El Vengador, y unos cuantos más. Debido a la Guerra Civil Española y al corte de comunicaciones con el exterior, Molino, por una parte, continuó su trabajo desde Argentina; por otra parte, en España, recurrió a sus traductores de plantilla para crear personajes y series propias que imitaran las novelas norteamericanas. A estos nuevos personajes se los englobó en la serie Hombres Audaces: Nuevos Héroes (en adelante, NH).
La serie de Yuma, justiciero al estilo de La Sombra, fue una de las nuevas sagas aventureras de cuño netamente español. Tengo entendido que existe cierto desbarajuste en la publicación de los textos originales de Rafael Molinero (pseudónimo del gran Guillermo López Hipkiss), que al parecer se debían a la sospecha de que Hipkiss, de ascendencia británica, estuviera pasando mensajes a los Aliados por medio de sus novelitas. La forma de que esos mensajes en clave, transmitidos de novela a novela, se confundiera, consistía publicar en desorden los títulos originales. Ea, cosas del régimen franquista, cosas de la II Guerra Mundial. Pues de esos años estamos hablando. (Nota: esta información la estoy citando de memoria, de manera que puede ser errónea. Imagino que leí sobre esto en la antiquísima Página de los Pulps, ya extinta, y que los datos provendrían, quizá, de mi buen amigo Javier Jiménez Barco).
Concretamente, el nº2 de Yuma (nº10 de NH) apareció en mayo de 1943, un momento delicado para España, ausente del conflicto internacional que estaba teniendo lugar en el mundo, por ser un país recién salido de su propia guerra, y por haberse convertido en un "aliado neutral" de las fuerzas totalitarias del Eje.
Aquella España medio destruida, sumida en la miseria, algo más que "reñida consigo misma", plagada de venganzas de posguerra y odios fraternos, íntimos, ¿estaba en situación de tener sus propios superhéroes que compitieran con los estadounidenses? ¡Cómo no! Hércules Elizondo, el ingeniero vasco, émulo de Doc Savage, era uno de ellos. Otro, el español de origen americano Ramón Trévelez, que era, de acuerdo con La espada del samurai,
"un hombre de treinta a cuarenta años de edad, negra cabellera, seco rostro, tostado cutis, nariz aguileña y ojos en el fondo de cuyas pupilas se adivinaba un fuego latente presto a estallar en llama. El rostro parecía tallado en piedra y tenía cierta semejanza con el de algunas esculturas halladas en los templos mayas del Yucatán. Decíase que sus antepasados eran oriundos del Nuevo Mundo, cosa a la que el conjunto de sus facciones daba ciertos visos de verosimilitud. Directos del Instituto de Inventores e Investigaciones Científicas de Barcelona, poseía una cuantiosa fortuna y dedicaba la vida al estudio y al fomento de las ciencias, siendo conocidísimo por sus descubrimientos, su inventiva y su privilegiada inteligencia".
Una comedia de José de Cañizares dedicada al Anillo de Giges (siglo XVIII). Como todos sabemos, en España nunca hemos tenido literatura fantástica. (Guiño, guiño; codazo, codazo...) |
Pero al contrario que Giges o que el malvado Griffin de H. G. Wells, Yuma utiliza su invisibilidad, su fortuna, su inteligencia y sus muchos agentes para resolver problemas desde el Tibidabo barcelonés, donde se encuentra el Intituto de Inventores y, debajo, la guarida secreta de Yuma, que está a caballo entre la Batcueva y las Fortalezas de la Soledad (las de Doc Savage y Superman, respectivamente). También como Doc Savage, Yuma contaba con un procedimiento para borrar la memoria a los malvados y reconvertirlos en personas honradas y útiles para la sociedad: esta idea, digna de Goebbels y que tiene sus contrapartidas en la realidad, quizá la aprendió Trévelez de sus antepasados precolombinos, que realizaban trepanaciones para curar a los enfermos de la presencia de espíritus malignos y maldiciones...
La Fortaleza de la Soledad de Doc Savage. |
La Fortaleza de la Soledad de Superman. |
La espada del samurai: el argumento
Como indica el título de esta novelita, la trama gira en torno a una antigua katana medieval que, en caracteres japoneses, reproduce unos versos que hablan de ¡una leyenda china!, cosa que nos desvela Ramón Trévelez, que no sólo sabe japonés, sino que conoce la historia nipona de cabo a rabo, como si fuera un moderno otaku.
La espada, que se encuentra en manos de un español, parece despertar diversos intereses en hombres misteriosos: intentos de robo, eruditos desaparecidos, profecías, guardianes sobrenaturales, viajes a través del mundo, piratas, secuestros... Ciertamente, tengo la impresión de haber leído una aventura de Indiana Jones en la que los malos no son los nazis, pues no aparecen por ninguna parte. a pesar de las fechas de redacción (y probablemente, por la germanofilia reinante en el Gobierno de España en 1943; recordemos que el Pacto de Hendaya se había firmado en octubre de 1940).
No pienso dar muchos más detalles sobre esta historia que es un carrusel de idas y venidas, golpes de mano, disfraces imposibles, y un toque fantástico que se refleja tanto en las habilidades tecnológicas de Yuma, como en los secretos que alberga la espada samurai.
Lo más impresionante, aparte del disfrute intrínseco de la aventura por la aventura (por demás imposible, pues estamos en una Barcelona salida de alguna tierra alternativa en la que nunca tuvimos una guerra civil entre 1936 y 1939), son los enciclopédicos conocimientos del autor sobre geografía y costumbres japonesas, cosa insólita en la novela popular española, circunscrita normalmente a los ambientes anglosajones. (Pero claro: hay excepciones, y siempre proceden de autores excepcionales, como es el caso de Hipkiss, o como sucede con Pedro Víctor Debrigode, que hasta se permitió el lujo de escribir un haiku en su novela Huracán sobre Asia, protagonizada por El Fantasma, personaje que guarda muchas, muchísimas semejanzas con Yuma).
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No hay necesidad de explayarse mucho más. Eso sí: recomiendo con fervor un artículo del siglo pasado, escrito por amigo y colega, Armando Boix, y publicado originalmente en el fanzine digital Ad Astra nº6 (1996). Se titula "Yuma, un superhéroe en la posguerra española", y se puede leer en línea. No me lo agradezcan a mí, sino a Armando.
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