viernes, 31 de mayo de 2024

Noticias de ayer: Un raro y enorme peje aparecido en el mar del Sur de Oajaca el año de 1648, por Juan Nepomucemo Bolaños (1843)


 

El Museo mexicano, o Miscelánea de amenidades curiosas e instructivas (1843-46) es un auténtico portento para los buscadores de noticias y artículos extraordinarios. No se conservan los pliegos sueltos originales (revistas), sino tomos encuadernados y numerados, que comprenden seis meses del semanario por volumen.

El siguiente artículo está firmado por Juan Nepomuceno Bolaños, Catedrático de Fisiología en el Instituto de Ciencias y artes del Departamento de Oajaca [hoy, Oaxaca], de quien nos consta que tiene impreso en papel un Discurso pronunciado en la Plaza de Armas de Oajaca el día 16 de setiembre de 1838 por el aniversario del Grito de Independencia de 1810 y una Exposición relativa al Cholera Morbus que atacó Oaxaca en los años de 1833-34. Nepomuceno Bolaños dirigía el periódico local El Día. Aparece como personaje en la novela Fuertes y débiles (1919) de José López-Portillo y Rojas (1850-1923). De esta obra extraemos la siguiente descripción de Bolaños:

 


Y aquí tenemos un artículo de esta suerte de profesor George Edward Challenger mexicano, extraído del Museo mexicano (marzo de 1843).






 

jueves, 30 de mayo de 2024

La casa negra (1981), de Patricia Highsmith

 


24 de mayo de 2024

A Patricia Highsmith, de fama internacional, no se la puede leer sin tener ideas preconcebidas respecto a su obra, pues precisamente su fama de persona antisocial y de carácter (de mal carácter), descreída, etc., la precede. Y el personaje, como sucede con tantos otros autores, se come a la escritora.

Highsmith, en su madurez.

Muy pocos de los que la conocieron tenían una buena opinión de ella como ser humano, pero estaban de acuerdo en que era una autora absolutamente brillante. Al margen de lo que dijeran sobre Highsmith unos y otros, yo soy uno de sus admiradores, pero eso sí, voy con pies de plomo cada vez que me pongo con uno de sus libros, porque todos y cada uno de ellos son peligrosos y pueden hacer que el mundo se te venga encima. El pesimismo de Patricia Highsmith es más un montón de verdades incómodas apiladas una sobre otra y sobre otra, que un ataque a la naturaleza obscenamente egoísta y ridícula del ser humano.

También hay quien dice que Highsmith le aburre. No me extraña, porque no es una autora que necesite recurrir de forma sistemática a las tripas de fuera o a los helicópteros de combate o a los tiroteos o las peleas de puñetazos para hacernos entender su punto de vista y la moraleja de sus historias, que es la de la inmoralidad humana, o mejor, que no hay moraleja. Si por ella hubiera sido, apuesto a que ya nos habríamos extinguido.

No me sorprende. Y ni siquiera me parece mal. Es lo que uno puede esperar de una artista de la incomodidad, una maestra en el arte de hacernos sentir mal por ser quienes somos.

***

Highsmith, de mediana edad.

Hablando en términos de literatura de terror, pues eso es lo que cultivaba Patricia Highsmith, estableceré la siguiente (odiosa) comparación: si Lovecraft propuso que el ser humano era una insignificancia que no merecía calificativos positivos ni negativos precisamente por su pequeñez ante el gran horror de la vastedad, la infinitud de un cosmos que está repleto de gigantes inconcebibles; Highsmith postulaba, por el contrario (o de forma complementaria) que, después de todo, sólo estamos nosotros, y eso es lo que cuenta. Y ese "nosotros" es mezquino, estúpido, malvado, abominable, aberrante... y esto, sin necesidad de recurrir a especies extraterrestres o de otras dimensiones. Highsmith ni siquiera se parece a Jack Ketchum, supuesto repórter del lado más oscuro del ser humano, pues Ketchum nos informa de los extremos de la malignidad de nuestra especie. Patricia Highsmith nos cuenta más o menos lo mismo, pero para ella no hace falta que unos vecinos paletos torturen hasta la muerte a una chica: un simple grupo de amigos bien avenidos (en apariencia) pueden ser igualmente horripilantes, incluso mucho más que los de aquella banda de la que hablaba Peter Debry. Esto, el terror generado en el seno de la manada humana -del grupo de amigos-, es lo que recoge en el escalofriante "No era de los nuestros", perteneciente al volumen de cuentos La casa negra (The Black House, 1981), que en mi edición de Alianza de 1985 (reimpresión de 1988), no acredita a un traductor. Una pena, pues es un gran trabajo, de acuerdo con La Tercera Fundación, de Maribel de Juan.

Highsmith, en su juventud.

Este volumen es, de arriba a abajo, una especie de "anti-Alfred Hitchcock presenta", es decir, un cúmulo de finales que un lector poco avisado (y lo he escrito bien: avisado, no "avispado") podría considerar truncos, y que son más redondos que el mejor giro final inesperado: quizá por eso mismo, por la ausencia de verdadera sorpresa o de elemento realmente extraordinario, estos finales son inesperados y suponen un mazazo intelectual y emocional, todo a la vez.

La serie de TV de Hitchcock.


En las historias de La casa negra, ninguna buena acción queda impune (salvo, quizá, en "Bajo la mirada de un ángel sombrío"... aunque aquí, en realidad, lo que ocurre es que se premia una mala acción). Por ejemplo, tenemos la buena acción del relato marítimo "El sueño del Emma C.", donde unos marineros rescatan a una bella joven del mar y, en consecuencia, la tripulación se sumerge en un caos mental onírico tan terrible como hermoso.

 


"Tener ancianos en casa" es otro ejemplo de buena acción castigada, pero en este caso, habemus retruécano y "contrapuntos, que se suelen quebrar de sotiles" (Don Quijote, Parte Segunda, cap. XXVII): la "sotileza" de Highsmith, aquí, se convierte en una burrada que podría haber pergeñado Richard Laymon, el hombre que escribió el insuperable relato "Kitty Litter" (1992), inédito en castellano y un reto para cualquier traductor.

 

Portada de la primera edición en inglés, 1981.

 

Luego tenemos las historias que tratan sobre la estupidez humana, que por fuerza resulta peligrosa. "Donde fueres" es un estupendo ejemplo, con una magnífica ambientación italiana que nos hace pensar en algunos de los mejores relatos de Daphne du Maurier (en concreto, sus historias venecianas, que son archiconocidas). En este cuento tenemos por protagonista a la bella, turgente, esposa ornamental de un alto cargo del gobierno, que empieza verse acosada por un par de pervertidos, sin otra relación entre ellos que su fascinación por la dama: uno es un mirón, y el otro es un sobador. Lo que el lector debería saber de antemano (y si no, lo aprenderá en esta historia) es que la vida es muy complicada, tu mejor amigo es tu enemigo, y la venganza, como la guerra, hace extrañísimos compañeros de cama... y de crimen.

También sobre estupideces trata "Acabar con todo", relato de un joven con dos prometidas, y su solución al problema; y lo mismo sucede con "Lo que trajo el gato", sobre el hallazgo de un fragmento de persona, y "Desprecio de tu modo de vivir", que combina la idiocia con la buena acción que merece un castigo.

 

Highsmith con un gato. Como tantos otros humanos, la autora era más de gatos que de personas.

 

El volumen se completa con tres historias que, si no son las mejores (porque el nivel de disfrute con los cuentos de Highsmith es siempre difícil de cuantificar), al menos son las más distintas:

"La cometa" es la historia de un niño. Y podría ser un cuento de Ambrose Bierce, paisano y predecesor de Highsmith, por su deliberada amoralidad y mala leche. (Estos dos, pienso, quizá fueran parientes lejanos. Se parecen demasiado en demasiadas cosas).

"La casa negra" es un homenaje a los cuentos de casas embrujadas y de lugares malditos... pero escrito por nuestra querida repartidora de vinagre. No diremos más que cualquier otro autor habría hecho cualquier cosa, menos lo que se le ocurrió a Highsmith.

"Los terrores de la cestería" me ha impresionado por muchos motivos. Primero, es quizá el único de esta serie que cuenta con un elemento que podríamos denominar fantástico o sobrenatural. Segundo, esboza una teoría antigua sobre atavismos en el ser humano, la de la "memoria racial", que podemos rastrear en autores como Rider Haggard, y la autora aplica sus consecuencias de un modo interesantísimo. Tercero, tengo mis dudas acerca de si esta historia producirá miedo o inquietud a cualquier lector: mucho me temo que Highsmith la concibió para mí, o para algún otro lector que padeciera problemas psiquiátricos y cierta apertura de mente. No creo que sea un relato para todos los públicos y, aunque sólo tiene una interpretación, posiblemente no agrade a casi nadie.

Pero es que Patricia Highsmith ya no es una autora para todos los públicos. Y, la verdad, ardo en deseos de ver cómo "retocan" su obra los censores modernos y "conservan el espíritu original"... 

 

Copia autógrafa de "The Black House". Es la número 12, o puede que la número R. Con esta autora nunca se sabe...

miércoles, 29 de mayo de 2024

Club de lectura de terror (y más): Final de la primera temporada

 



Lunes, 27 de mayo de 2024

Acabamos de finalizar la primera temporada del Club de literatura de terror (y otros géneros) de la Biblioteca Pública de Albacete, que dio comienzo el pasado 8 de enero y que promocionamos por aquí en su momento y, como ya me ha sucedido en otras ocasiones, me queda un regusto anticlimático. La promesa de que volveremos a empezar a primeros de octubre se me antoja lejana, a pesar de vayamos a hacer un bis el próximo lunes, completamente fuera de programación.

A lo largo de 21 sesiones hemos hablado de literatura, por supuesto. Pero también de cine (a mi pesar, y no porque no me guste el cine), de filosofía, de la vida, de problemas sociales, de contradicciones humanas del pasado remoto, del futuro inmediato, de lo que es verdad y lo que es mentira, de la realidad y de la ficción y cómo una y la otra no son términos opuestos, sino que entreveran... Y, por supuesto, también hemos hablado de las muchas caras y naturalezas del terror y el miedo, de lo racional y lo irracional, de vampirismo y licantropía y fantasmas y cánceres vivientes y casas embrujadas y páramos envenenados y las fronteras de la muerte y pueblos en pie de guerra y gángsters y máquinas demoníacas y abortos andantes y depredadores invisibles y ancianos terribles y brujería (o ciencia que parece brujería) y objetos malditos y experimentos obscenos y cuentos de hadas con detectives y extraterrestres infinitesimales y...

 

 

Los miembros del club, creo, lo han disfrutado; no sé si tanto como he gozado yo cuando he visto los rostros de sorpresa ante tal o cual texto; la mirada de súbita comprensión del detalle que se había escapado al lector en cierta historia; los intentos de explicar qué pasaba por la cabeza un autor de hace 50, 100 o 500 años; el descubrimiento de escritores de carne y hueso (y de gran calidad) con los que sin duda se habían cruzado por la calle; la certeza de que separar obra y autor es una posibilidad, a veces, muy apetecible; la lectura de obras impensables, ignotas, escritas por un premio Nobel o por el vecino de al lado...

 



 

Este es el listado completo de lecturas que hemos realizado en estos meses. Mis planes eran unos; las peticiones y necesidades de los miembros del club me han hecho cambiar de opinión, repetir autores y combinar temas. De mi listado original de previsiones ha quedado más bien poco... pero lo he guardado para la segunda temporada.


8 de enero. Presentación del club.

15 de enero. "El color que cayó del espacio", de H. P. Lovecraft.

22 de enero. “Esa maldita cosa”, de Ambrose Bierce.

29 de enero. “El difunto señor Elvesham”, de H. G. Wells.

5 de febrero. “1408”, de Stephen King y “La posada de mal hospedaje” de Lope de Vega.

12 de febrero. “Las prepersonas”, de Philip K. Dick.

19 de febrero— “Metástasis”, de Dan Simmons.

26 de febrero “Los hechos en el caso del señor Valdemar” y “La carta robada”, de Edgar Allan Poe.

4 de marzo. “El terror de las alturas” y “La liga de los pelirrojos”, de Arthur Conan Doyle.

11 de marzo. “Siembra negra”, de Alfonso Tornero.

18 de marzo. "Las lentes azules", de Daphne du Maurier.

25 de marzo. “Don Illán, el mágico de Toledo”, de don Juan Manuel, y “Dos pájaros de un tiro” de Jack Ritchie.

1 de abril. “Los anteojos de color” de José Echegaray, y “La mirada retrospectiva”, de Alfonso Tornero.

8 de abril. “En las colinas, las ciudades”, de Clive Barker

15 de abril. “El tamaño del crimen”, de José Luis Zárate.

22 de abril. “No tengo boca y debo gritar”, de Harlan Ellison.

29 de abril. “Mariposa angelical” de Primo Levi; “El ajolote” de Robert Abernathy; “El ajolote” de Juan José Arreola; y “Axolotl” de Julio Cortázar.

6 de mayo. “Resoplón”, de R. A. Lafferty.

13 de mayo. “El pueblo blanco”, de Arthur Machen.

20 de mayo. “Las tres sombras del lobo” y “Novecientas abuelas”, de R. A. Lafferty.

27 de mayo. “Las noches del Espíritu Santo” de Alfonso Sastre.

 

Se han quedado pendientes Patricia Highsmith y William H. Hodgson, José Mallorquí y W. W. Jacobs, Edith Nesbitt y Richard Laymon, Joe Haldeman y Stanislaw Lem, Charles Beaumont y Flannery O'Connor, Roald Dahl y Pedro Antonio de Alarcón, Ursula K. Le Guin y M. R. James (al que he citado una y otra y otra vez), José León Cano y J. G. Ballard, Emilia Pardo Bazán y Dashiell Hammett, Jim Thompson y Armando Boix, Juan Jacobo Bajarlía y Keith y Hesketh Prichard, José Miguel Pallarés y Dean R. Koontz, Santiago Eximeno y Guy de Maupassant, Horacio Quiroga y Juan García Rodenas, Wenceslao Fernández Flórez y T. E. D. Klein. Nos ha faltado E. T. A. Hoffmann. Y Charles Nodier. Y Sheridan Le Fanu. Y Juan Perucho. Y Richard Stark. ¡Y Philip José Farmer! ¡Y Juan Gallardo Muñoz! ¡Y... y... y...!

 


 

En fin, entre todos estos y otros muchos tendremos que elegir a partir de octubre de 2024. Permanezcan atentos a los plazos de inscripción, que se abrirán próximamente, y haremos el aviso oportuno, con vídeo explicativo incluido. De hecho, ofrecemos aquí un avance, con un fragmento del making off, por cortesía de Julio:

 


 

Y muchas, muchas gracias a todos los miembros del club, ya amigos, que lo han hecho posible: Chema, Lucía, Yolanda, Rosa María, Valentín, Elena, Diego, Conchi, Julio, Estefanía, Carlos Alberto, Mercedes, Jesús Daniel, Inocencia, Fco. Javier, Aitor, Ismael, Joaquín, Marta, Fernando, Ana y Jerónimo. (Si me olvido de alguien, ¡que me parta un rayo!).

(Por supuesto, gracias a la Biblioteca Pública del Estado y a sus técnicos y bibliotecarios, pues sin ellos, todo esto habría sido una entelequia).

Salud. Y seguimos.



martes, 28 de mayo de 2024

Noticias de ayer: Conan Doyle, ¿fantasma?; o, La muerte de Sherlock Holmes, por Heliodoro Carpintero (1930)


 

El fallecimiento del escritor Arthur Conan Doyle el 7 de julio de 1930 tuvo repercusión internacional, y se publicaron artículos, esquelas y loas dedicadas al creador de Sherlock Holmes en cualquier diario o revista imaginable. ¿Cómo no hacerse eco de que había fallecido uno de los escritores más famosos que jamás han existido? Es muy fácil echar un vistazo a la hemeroteca de cualquier país y encontrar informaciones al respecto, en las que invariablemente se mencionará al Maestro de Baker Street y la devoción espiritista de Doyle, que lo llevó a cometer algunas excentricidades bastante curiosas.

No obstante, la siguiente nota breve redactada por el escritor Heliodoro Carpintero Moreno (1900-1988, uno de tantos olvidados de las letras españolas), y publicada en la revista madrileña Alrededor del Mundo el 26 de julio de 1930 (apenas 20 días después del fallecimiento de Conan Doyle), nos ha parecido sumamente interesante pues, aunque combina los elementos que citábamos, añade unas informaciones que, al menos para nosotros, son completamente nuevas.

Sobre Heliodoro Carpintero pueden encontrar información en la página web de la Real Academia de la Historia, y en este blog sobre Julián Marías. Respecto a la historia que cuenta Carpintero, echen un vistazo a continuación:


lunes, 27 de mayo de 2024

Storie naturali (1966), de Damiano Malabaila

Edición original de 1966, en italiano.


18 de abril de 2024

Ya di las gracias públicamente a mi amigo Peter Benjamin por descubrirme la faceta cuentística y fantaterrorífica del italiano Primo Levi (1919-1987), y adelanté lo que iba a ser esta reseña de un libro maravilloso e imprescindible.

Storie naturali de Damiano Malabaila se publicó originalmente en 1966, con un comentario del gran Italo Calvino (que no hemos podido encontrar). Era un libro con quince relatos, muchos de ellos ya publicados en prensa y revistas, en fechas que se remontaban hasta 1948. Tras el rimbombante nombre de Malabaila se encontraba Primo Levi, descendiente de judíos sefardíes, como su contemporáneo, el austríaco Leo Perutz (originariamente había sido "Pérez"), al que dedicaremos tiempo y palabras en otro momento.

 

Primo Levi

La traducción de la escritora Carmen Martín Gaite de Historias naturales, publicada por Alianza en 1988, abre el camino para conocer la absoluta maestría de un autor, conocido sobre todo por su obra autobiográfica, y al que he colocado en el mismo altar pagano en donde adoro a R. A. Lafferty (que profesaba el catolicismo) y Stanislaw Lem (que profesaba la cibernética), pues con ambos guarda muchos, muchísimos puntos de contacto. (Otra cosa es que Levi los conociera o leyera, ¿quién sabe...?). En cierto modo, Levi también se merecería la fama de visionario que siempre ha acompañado a Jules Verne, fama que sería más justa si se atribuyera al superviviente de Auschwitz: anticipa tecnologías, situaciones sociales y problemas que, en 2024, están muy presentes y son muy reales. Y lo hace por medio de relatos en los que el indudable sentido del humor deviene en un inevitable terror. Si estos quince cuentos se hubieran escrito ayer, serían igual de válidos y prospectivos (menudo palabro tan feo; si no recuerdo mal, significa "escribir prospectos de medicamentos") que en 1966.

 

 

No es mi intención hacer aquí una recensión completa de un volumen al que merece la pena aproximarse con la mente abierta y despejada; así que, hablaremos de algunos textos de Levi/Malabaila a vuelapluma.

 

 

"Censura en Bitinia" (que se publicó en Il Mondo en enero 1961) es uno de sus cuentos proféticos más disparatados, en apariencia, y como reza el título, trata el asunto de la censura exacerbada: un tema de toda la vida -sin duda anterior a la invención de la imprenta y, posiblemente, anterior a la escritura- que hoy es de rabiosa actualidad por las diversas reinterpretaciones, sustituciones, cancelaciones y prohibiciones que, de un modo anacrónico, se suceden día a día en nuestra sociedad. Añadiré que el cuento está relacionado con el brevísimo y mítico "Por escrito gallina una" de Julio Cortázar, que se publicó, si no antes en algún otro lugar, en el volumen La vuelta al día en ochenta mundos, de 1967. (Todo leerlo debería mundo el).

 

La censura.

"El versificador" (Il mondo, mayo de 1960) está escrito como una pieza teatral breve, y anticipa de un modo tan preciso los actuales problemas que están generando las inteligencias artificiales (IAs) en las artes y las letras, que da miedo: es, quizá, la sensación que produce contemplar las obras del Bosco, esto es, la de alguien que ha visto algo, posiblemente el futuro, y lo plasma antes de su tiempo. Stanislaw Lem también escribió bastante sobre este tema (lo que denominó "literatura bítica", por los bytes, si no me equivoco), pero de un modo infinitamente más complejo. Levi evoca las mismas ideas que Lem en su libro de reseñas de literatura inexistente Un valor imaginario, pero de un modo tan presuntamente sencillo que ningún lector podrá leer el cuento sin entender lo que afirma y sus implicaciones. Lo de Lem es infinitamente más espeso y requiere un esfuerzo que, SÍ, merece la pena. (Nota al pie: también me recordó mucho a las IAs escritoras y artistas un relato de Lafferty que no había leído, y que cayó en mis manos hace poco. Se trata de "Mucho, mucho tiempo" ("Been a Long, Long Time", 1970), centrado en el manido tópico de los monos con máquinas de escribir y el tiempo necesario para que, tecleando al azar, generen la obra completa de Shakespeare. Hasta yo he escrito sobre ese asunto, pero claro, mucho peor que Lafferty y que tantos otros).




Del muy terrorífico "Mariposa angelical" ("Angelica farfalla", en Il Mondo, agosto de 1962) ya hablé en otra parte, y sólo añadiré que lo propuse en el Club de Lectura de terror y otros géneros de la Biblioteca de Albacete, en compañía de otros tres relatos con los que guarda relación, aunque pertenezcan a distintos géneros: "El ajolote" (1972) del mexicano Juan José Arreola (folklore fantástico), "Axolotl" (1954) del estadounidense Robert Abernathy (ciencia ficción espacial), y "Axólotl" (1956) del argentino Julio Cortázar (fantasía). Cada uno de estos cuatro textos es una joyita en sí mismo. (Entre los miembros del club, creo que "ganó" Cortázar. Pero en lo que a mí respecta, el cuento de Levi no se me olvidará nunca jamás).

 

Josef Mengele, llamado "El ángel de la muerte".


"El amigo del hombre" (Il Mondo, 1962) es muy semejante al extraordinario "La erúntica de Reginald Gulliver" de Stanislaw Lem (incluido en Un valor imaginario); "Versamina" (Il Giorno, agosto de 1965) es un escalofriante cuento sobre una posible cura de... ¿la depresión?; "Cladonia rapida" (primera edición en el libro) habla sobre un parásito exclusivo de los automóviles y de... ejem... el género sexual de los coches...

 

Imagen: Uno de los mejores libros de todos los tiempos.


Y luego están las historias del señor Simpson, representante de una empresa norteamericana, la NATCA, que fabrica novedosas máquinas inconcebibles: replicadores de materia, medidores de belleza, e incluso el modo de comunicarse con los insectos y llevarlos al pleno empleo... Los cuentos sobre el señor Simpson me recuerdan enormemente a las historias de Lafferty sobre inventores y sus ingenios difícilmente reproducibles en laboratorio...

***

En conclusión: si alguien que tuvo la vida de Primo Levi fue capaz de escribir con tal sagacidad y sentido del humor, nos queda la esperanza de que los privilegiados que no hemos pasado por un campo de exterminio podamos, al menos, rendir homenaje a autores así, a los que hay que besar los pies, leerlos de arriba a abajo, y mostrarlos a nuevos, potenciales lectores, que se están perdiendo algo muy gordo y muy bueno.

(Y en cuenta pueda, haré reseña de Defecto de forma, otro libro de cuentos de Primo Levi).


viernes, 24 de mayo de 2024

Noticias de ayer: Conan Doyle tiene un espíritu de ultratumba como asesor de su familia (1927)

Hace unos días, rescatábamos por un aquí un artículo sobre las convicciones espiritistas de sir Arthur Conan Doyle, donde afirmaba: "Yo sé que los muertos viven. Estoy seguro de ello", una frase que, en ciertas circunstancias, podría haber pronunciado, por ejemplo, el doctor Abraham Van Helsing, o alguno de los personajes de las películas del llorado cineasta George A. Romero.
Ahora bien: en el siguiente artículo, que extraemos de la revista Atlántida  (Buenos Aires), del 16 de junio de 1927, la cosa va mucho más lejos.
Conozca el lector a Feneas, árabe que vivió en Caldea (¿alguien recuerda el estudio de Sherlock Holmes sobre las raíces caldeas del antiguo idioma de Cornualles?) y residió un tiempo nada menos que en Ur (cosa que me recuerda al relato de Michael Chabon El dios de la risa oscura, imprescindible para los estudiosos lovecraftianos); Feneas, el espírtu que se adueñó de la familia Doyle como una espectral Abdul Al-Hazred... (Incluye una referencia poco velada al asunto de las hadas de Cottingley).
Pasen y lean...
 
 



Continuación:


jueves, 23 de mayo de 2024

"La mercancía" (2002), de Alberto López Aroca: versión dramatizada por el Narrador Fantasma

Nadie lo sabrá nunca (2005).

Escribí "La mercancía" en Madrid, hacia 2002 y, salvo que se me escape su publicación en algún fanzine incontrolado (cosa que no sería extraña), apareció por primera vez en el volumen titulado Nadie lo sabrá nunca, publicado en 2005 en formato de bolsilibro. En 2010, Pablo Mazo Agüero, por entonces editor de la extinta Salto de Página, incluyó el relato en Aquelarre: Antología del cuento de terror español actual, un libro ejemplar que tuvo cierto éxito (dos ediciones, al menos), debido a que los antólogos, Mazo Agüero y Antonio Rómar, eran por entonces bastante ajenos a los mentideros, camarillas y agrupaciones de lo que se denomina "fandom", y que podríamos llamar desde "secta" hasta "sociedad de admiración mutua". Las antologías que surgen del fandom, por sistema, ignoran todo lo que no se encuentre en un radio de 50 kilómetros a la redonda, y por eso suelen ser sesgadas, incompletas, predecibles, cansinas y completamente innecesarias. (Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. Pues eso).

Aquelarre (2010).

Esto, precisamente, es lo que NO HICIERON Mazo y Rómar, que decidieron no obviar al fandom (porque eso habría sido insultante para algunos autores), pero también se metieron en aguas más profundas y localizaron y capturaron en sus redes a francotiradores, como yo lo era por aquel entonces. Aquelarre tiene sus imperfecciones, compromisos e irregularidades, pero es de las pocas antologías temáticas concebidas con honestidad. Y su premio ha sido que se ha convertido en un hito y un punto de referencia para los que vengan detrás, a nivel internacional. De esto último hay pruebas, como algunos cursos académicos sobre literatura española de terror que se imparten desde hace años en la Universidad Autónoma de México (UNAM) y muchos artículos, repito, del entorno de la Academia.

Debió ser en algún país de habla castellana (no España, sospecho), que en 2013 alguien decidió incluir "La mercancía" en un blog llamado Tales of Mystery and Imagination; nunca me consultaron al respecto, pero di mi permiso retroactivo en los comentarios: total, no tenía nada que perder y además, la lista de autores que aparecía en esa suerte de "antología virtual" me hacía sentir no como en casa, sino como en el parnaso.

Y ahora, hace unos días, me encuentro con que "La mercancía" ha reaparecido en las redes, en forma de lectura dramatizada por un tal "Narrador Fantasma" que, desde México, cuenta historias de miedo tradicionales, modernas, o de autores como servidor.

Puesto que alguien se ha tomado la molestia de realizar este trabajo, yo he respondido, una vez más, de forma retroactiva, para dar permiso y mis parabienes sobre esta versión.

Y aquí la tienen, para escuchar cuando gusten.

 

La mercancía. 1ª parte

 

La mercancía. 2ª parte


 

miércoles, 22 de mayo de 2024

Noticias de ayer: Conan Doyle afirma rotundamente que los muertos viven (1925)

Esta entrada está dedicada a Adrián Plaza de la Fuente, que hoy me ha hecho un comentario casual sobre mi ensayo Cazando ratas, relacionado con lo que viene a continuación. Ya había programado esta entrada antes de que Adrián preguntara por la historia entre el periodista escéptico, Conan Doyle y la rata gigante de Sumatra. No es una gran coincidencia, pero a mí me vale.
A.L.A., 21 de mayo de 2024

 

Conan Doyle y su hija Jane en una sesión (espiritista o fotográfica, no lo tengo claro), 1920.

 

 Extraído de la revista Alrededor del Mundo,
10 de octubre de 1925.
 

 
Continúa en:

martes, 21 de mayo de 2024

Un hombre bueno es difícil de encontrar (1955), de Flannery O'Connor

Ed. Lumen, 1973. Traducción de Marcelo Covián.

Empecemos por las artimañas de lector: sí, me he leído el libro que aparece en la fotografía de arriba, que es un ejemplar de la vieja edición de Lumen de 1973. Pero no lo he leído en esa edición ni sé si existe otra traducción en castellano. Tampoco me lo he bajado de internet para leerlo en modo Long John Silver, el capitán Carlos Lezama o Sandokán. ¿Qué significa este pequeño galimatías?

Solución: me compré un ejemplar de los cuentos completos de Flannery O'Connor (más de 800 páginas en formato bolsillo, con buena letra y buen interlineado), y he leído los textos que corresponden al volumen original Un hombre bueno es difícil de encontrar (A Good Man is Hard to Find, publicado en tapa dura en 1955), y además lo he hecho en el orden en que aparecen en el libro original.

¡Tachaaaaaaán!

La edición original de 1955.

 

***

Hay algo en las antologías de cuentos de autor que sugiere un orden implícito que no es necesariamente el de la escritura o publicación original cronológica (pues estos cuentos aparecieron antes en revistas o en antologías de varios autores). Sé que, en la mayoría de los casos, el orden de cualquier antología (de un autor o de muchos) procede de imperativos o caprichos del editor, ya que al autor, en fin, le suele dar un poco igual. (A mí me pasa: salvo en casos raros como cuentos que van por parejas, tienen secuelas o están relacionados, me importa un bledo el orden en un libro de cuentos míos. Se puede abrir al azar y leer lo que sea. No es imposible que también suceda esto con alguna de mis novelas. Una vez más, recuerdo al lector aquello que soy el tío que empezó a leer Watchmen por el nº6).

Pero, me pregunto, ¿y si en este caso concreto fue Flannery O'Connor la que decidió el orden de los relatos? Una corazonada, lo admito.

Y así es como he leído el libro, empezando por el cuento número 1 y terminando por el número 10.

No sé si será cosa de la autora o del editor, pero este orden tiene cierto sentido. Al menos, para mí lo tiene. (No es que lo vaya a explicar más adelante: con lo que he leído, me basta).

Por cierto que, casualmente, Julián Díez ha escrito hace nada (el 6 de mayo) un artículo sobre "ediciones de cuentos completos" en el ámbito de la ciencia ficción, que es muy interesante.

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El cuento de apertura y que da título al libro es una obra maestra del terror. No es una narración sobrenatural, pero da mucho miedo. También hay elementos de la literatura criminal, pero esto no es detectivesco, policial o de serie negra.

Esto es terror, sin más. Como aquel cuento de Raymond Carver, "Diles a las mujeres que nos vamos", que había olvidado, y que mi hermano Daniel llevó hace poco a la Tertulia de Albacete. (Creo que lo he dicho en alguna otra parte, pero si hace falta, lo repito aquí: me trae al pairo la supuesta diferencia infinitesimal o gargantuesca entre "terror" y "horror" en castellano. Esas diatribas, por favor, que se queden en el bar, que es adonde pertenecen).

Es tan de terror como Drácula de Stoker, El color que cayó del cielo de Lovecraft o El asesino de la carretera de James Ellroy. Tan de miedo y mal rollo como Noche infinita de Richard Laymon o Misery de Stephen King. No me extraña que, a una escritora como la que firmó esta historia, se la haya apropiado la Academia de la Literatura Seria, y se la haya arrebatado a nuestro negociado del escalofrío y la subliteratura. (Voy a empezar a utilizar el término, creo que de nuevo cuño, infraliteratura: me parece más humillante que el otro, pero tiene algo que evoca naves espaciales y monstruos con ojos de insecto). Es como lo que sucede con Primo Levi y sus libros de cuentos: que no pueden ser más fantásticos, terroríficos y de ciencia ficción, pero en el ámbito de los aficionados a los géneros y subgéneros, no se le conoce más que de nombre y por su triste fama como veterano reo de Auschwitz. (Nota al pie: Flannery O'Connor estaba familiarizada con eso de los campos de exterminio, y en época bien temprana, pues habla de los refugiados polacos que terminaron en Georgia, en calidad de mano de trabaja esclaa, un peldaño por debajo de los negros en la socidad. Se ve en varios de sus relatos, y de un modo que, al menos yo, nunca antes había visto o me había planteado. Léase "La Persona Desplazada", por ejemplo, casi novela corta y broche final del libro).

El muy turístico museo de Auschwitz, antes Konzentrationslager Auschwitz, visita obligada en Polonia para muchos entre 1940 y 1945.

Que la Academia y los editores de Auténtica Literatura se apropien de tu obra probablemente sea cojonudo, pero yo no lo tengo tan claro: ¿se multiplican las ventas exponencialmente cuando te consagran? Es posible. Si es así (y, repito: lo dudo), la pena es que probablemente haya varios grupos de lectores que te habrían devorado hasta la última línea, pero ya no se acercarán a ti porque te falta la etiqueta correspondiente. (Sí, sé que normalmente se esgrime y argumenta como queja el caso inverso: el del autor encasillado en tal o cual género que, por tanto, no llega al "lector generalista". Es cierto, sí. Pero ¿alguien, ahí fuera, sabe qué demonios es un "lector generalista", y en caso de que conozca alguno, me lo puede presentar para que yo lo vea y lo registre para comprobar si va armado?).

Pero volvamos a la literatura. "Un hombre bueno es difícil de encontrar" se publicó en 1953 en la antología de Avon Modern Writing I, antes de pasar a su primer libro de relatos. La autora tenía 28 años, pues había nacido en 1925. Por lo que he leído por ahí, esta amiga de los pájaros (tengo entendido que criaba pavos reales, algo que aparece de forma no casual en el relato "La Persona Desplazada", que cierra esta antología) publicó el cuento un año después de que le diagnosticaran la misma enfermedad autoinmune que se llevó a su padre a la tumba, lupus eritematoso sistémico. La criadora de pavos se vio afectada en las piernas y hubo de ayudarse de muletas el resto de su corta vida. Alguna autora más reciente asegura que Flannery fue la escritora que fue gracias a su enfermedad...

Flannery O'Connor y sus pavos reales, como la vida misma.

Pues vaya unos cojones. Es como si yo digo que Primo Levi fue el autor que fue "gracias a su estancia en el campo de concentración de Auschwitz". Esto es tan necio como decir que "si Paul Auster no hubiera fumado, habría tenido tiempo para escribir más obras". Tócate las narices. Ahora vamos a descubrir que las experiencias vitales de los autores, ya sean desgracias o vicios o que les toque la lotería, los condiciona. ¡Toma ya! Joder, ¿y a quién no? Y ¿qué pasa, que los autores tienen la obligación moral de cuidar su salud para poder escribir sus mierdas hasta en el lecho de muerte? ¿Deben "ganar la lucha contra el cáncer" o "tener experiencias horripilantes, pero instructivas", como es pasar por un campo de concentración o sufrir una enfermedad crónica? Claro que, esta obligación está destinada a los escritores Tocados por los Dioses durante su vida o tras su muerte. Qué desconsiderados, los autores. Qué desconsiderada Flannery O'Connor, que murió en 1964, con apenas 39 años, víctima de una cirugía para extirparle un mioma uterino (un tumor benigno, en castellano) que se complicó por culpa del lupus. Si no se hubiera operado, a lo mejor habría vivido para ver publicado su siguiente libro de cuentos (que apareció en 1965, de forma póstuma), y a lo mejor ¡hasta habría escrito mucho más!

Y Paul Auster tendría que haber dejado de fumar hace años.

Y Raymond Carver no tendría que haber bebido alcohol. Y John Cheever tampoco. Ni Edgar Allan Poe (aaaay, la absenta, la absenta...)

Los escritores tienen que pasarlas canutas para escribir una línea memorable. Como los súper héroes y sus orígenes secretos, ha de haber una explicación para el genio (o los súper poderes), y esa explicación tiene que ser dramática, horrible...

Insisto: ¡Tócate los huevos!

***

Flannery, con su primera novela en las rodillas.


Tras estos innecesarios excursos y viajes por los Cerros de Úbeda, procede comentar que los relatos de Flannery O'Connor me han gustado mucho, y no me extraña que en los blurbs que aparecen en los libros de los amigos de Dirty Works, O'Connor esté presente. Está claro que es una influencia para toda esa oleada de autores sureños y un poco góticos, narradores de la cultura redneck de la América profunda, pero también es hija de Antón Chéjov y madre (o madrastra) de los citados Carver y Cheever. Sobre todo del primero. El subastador de Joan Samson me parece una consecuencia directa de la existencia de Flannery O'Connor.

Joan Samson, otra autora que nos dejó siendo muy, muy joven.


"El río" (1953) también es terror en estado puro, y tiene un par detalles que me hacen pensar en la divina ("si encubriera más lo humano") Daphne du Maurier y su extrañísimo cuento "The Pool" (1959; en castellano, "El estanque", incluido en Los lentes azules). En "El río" hay un niño pequeño y un río, pero no hay evocación nostálgica alguna, sino tristeza infinita y miedo para el lector. O'Connor nunca siente nostalgia. Como murió tan joven, no creo que le diera tiempo a sentir nostalgia por nada. Para ella, todo era nuevo cada día, y sus "viejos tiempos" no eran "buenos viejos tiempos", sino recuerdos de la miseria y el Mal que acecha el corazón de los hombres y que sólo conoce... ¡La Sombra!

Daphne du Maurier, que llegó a vieja a pesar de ser fumadora.

 

El único cuento del libro que podríamos interpretar como "fábula", porque tiene algo parecido a una moraleja, es "La buena gente del campo", que por momentos parece como si Jim Thompson se hubiera ido de borrachera con J. G. Ballard y juntos hubieran parido una obscenidad sobre una chica mutilada y con prótesis.

De "El negro artificial" ("The Artificial Nigger", 1955) dicen los expertos que es una parábola, pero lo que es, es una cabronada: una road movie sin road, un viaje iniciático que es más bien viaje final, la gran aventura de un abuelo y su nieto en la ciudad, donde el peligro acecha en cadas esquina. Pobre buena gente del campo, que se pierde en el barrio de los negros...

 

"Un encuentro tardío con el enemigo" ("A Late Encounter with the Enemy", 1953) es el único relato en el que podemos apreciar un mínimo de sentido del humor explícito en esta autora que, para que me entiendan los aficionados a la infraliteratura, tiene más que ver con Jack Ketchum que con Richard Laymon (que SÍ tenía sentido del humor, y a raudales. Ketchum, definitivamente, NO). Es un cuento triste sobre la senilidad, pero el caso es que la tragedia tiene gracia, siempre y cuando se mire desde la perspectiva adecuada. Menos mal.

"Un círculo en el fuego" ("A Circle in the Fire", escrito en 1954 y publicado un año después) es, como el primero de los relatos, un cuento muy inquietante que roza el terror, y casi podría haberse convertido en un episodio de la serie de TV Alfred Hitchcock presenta..., si hubiera tenido algún giro final imprevisto. Pero, claro: que lo veas venir, no quiere decir que no lo sufras. Para eso lo escribió la señorita Mary Flannery O'Connor (1925-1964).

Y obvio el resto de relatos para que el lector los disfrute por su cuenta, sin más pistas que las siguientes: Primero, la fama de la autora es merecida. Segundo, si no la ha leído usted, se está perdiendo algo bueno.

Yo voy a dejar que Flannery descanse un poco de mí, pero volveré con ella en breve. Me ha caído muy bien. Es de los nuestros.

(Y, para los que quieran ir directamente a la caza y captura de un ejemplar de la edición de Lumen de 1973, les puedo decir esto: Un hombre bueno es difícil de encontrar es difícil de encontrar. Chim-pún).

Vale.

Edición en paperback, con una portada que se ajusta bastante al relato que da título a esta antología.