(De Facebook)
9 de mayo de 2017
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14 de mayo de 2024
De este comentario casual que publiqué en Facebook ya han pasado unos cuantos años, y Mobley sigue sin dar señales de vida. Quizá se deba a que era el pseudónimo de un viejo amargado que en otro tiempo fue un joven y prometedor autor que sufrió las inclemencias del mundo editorial.
Así, al menos, se recoge en la tempora 3 de la serie televisiva Fargo, basada en la película de los hermanos Cohen de 1994. Esta tercera temporada alcanzó el culmen de la perfección, y no he podido con sus continuaciones: la 4ª era un festival de mal gusto, vómitos y pedos, y la 5ª me ha pillado en plena renuncia voluntaria al género audiovisual (soy no televidente, ni piso un cine, ni uso internet para ver películas, desde poco antes de agosto de 2020, con un par de excepciones). Lo cual, dicho de paso, no significa que no esté informado de las novedades más populares, de la evolución política, económica y social de las películas y las series de televisión, de los nombres que más suenan, de las tendencias, etc. Esas informaciones me parecen prescindibles, frente a la posibilidad -que he descartado por mi propia voluntad- de disfrutar de estos productos. En cualquier caso, por el mero hecho de tener que trabajar con internet conectado a la computadora, y de mantener relaciones sociales, toda esa información me llega puntualmente y la digiero y proceso, la mayor parte de las veces con la intención de expulsarla en alguna visita al cuarto de baño. (Sin éxito, debo añadir).
La verdad es que prefiero dedicar mi tiempo a leer, que cada vez me parece una actividad más proscrita (tal y como insinuo en un reciente artículo) y peor vista, o más ninguneada, o más despreciada. Antes, se presuponía (erróneamente en demasiados casos) que alguien que leía mucho, tenía que saber mucho, por narices. Ahora, alguien que lee mucho es un freak.
No un friki. Un freak. En inglés. Como en aberration, abnormality, monster, etc. En inglés, el verbo to freak significa también "comportarse de un modo irracional y destructivo, normalmente por una emoción extrema o por el uso de drogas".
Ya me pueden recomendar la novísima maravilla cinematográfica de Villeneuve, que yo no voy más allá de las impecables, perfectas primeras temporadas de West World o de Vynil, ambas de 2016.
Ayer terminé de leer el libro de relatos Defecto de forma de Primo Levi (obra maestra, amigos), y releí "El pueblo blanco" de Arthur Machen para comentarlo en el Club de Lectura de Terror de la biblioteca de Albacete. Esta mañana he leído el cuento "Un hombre bueno es difícil de encontrar" de la escritora norteamericana Flannery O'Connor, en un volumen de sus prosas cortas completas (me ha puesto los pelos de punta). Y el retorcido y malvado Miguel Matesanz me crea una necesidad con su reciente reseña sobre los relatos de Eudora Welty. Paralelamente, sigo leyendo y corrigiendo textos para publicar de autores que no mencionaré aquí (esto es por la vertiente profesional de la lectura).
¿De verdad alguien cree que necesito ver tal o cual película o serie con todo lo que hay ahí, esperándome en las crecientes pilas de libros? Para sacarme de aquí, tendría que venir David Lynch en persona para decirme "hola, acabo de rodar un poco más de Twin Peaks". Maldición, ¡si yo quiero leer hasta las obras de Thaddeus Mobley, que ni siquiera existen en nuestro plano de realidad!
Flannery O'Connor |
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