viernes, 1 de septiembre de 2023

Rey de las ratas, de James Clavell: destruido por la traducción


 

¡Ah, horror de horrores! ¡Lléveme Cthulhu al otro lado del Velo y no me permita regresar a este Valle de Lágrimas! ¿Cómo?, repito, ¿cómo es posible que una traducción ilegible logre perpetuarse a lo largo de las décadas?

King Rat (1962) es la primera de las obras publicadas por James Clavell (1921-1994), a quien la mayoría recuerda por Shogun (1975), que se convirtió en una muy exitosa serie de televisión.

 

Yo llegué a Clavell en el verano de 2006, cuando me compré Taipan (1966) en una librería para guiris en la cala de Finestrat, en Benidorm, donde también me hice con ejemplares de The Travelling Vampire Show y A Night in the Lonesome October de Richard Laymon, y algún título más. Todo en versión original inglesa, por supuesto.

Dicho con toda honestidad, me enamoré de Dirk Struan, de la Noble House, de todos los personajes de Taipan, y de la inmensa capacidad narrativa de Clavell, de sus diálogos, de su transliteración de las diversas pronunciaciones del lenguaje inglés, de su sentido del drama y del melodrama y de la ironía y del humor negro. De la aventura, tal y como la concebían los clásicos del siglo XIX.

Ya sólo por Taipan, me convencí de que Clavell era un maestro que había dejado tras de sí muy pocas novelas, pero muchísimas páginas. Y me quedó clarísimo que, de Clavell, podría leerme hasta un prospecto médico en letra pequeña.

Pero con calma. Sin prisas.


 

En septiembre de 2009 leí Shogun, en versión castellana, y me gustó, pero no tanto como Taipan. Y el pasado año 2022 logré meterme entre pecho y espalda Noble House (1981), en inglés, después de haber hecho varios intentos de leer este TOCHO de unas 1.500 páginas. Con tiempo y un poco de concentración, logré disfrutarlo como merecía: lectura de corrido y sin pausas ni interrupciones. Maravillosa aventura económica (sí, económica, pues trata sobre transacciones y chanchullos bancarios) protagonizada por modernos piratas de 1963.

Las novelas de Clavell conforman una serie, "La Saga Asiática", y se pueden leer en cualquier orden. En total son seis, las cuatro mencionadas, más Whirlwind (1986), que transcurre en 1979, en Irán, y Gai-jin (1991), en el japón de finales del siglo XIX, con los herederos del pirata y comerciante Dirk Struan en acción. Me hace feliz en que ambas novelas brincan sobradamente de las 1.000 páginas.

Y ahora, volvamos a King Rat.

Por comparación con el resto de la obra de Clavell, es una novela corta, de poco más de 400 páginas. He tomado la edición de Plaza & Janés de febrero de 1989, que reproduce la traducción realizada por Mª L. Pol de Ramírez para Editorial Molino en 1965. Antes de llegar a la página 200, he tenido que arrojar el libro contra la pared, mesarme los cabellos y gritar como murciélago salido del infierno. Ya saben ustedes.


 

Imposible. Imposible soportar las erratas, que cambian los verbos de pasado a presente en mitad de la frase. Imposible soportar que al personaje central, King, se le tenga que llamar "Rey" por si algún españolito tonto se olvida de que, al principio de la novela, se avisaba del significado del apellido, y que eso tiene importancia en la trama. Imposible entender algunos diálogos con doble sentido que se pierden en la traducción, y más todavía cuando se trata de diálogos mantenidos entre un coreano y un gringo, a los que un inglés hace de intérprete. Imposible. Imposible soportar un castellano neutro cuando conversan personajes que proceden de Australia, Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña. Imposible aguantar traducciones literales de frases hechas que significan todo lo contrario de lo que dicen. Imposible saber si el traductor, o el editor, o el de la imprenta, ha eliminado espacios de elipsis entre párrafos para que la novela tenga menos páginas.

La novela, estoy seguro (tengo fe en Clavell) es magnífica, pero así no hay Dios que se la lea.

He descubierto que existe una traducción distinta, Argentina, si no me equivoco, publicada por Emecé y firmada por Cardozo Heber... aunque estos datos no los tengo nada claros, y tampoco voy a investigarlos; no me interesan. Y no me interesan porque, la próxima vez que vuelva con King Rat, será en inglés. Por respeto al autor, y por salud mental.


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