10 de septiembre de 2023
Duncan Roberts, fallecido en 1973, fue un autor norteamericano de novelas de suspense, policial y crimen sangriento. No se tenía en gran estima, aunque se consideraba un honrado mercenario de la palabra, como sucedía con sus colegas Rory Casper y Shylo Harding, por citar a algunos nombres conocidos. Mientras estaba concluyendo su penúltima novela, Concierto para el asesino, ya durante la fase de corrección, tuvo lugar una serie de acontecimientos en Santa Bárbara, donde residía, y que él mismo recogió en la que sería su obra postrera y testamento literario. La escribió a contrarreloj y quedó, de alguna manera truncada (ocupa apenas 80 páginas). El título de este trabajo autobiográfico era Mi última novela, y esto es lo que Curtis Garland recoge en el nº618 de la colección Punto Rojo de Bruguera (febrero de 1974): el trabajo póstumo de Roberts, y unas cuantas páginas más, esenciales para comprender cómo y por qué un simple escritor se vio envuelto en una sucesión de horripilantes asesinatos de bellas mujeres (solteras, viudas o divorciadas), y cómo aquello le condujo a una muerte prematura, de la que Roberts tuvo constancia desde horas antes de que el fallecimiento tuviese lugar.
Mi última novela es uno de esos artificios literarios, no demasiado usuales en el mundo del bolsilibro (aunque ejemplos hay para el que sepa buscar), y que servidor considera le daban la vida a Juan Gallardo Muñoz: pequeños retos, audaces desafíos formales y de estilo en donde el argumento esencial de la historia de misterio era un tópico de importancia secundaria frente a la pirueta narrativa.
En realidad, estamos ante una variante del asunto de "manuscrito encontrado" que resultaba tan caro a Curtis, como demuestran títulos de la categoría de El manuscrito del Destripador o El fantasma de Baker Street, por citar dos de los más célebres. Mi última novela (que estaba muy, muy lejos de ser la última novela de Curtis Garland) se lee con sumo agrado e interés, e incluye interesantes reflexiones sobre el oficio de escritor:
"Escribir novelas policíacas no es como hacer literatura de la que luego, buena o mala, sube a la lista de los best-sellers. A veces se escribe mejor. Pero una novela-río, pretenciosa y cargada de afectismos, siempre resulta diferente. Al menos, para el público. Y uno vive del público".
"Yo sólo escribía género de intriga, de misterio. Para vivir de ello decentemente no basta con hacer una al año, sino una al mes. Y a veces, ni aun eso".
Al margen, debemos añadir que las historias de "víctima que cuenta su muerte" también son un tópico de la literatura curtisiana: tenemos títulos tan tempranos como Yo fui asesinado (1954), y otros muchos en las más diversas colecciones y géneros, como Yo, el cadáver (1968), Yo fui ahorcado (1970), Después de morir (1971), Después de mi asesinato (1972), ¿Y después de morir...? (1983), o la fantástica y sobrenatural Pacto... ¡después de morir! (1976), que reeditamos en el volumen DOCTORES DE LO OCULTO. La gracia, en las policíacas, es adivinar cuál es el truco, y en muchas ocasiones nos encontramos artilugios como el de Mi última novela.
No deja de ser interesante que la obra que Duncan Roberts acababa de terminar fuera Concierto para el asesino, que bien podría ser cualquiera de los muchos títulos que Juan Gallardo escribió con el leit motif de "crimen y música", y del que hablábamos en nuestra reseña de Melodía asesina.
A todo esto, la ilustración de portada de Miguel García es magnífica.
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