martes, 19 de diciembre de 2023

Club de lectura de terror (y más), a cargo de Alberto López Aroca

 


No es la primera vez que me relaciono con el mundo de los clubes de lectura, ni mucho menos. Pero sí es la primera vez en que voy a dirigir un club. Creo que era una de las pocas actividades profesionales relacionadas con los libros que no había hecho, así que, otra muesca en mi Walther PPK (que a la sazón, es la que utilizó Hitler para suicidarse en su búnker... o eso es lo que me dijo el oficial del MI6, ya retirado, que me la regaló hace años, en curiosas circunstancias, envueltos ambos en la neblina de unos deleznables puros Romeo y Julieta).

La Biblioteca Pública del Estado en Albacete me ha pedido que salga de las instalaciones de La Cápsula todos los lunes, a partir del 15 de enero de 2024 (qué raro suena: "dos mil veinticuatro"), a las 19.30 Hora Zulú, y me presente en alguna de las múltiples salas de que dispone, como la Joaquín Barceló, donde están todos los números de Creepy (por ejemplo). En alguno de esos espacios tendré que atender y departir con los incautos, civiles, pobres víctimas potenciales que rellenen el formulario de inscripción para formar parte de esta nueva sociedad subversiva literaria.

La denominación "Club de lectura de Terror y de Género" es menos engañosa de lo que pueda parecer a primera vista: es una forma de indicar que junto a Lovecraft, King, Barker, Ketchum, Laymon, vamos a tener Pardo Bazán, Horacio Quiroga, Richard Stark, Alejandro Dumas, Jim Thompson, Emilio Salgari...

Y es que, en principio, este es un proyecto a largo plazo. Mis perversos (pero no por ello menos calculados) planes incluyen una primera toma de contacto de unos cinco meses que servirá para lavar adecuadamente el cerebro de estos Discípulos de Cthulhu y ver si encuentro en ellos algún atavismo de memoria racial que pueda aportar conocimientos arcanos y alienígenas. Para ellos, además de fumar taduki, habremos de leer ficciones insólitas, terroríficas, mágicas y de tiros. Por supuesto, como club inclusivo que es, está prohibida la asistencia con ajos, estacas de madera, armas de fuego cargadas con munición de plata, y todos los talismanes, amuletos y fetiches tendrán que depositarse en el vestíbulo. Estos adminículos se devolverán a los usuarios supervivientes al finalizar cada sesión.

Toda la información se encuentra en este enlace; la inscripción se puede hacer online o de forma presencial en la calle San José de Calasanz, y el único requisito imprescindible es tener carné de la Biblioteca. Si no lo tiene usted, maldito siervo de Paik-Bhutan, lo puede hacer en el acto, allí, en ese edificio que no contiene más que libros y libros y libros polvorientos.

El plazo expira al amanecer del día 5 de enero de 2024 y las plazas son limitadas. ¡Corra, corra, pobre ser humano! ¡No pierda el tiempo pensando en las festividades presentes cuando un futuro digno del Bagdad de Las Mil y Una Noches está ahí mismo, al alcance de sus manos!

¡Corra a inscribirse! ¡Corra, corra...!

(En alguna parte se escucha un gorgoteo acuoso, como el de alguien que se ahoga en su propia sangre. Una risotada macabra resuena en los subterráneos, bajo la Ópera de París. Hay ruido de cadenas que se arrastran, el ulular de un búho inusualmente grande, y el zumbido nocturno de los insectos cerca de Irem, la Ciudad de los Pilares...).

lunes, 18 de diciembre de 2023

Noticias de ayer. El túnel bajo el estrecho de Gibraltar (1929)

 


Extraído de La Libertad (Madrid), 15 de marzo de 1929.

Novela y magia (1889), por Anatole France

El escritor francés Anatole France (1844-1924) es -como dijese días atrás, cuando lo vimos entrar en una casa encantada- uno de los nuestros. Me refiero a los lectores que en este momento posan los ojos sobre estas palabras y, por supuesto, me refiero a mí. Y también me refiero a Juan Perucho y a Philip José Farmer y a Curtis Garland y a tantos otros...

Es uno de los nuestros en muchos sentidos. Por ejemplo, es un escritor que cultivó la literatura de imaginación, y tiene títulos tan sugerentes como el de La isla de los pingüinos (1908) que da ganas de leerlo con espíritu verniano, casi salgariano, por mucho que las crónicas del país de Alka sean más bien swiftianas.

 


Que Anatole France recibiera el premio Nobel de Literatura en 1921, a día de hoy sólo sirve para mantenerlo alejado de muchos lectores del siglo XXI, concreamente de esos a los que "lo posible no nos basta y queremos lo imposible".

De este modo, sirva a modo de introducción al trabajo y pensamiento de este autor, el artículo titulado "Roman et magie", publicado originalmente en Le Temps el 13 de enero de 1889. Ha llovido mucho desde entonces: agua, nieve y bombas, muchas bombas. Sin embargo, puedo decir que este breve ensayo de France no sólo es legible a 17 de diciembre de 2023, sino que garantizo al lector (al lector que sea "de los nuestros") que lo va a disfrutar desde la primera línea. Es una delicia para paladares exquisitos.

Arranque. Y recuerde las sabias palabras de Anatole: "No hay manera de salir de la naturaleza".

P. D.: Una nota obligatoria. Hemos tomado el siguente texto de la revista Caras y Caretas (Buenos Aires) del 14 de diciembre de 1926. La versión castellana del artículo es de Javier Núñez de Prado, y el prodigioso dibujo del título, de Requena Escalada.

 








 

viernes, 15 de diciembre de 2023

Noticias de ayer. Patos a cambio de periódicos (1910)

 


Extraído de La Hormiga de Oro (Ilustración Católica), 3 de septiembre de 1910.

La casa encantada, por L. Arzubialde (1891). Una columna de ayer

¿Qué tenemos aquí? Veamos:

L. Arzubialde es, posiblemente, Luis López Arzubialde, corresponsal en Francia del diario El Imparcial (Madrid) hasta su fallecimiento en el año 1900. Por otro lado, se dice casi lo mismo de Manuel López Arzubialde, pero su fecha de deceso sería 1890. Incluso se asigna a ambos periodistas el uso del pseudónimo "Monday".

Hemos entresacado la siguiente columna del diario La Oceanía Española (Manila), del 9 de agosto de 1891. Posiblemente, el artículo de Arzubialde se publicó meses antes muy lejos de las Islas Filipinas, es decir, en la península Ibérica. Y puestos a especular, es de suponer que se escribió y publicó para El Imparcial, y luego el texto se licenciaría como artículo de agencia para periódicos de las colonias.

Bien, pues todo esto no son más que notas al pie sin demasiado interés, porque aquí lo que cuenta es "La casa encantada", título del artículo de la sección "Desde París".

Por aquí ya hemos rescatado unas cuantas crónicas de casas con inquilino ectoplásmico, en España y en parte del extranjero. ¿Qué tiene ésta en concreto de especial? Primero, la aparición estelar (un simple cameo) del escritor Anatole France, que obtendría el premio Nobel de Literatura en 1921, justo un año antes de que la Santa Sede prohibiera toda la obra del parisino, lo cual es un gran mérito. France era "uno de los nuestros", y lo demostraremos en unos días, cuando reproduzcamos por aquí su artículo "Roman et magie" (donde nos habla de Apuleyo y Homero, pero también de Simbad el Marino y del Gato con Botas), publicado originalmente en Le Temps el 13 de enero de 1889... es decir, un par de años antes de que se metiera con L. Arzubialde, la señorita Arnould, un capitán de artillería, un ocultista y un médium en la casa del 123 del Boulevard Voltaire. Que, por supuesto, estaba encantada.

Anatole France.

La otra parte que hace especial esta crónica es la que Arzubialde dedica a las históricas anécdotas sobre el célebre médium Hoome, o M. Hume, como también lo hemos visto transcrito... aunque en realidad su nombre era Daniel Douglas Home, al que ya tuvimos por aquí hace un tiempo... 

Adelante, están en su casa...

El médium "Hoome" (Daniel Douglas Home), 1833-1866.

 



 

jueves, 14 de diciembre de 2023

El avispón negro (Lew Griffin nº3), de James Sallis

 

Edición de Poliedro (2004), fotografía de Michael Banks.
 

13 de diciembre de 2023

Black Hornet (1994) es la tercera novela de la serie del investigador circunstancial Lew Griffin, creado por el norteamericano James Sallis en 1992 con The Long-Legged Fly (en castellano, El tejedor, Poliedro, 2003). Sallis procede del mundo de la ciencia ficción, género del que ha publicado una carretada de cuentos desde 1967. De éstos, hay un puñado traducidos al castellano aquí y allá, incluso en la célebre y llorada Nueva Dimensión. Harlan Ellison hablaba maravillas de Sallis y, como marca de fábrica, nuestro autor menciona El extranjero de Albert Camus en todas y cada una de sus novelas. O eso dicen por ahí.

 

La típica lectura de los negros de barrios bajos en Nueva Orleáns, en los años 60-70.

Si hubiera sabido esto último (lo de Camus) antes de empezar a leer El avispón negro (traducción al castellano de Elena de Grau), se me habría puesto la mosca detrás de la oreja. La única información previa que me ha hecho ir con el pie echado es la que proporciona la solapa biográfica del libro, que comienza diciendo: "James Sallis (Arkansas, 1944) es poeta, novelista [...]", y con ese arranque ya saltaron mis alarmas. Para entendernos: si a James Ellroy lo llamas "poeta" en su jeta, es probable que te suelte a su perro Barko para que te muerda la garganta y te desangres poco a poco. Si a Elmore Leonard le hubieran dicho "poeta", él habría respondido "pues súbete la bragueta". Si se lo dicen a Michael Connelly, imagino que responderá: "Disculpe, se confunde. Usted se refiere al otro, a Connolly, el irlandés. No se preocupe, me sucede a menudo. Todos los días, de hecho". Cualquier año de estos, Quentin Tarantino obtendrá el Nobel de Literatura por sus guiones cinematográficos, que convierte en poemas conceptuales de tipo visual.

¿Me explico? Bien, basta ya. Vamos al tajo:

 


Estamos en... ¿los años 70, más o menos? Supongo que sí. Aunque el narrador está en el presente, que imagino será 1994. No importa.

En Nueva Orleáns hay un francotirador que mata gente al azar. Es un imitador de una nueva moda: negros que matan blancos en tiroteos furibundos, sin motivo aparente.

Lew Griffin, nuestro narrador, es un negro de aspecto peligroso (pero muy, muy, muy buena gente; Tiene el corazón de oro & other Great Hits) que trabaja para una agencia de detectives haciendo chapucillas, sobre todo como guardaespaldas. El tío es complejo: por una parte, es un alcohólico tirado que vive a escondidas en un lugar de mala muerte, invisible para la sociedad; por otro, es lector de Camus, de novelas difíciles, y de ciencia ficción. De Philip K. Dick, por ejemplo. Su novia es una camarera negra muy guapa que casi, casi, casi es una profesional de la calle. Casi, ¿vale? Pero también lee, ¿eh? Ojo. Tiene en su casa revistas y "una cosa que se llama El asesino dentro de mí". (La Verne, que es el nombre de la chica, tiene un gusto excelente, en mi opinión).

"...una cosa que se llama El asesino dentro de mí..." Qué cachondo, el señor Sallis...

Mientras Lew sale de un bar a la calle con una conocida periodista local, una cuarentona cotilla y también alcohólica, el francotirador ataca y mata a la mujer ante las narices de Lew. Y ahora, claro, un asunto que a él ni le va ni le viene, se convierte en algo personal. Chaaaaaaaaaaaaaan...

Así, entre vaso y vaso de bourbon, de whiskey, de ginebra, de vodka, de lo que sea, y palizas varias y algún tiroteo, Lew Griffin se va acercando al anónimo francotirador, tirando de la lengua a sus amigos, todos ellos viejos negros, músicos de blues, antiguos mercenarios, periodistas... Y también andan por ahí agrupaciones de activistas negros, desde los supuestamente pacifistas Yoruba (hay por ahí un robo de unos cuantos miles en fondos donados a Yoruba que se cruza en el camino de Griffin) hasta los Panteras Negras, y otros individuos incluso más belicosos.

Lew lo entiende todo y a todos, que es lo mismo que decir que no entiende nada ni a nadie. El mensaje está claro: ya no hay carteles de retretes para negros, y "los de su clase" ya pueden entrar por las puertas principales de los hoteles y sentarse a las barras de bar a emborracharse como cualquier blanquito. Pero siguen viviendo en un apartheid, condenados al fracaso y a la miseria. Que sí, que esto es así. Pero no me lo cuente usted, señor Sallis: muéstremelo.

Con esto, el lector debería hacerse una idea aproximada de qué se va a encontrar en esta novela.

 

Los Panteras Negras, en sus buenos tiempos.

Ahora bien, vayamos con mi impresión: la parte política y quejosa es tan obvia que resulta panfletaria. La narración, lamento decirlo, es muy confusa, y creo que por una vez, la culpa no es de la traducción: Sallis plantea diálogos en los que no sabemos ni qué personajes están hablando, ni dónde están, ni nada de nada, hasta que han transcurrido varias páginas. Y encima, se marca unos párrafos poéticos sobre el pasado (¡y sobre el futuro!) en mitad de cualquier segmento de la historia, esté contando lo que esté contando. Te pierdes. No se entiende. Te obliga a volver páginas atrás. Te dan ganas de saltar del coche en marcha y acabar con tu sufrimiento.

Poesía moderna, pura y dura.

A todo esto: la foto en grises de la solapa, en la que vemos a Sallis con su gato (punto a favor), me hizo pensar que el autor era negro. (Creo que, ahora, la corrección política dicta que se llame afrodescendientes a los negros. El problema es que, en Albacete, hay un buen puñado de afrodescendientes, pues yo los veo jugar en la calle y salir del colegio y esas cosas; pero más todavía son los africanos africanos, o sea, adultos nacidos en los más diversos países del África negra -¿o será "el África afrodescendiente"?-. Y por otra parte, mis buenos amigos Jalil y Lila son africanos... pero de Túnez y de Argelia, respectivamente. Y bastante blancos de piel, diría yo. Ahora menos, porque se han trasladado de Madrid a Alicante, y algo se les habrá pegado el sol de Levante. En fin...) Pero no: resulta que Sallis es blanco. Y que ha escrito no una novela, sino varias, sobre un detective negro que denuncia el racismo en la sociedad estadounidense.

Sorprendente giro de los acontecimientos, ¿verdad? (Esto, por cierto, ya lo había hecho Ed Lacy, judío y americano y blanco como la cal, en los años 50 y 60 con su personaje, el detective negro Touie Moore. Y un poco después, desde 1965, el también americano y también blanco John Ball creó la figura del Teniente Virgil Tibbs, al que todo el universo recuerda encarnado por Sidney Poitier).


James Sallis. Resulta que no es negro.

El detective negro (1957) de Ed Lacy.



La primera novela de Virgil Tibbs, publicada originalmente en 1965.

Por mí, perfecto. El problema es que no le creo una palabra a Sallis. No me suena a verdadero. No me creo a ese outsider llamado Lew Griffin (en homenaje a Lew Archer, supongo), que es un matón hiper cultivado en el mundo literario y, al mismo tiempo, un bondadoso fuera de la ley que tiene un pie a cada lado del charco e imparte justicia con sus propias manos. Vamos, sin ir más lejos, como yo. Ni más ni menos.

Añadiré que, quien hizo todo lo anterior, pero con una matrícula de honor (y sigue haciéndolo, que yo sepa) es Walter Mosley, norteamericano y negro, en su serie del detective Easy Rollins, un personaje enorme. Con la voz de su protagonista, Mosley realiza un largo recorrido por los Estados Unidos del racismo desde los años 30 hasta los 70 (por lo menos), sin necesidad de decir una mierda ni de emitir un puñetero juicio... pues Mosley lo que hace es mostrar esa mierda. Con claridad, con sujeto y predicado, con nombres y adjetivos. Con todas las letras. Y ya, el lector juzgará qué coño ha leído. Sin llantinas ni pataletas.

No sé. Me pregunto si Sallis siente que, por ser blanco, tiene que pagar algún peaje.

Walter Mosley sostiene entre sus manos a Edgar Allan Poe. Cosas de Grandes Maestros.
 
La primera novela (1990) de la larga serie del detective negro Easy Rollins: maravillosas, todas las entregas. De verdad.

Y, como diría Colombo desde la puerta de salida, "ah, una cuestión más": Sallis es una autoridad en la figura de Chester Himes, el gran escritor negro de la serie ídem, un clásico inmortal, absolutamente maravilloso. Himes aparece como personaje en la novela como el exiliado voluntario que fue (está enterrado en Alicante, si no recuerdo mal). He visto pocos cameos de famosos tan gratuitos como este. En serio.

En las últimas diez páginas de El avispón negro, se cita a James Joyce, a Herman Melville, a Poe, a Don Quijote, y hasta Más que humano de Theodore Sturgeon. Pero también la versión de Martín Fierro que escribió Borges, y el gran final (la última página) es, directamente, una cita de En los reinos de Taifa de Juan Goytisolo, nada menos.

Más que humano, de Sturgeon.
 
Chester Himes en 1936.

Me imagino a Chester Himes, el hombre que mostró al mundo la suciedad, la pobreza, el horror de Harlem a través de Sepulturero Jones y Ataúd Johnson, detectives del NYPD (a los que la novela cita mal, pues cambia el nombre de uno de ellos... pero es un fallo de corrección), leyendo esta obra de Sallis y pensando: "Exactamente ¿qué es lo que hice mal?"

Y me imagino a Walter Mosley en la misma circunstancia, pensando: "No es suficiente con que me tenga que largar de Netflix como guionista de su Star Trek de mierda por utilizar la n-word, y ahora esto".

De todo corazón, lo siento muchísimo por el trabajo del compañero James Sallis, que imagino debe tener muy buena intención. Pero, con honestidad, cuando la ficción que escribes no es más que un cúmulo de paparruchas (pensamiento mágico, en el mejor de los casos) y falsos sentimientos de culpabilidad, te alejas de la literatura y te acercas peligrosamente a la peor clase de propaganda: la que no se traga ni tu propio público, porque ni siquiera está bien escrita.

Mis disculpas si he entendido mal a Sallis, pero esto es lo que he leído, y esto es lo que pienso al respecto: que antes de volver a acercarme a Sallis, me pondré con unas cuantas novelas que no he leído de Himes. Porque me gusta que me cuenten la verdad de primera mano, y no que me vendan motos.

***

Algunas obras de Chester Himes disponibles en castellano. Hay muchas más:







For Love of Imabelle es la primera novela de Sepulturero y Ataúd, los dos detectives negros del NYPD. Es de 1957, el mismo año en que se publicó Room to Swing, en castellano El detective negro, de Ed Lacy.





miércoles, 13 de diciembre de 2023

Sobre "Cinco semanas en globo" de Julio Verne, por Julio Nombela (1867). Una crítica de ayer

La novela original de Verne, de 1863.

Julio Nombela (1836-1919), secretario del general Ramón Cabrera -al que muchos recordamos por sus heróicas intervenciones en Las Historias Naturales y La guerra de la Cochinchina, ambas de Juan Perucho-, fue periodista, amigo de Gustavo Adolfo Bécquer, y autor de un buen puñado de novelas por entregas que la crítica califica como "de escaso valor literario". A saber lo que significa eso... No obstante, títulos como El coche del diablo (1863) despiertan nuestra curiosidad. Abajo, reproducimos una nota sobre la aparición del libro de Nombela, publiada en La Correspondencia de España (Madrid) del 2 de julio de 1864:

La Correspondencia de España, 1864,

 

Retrato de Julio Nombela.


El 15 de marzo de 1867, Nombela publicó en el diario La Época (Madrid) una columna literaria, de la cual entresacamos sus impresiones sobre la famosísima Cinco semanas en globo (1863) de Julio Verne, novela con la que dio comienzo su larga serie de los Viajes Extraordinarios. Resulta muy interesante, pues Nombela plantea la obra de Verne como un ejemplo a seguir por los literatos españoles, y en ningún momento lo considera materia propia de niños o jóvenes, sino un estilo que, en España, se debería imitar como un paso adelante en nuestra literatura.

La verdad es que me siento como si me hubiera topado con un fantasma...

(Y no me quiero morir sin decir, al hilo de que Nombela fue secretario del carlista general Cabrera, que Las Historias Naturales de Perucho, maravillosa obra vampírica del mitógrafo creativo catalán, si es deudora de algún autor, ese es Verne).

Y aquí tienen el texto de Nombela del que hablábamos.


 

***

 


 
Retrato de Samuel Ferguson, protagonista y sabio excéntrico de Cinco semanas en globo.


martes, 12 de diciembre de 2023

Noticias de ayer. Un brontosaurio viviente (1923)

Esta es la antigua historia de una patraña hurdida en 1919 y difundida por todo lo ancho y largo del mundo. Hay detalles de ella en todas partes, sobre todo en volúmenes sobre criptozoología. No obstante, creo que resulta muy interesante ver cómo se la tomaron los redactores de Madrid Científico, en una prueba de objetivo y sano escepticismo. Porque, mentira o verdad, la historia era muy, muy buena, y había que darle salida. ¡Bravo!

La extraemos de de Madrid Científico (1923), para goce y disfruto de los tristes, patéticos, aburridos habitantes del siglo XXI.


Extraído de Madrid Científico, 1923