Esta es la clase de noticia que, ayer, hoy y siempre, te da ganas de sacar la cabeza por la ventana y gritarla a los cuatro vientos. Ya sea el 5 de septiembre de 1908, que es cuando se publicó en el semanario infantil PBT de Buenos Aires, o el 10 de diciembre de 2023, fecha en que estoy escribiendo esta introducción.
Invito al lector a que la estudie detenidamente, se asombre, se tire de los pelos, y también a que aguarde un poco para invocar a San Lovecraft, pues ya lo haremos nosotros tras la nota, en una breve explicación.
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El artículo del profesor Ernest Hambury Hankin, profesor en Agra (un rincón de la India que muchos sherlockianos recordarán por The Sign of the Four, 1890), es en realidad una carta al editor de la revista Nature, publicada en el número del 7 de mayo de 1908. Por lo que hemos podido comprobar, el profesor Hankin era un habitual de las revistas científicas de finales del siglo XIX e inicios del XX, y algunos sectores de la prensa lo consideraban "un viviseccionista que había escapado a la India", como el mismísimo doctor Moreau de H. G. Wells. La parte sensacionalista del texto de Hankin no se difundió sólo en inglés y español, sino también en francés.
Lo cierto es que Hankin logró notoriedad como bacteriólogo, y logró descubrir de estos bichos en las aguas del Ganjes, cosa que relacionó directamente con los continuos brotes de cólera que se producían en la India. Antes de marcharse a Agra en 1892, había trabajado en Londres bajo las órdenes de Koch, y en París con Pasteur.
Como aficionado a la aeronáutica, escribió sobre el vuelo de los prehistóricos pterodáctilos; como aficionado al arte y la arquitectura, escribió sobre los patrones gemétricos en el arte islámico. Por supuesto, su interés en la peste bubónica lo llevó a publicar en 1930/31 el artículo "El flautista de Hamelín y la llegada de la Muerte Negra".
Hay mucho más sobre Hankin y su vida, así como algunos detalles puramente casuales que llaman la atención del lector lovecraftiano: por ejemplo, en 1885, salvó la vida de una muchacha que se ahogaba en una playa ¡de Dunwich!, y los periódicos pidieron que se le concediera una medalla al joven Ernest, que entonces no tenía más que veinte años. (Por supuesto, este Dunwich no es el de Lovecraft, sino el situado en Inglaterra, y del que han hecho uso lovecraftiano autores como Neil Gaiman, entre otros).
En cuanto al "monstruo de Marte" de Hankin, animal o vegetal de escala planetaria y de resonancias evidentemente lovecraftianas (desde nuestro punto de vista contemporáneo, por supuesto), hay que señalar que se trata tan sólo de una especulación que incluyó en su texto original, donde discutía la afirmación del astrónomo Percival Lowell sobre la presencia de vida inteligente en el planeta rojo, y esto, por la existencia de los supuestos "canales de Marte". Hankin criticaba que tal explicación se realizaba desde una perspectiva antropomórfica, y confería, por tanto, inteligencia "humana" a los habitantes de Marte. Pero Hankin consideraba que sólo una pequeña parte de la vida conocida poseía "un alto grado de inteligencia", es decir, que la inteligencia es la excepción y no la regla. Y en este punto es donde Hankin habla de la posibilidad del monstruo gigante. Traducimos del texto original inglés:
"Que se afirme que 'hay vida en Marte' nos dice más bien poco sobre la naturaleza de dicha vida. Ni siquiera nos indica que existan seres vivientes. Quizá en Marte sólo hay un ser vivo, un gigantesco vegetal con ramas o pseudópodos que abracen el planeta como los brazos de un pulpo, que toma agua derritiendo las nieves polares y la transporta a otras partes del planeta, y que esta estructura se nos aparezca a nosotros como los canales de Marte. Lowell aduce la rectitud de esos canales como prueba de que son el producto artificial de seres inteligentes. Pero ciertamente, no son más rectos que los pseudópodos entrelazados que se pueden en los Heliozoa, Foraminifera y Radiolaria".
El artículo se extiende mucho más, pero con lo que nos cuenta PBT y este extracto, creo que podemos darnos por contentos. No obstante, en la siguiente imagen lo tienen completo:
Personalmente, me ha parecido perfectamente lógico que fuera un bacteriólogo el que postulara la idea de un monstruo gigante, del tamaño de un mundo, y que al mismo tiempo poseyera las características de la fauna microscópica. Desde que sufrimos la más reciente Plaga, he tenido la absoluta convicción de que la imaginería de los dioses o monstruos de Lovecraft y sus seguidores, así como la de las criaturas extraterrestres invasoras que asolaron las publicaciones de ciencia ficción durante la primera mitad del siglo XX, e incluso los particularísimos marcianos que ingenió Herbert George Wells en The War of the Worlds (1898), están íntimamente relacionados con el avance en el estudio de los agentes patógenos microscópicos, y con el aspecto visual que se ofrecía al público de estas criaturas diminutas y letales.
Marciano de Wells, saliendo de su cilindro. Todo cabeza, y unos cuantos tentáculos o pseudópodos. |
Pienso que resulta bastante claro que los invasores de la novela de Wells no son otra cosa que representaciones aumentadas de tamaño de las mismas criaturas que pondrían fin a la invasión, y que Wells encontró una relación directa entre sus extraterrestres de ficción y los bacilos terrícolas. A fin de cuentas, Wells debió conocer de primera mano la epidemia de Gripe Rusa de 1889 que asoló Europa, distribuida por el ferrocarril. Y del mismo modo, H. P. Lovecraft sufrió, en su natal Providence, la epidemia de Gripe Española (ya, ya sabemos que el nombre no es muy apropiado, pero lo usaremos por conveniencia) de 1918, que los movimientos de tropas durante la Gran Guerra distribuyó por todo lo ancho y largo del mundo.
Y creo que basta con mostrar un par de imágenes para que el lector decida si existen o no similitudes:
Y justo debajo, proponemos el boceto del Gran Cthulhu, realizado por H. P. Lovecraft en 1934:
Y para cerrar, les voy a dejar por aquí unas cuantas portadas de revistas clásicas, publicadas en formato pulp que, en mi opinión, apoyan esta hipótesis del origen microscópico (pero igualmente hostil, mortífero y alienígena para los estándares humanos) de los Dioses Primigenios y otras grandes bestias de ayer y hoy.
Excelente iniciativa de este blog. Un nuevo seguidor de estas historias especulativas.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, estimado Anónimo, y bienvenido!
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