22 de enero de 2024
Eterna introducción
La publicación en 1960 de Le Matin des Magiciens: introduction au réalisme fantastique, de Louis Pauwels y Jacques Bergier, supuso un regreso popular a las ideas ocultistas decimonónicas que, en muchos ámbitos, como el científico o el literario, aún seguían vigentes. (Nota: Si no me creen, echen un vistazo a la biografía del ingeniero de cohetes Jack Parsons, o a las obras literarias de Colin Wilson y las de Richard Shaver). Pauwels y Bergier se ocuparon de difundir no sólo las ancestrales ideas de diversos continentes y civilizaciones desaparecidas, o los contactos con extraterrestres (asuntos de los que se había ocupado, por ejemplo, Madame Blavatsky casi un siglo atrás), sino que actualizaron estos temas con la inclusión del concepto del esoterismo nazi, esto es, los empeños de Hitler y sus adláteres por utilizar medios mágicos para llevar a cabo sus planes de conquista. (Sobre esto se puede hablar, y mucho. Lo que sí es innegable es que, a pesar de la consecución de un sacrificio humano genocida en los campos de exterminio, supongamos que consagrado a complacer a algún dios lovecraftiano o al mismísimo Satanás, todo ese esfuerzo no sirvió para nada. La magia no era el punto fuerte de los nazis).
El retorno de los brujos (Plaza y Janés, 1961). |
Una de las ideas que retomaron los autores del libro que, en castellano, se tituló El retorno de los brujos (traducción de J. Ferrer Aleu para Plaza y Janés, agosto de 1961), fue la que había planteado el polígrafo, viajero, metomentodo, y muy probable caradura y estafador francés Louis Jacolliot (1837-1890) en alguno de sus muchísimos libros, esto es: la existencia de la sociedad secreta de los Nueve Desconocidos, que se remonta a la leyenda precristiana de Ashoka el Grande, emperador de Maurya, la primera gran unificación de la India allá por los siglos IV y III a. C. La historia de Ashoka y los Nueve Desconocidos guarda ciertos paralelismos (si se nos permite la licencia) con la de Alfred Nobel y los premios que llevan su nombre: el éxito rotundo por la capacidad destructiva, el arrepentimiento posterior, y la creación de una institución que salvaguarde los conocimientos más importantes para la Humanidad. En el caso de Nobel, hablamos de la dinamita; en el del emperador Ashoka, la visión de sus rotundas y sangrientas victorias en las guerras, y la invención del llamado "Infierno de Ashoka", un palacio de torturas refinadas e indecibles del que no se podía salir, en cuyo interior se produjo un milagro que convirtió al emperador al budismo y a la paz fraternal. Si Alfred Nobel decidió legar su inmensa fortuna, amasada a base de explosivos (que provocaron innumerables muertes), a una academia que nombrara y galardonara a los individuos más destacados en las artes y las ciencias, Ashoka conformó la sociedad secreta de los Nueve Hombres Desconocidos, encargados de compilar los conocimientos del ser humano y ocultar aquellos que pudieran ser peligrosos, por nuestro bien y por la paz. (Nota: No deja de ser irónico e incluso de tener su gracia que torturadores psicópatas e inventores de armas terminen "redimidos" y convertidos en vigilantes del saber, en busca de un mundo mejor. A mí, la verdad, no me inspiran ninguna confianza este tipo de individuos).
Si esta leyenda se la inventó Jacolliot o la escuchó en alguno de sus viajes, no lo sabemos; pero el caso es que el francés aseguraba creer en los Nueve Desconocidos.
El escritor inglés Talbot Mundy, gran creador en el terreno de la aventura exótica, publicó en 1923 la novela The Nine Unknown, que presentaba a los Nueve como una benévola organización secreta, la cual guardaba los secretos de la telepatía y otras muchas zarandajas. Pero esta obra y este asunto cayó en el olvido hasta que Pauwels y Bergier lo rescataron en El retorno de los brujos. Con la aparición y éxito internacional de este volumen, al menos tres autores de tres países distintos se hicieron eco de los Nueve Desconocidos, de forma simultánea: fueron el argentino Juan Jacobo Bajarlía, el norteamericano Philip José Farmer, y el español Francisco González Ledesma, también conocido como Silver Kane.
The Nine Unknown (1923), de Talbot Mundy. |
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La aportación de Bajarlía, un breve artículo de ficción titulado "Los nueve desconocidos", recogido en el volumen Historias de monstruos (1969), abundaría en la leyenda de Ashoka y en las conexiones de los Nueve con los poderes paranormales, con algunos personajes históricos como Dante Alighieri, y con "La casa espectral" (1964), un relato de nuestra Biblioteca de Babel, escrito por el ficticio John Batharly (evidente sosias de Bajarlía que, curiosamente, sí publicaría algunas obras en nuestro plano de realidad).
Historias de monstruos (1969), de Bajarlía. |
Por su parte, Farmer, padre de la Mitología Creativa woldnewtoniana, publicó en 1969 A Feast Unknown, una de sus obras maestras, en la que abordaría los problemas reales del súper hombre, en este caso encarnado por dos sus máximos y primordiales exponentes: el individuo en que Edgar Rice Burroughs se basó para crear a Tarzán de los Monos, y el hombre que inspiró a Lester Dent la creación de Doc Savage. Héroes de este calibre, tratados desde una perspectiva realista y materialista que explora las súper sexualidades de estos caballeros, merecían unos antagonistas a su altura: los Nueve Desconocidos que, al contrario que en la novela de Mundy, son los amos secretos del mundo, y su existencia se remontaría mucho más atrás en el tiempo que la leyenda de Ashoka.
Está claro que la fuente de Bajarlía y Farmer es la misma (el libro de Pauwels y Bergier), y de forma idéntica sucede con Silver Kane y su versión de los Nueve.
A Feast Unknown (1969), de Farmer. Ilustración de cubierta de Richard Corben. |
Una edición en rústica de la novela de Farmer sobre los Nueve Desconocidos. |
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La reseña de nuestra novela de a duro
Silver Kane. |
La colección Enviado Secreto (también conocida como DANS, siglas del Departamento Atómico Nacional de Seguridad) es una de esas raras avis de los bolsilibros de Bruguera que, por los más diversos motivos, resulta inclasificable. Para empezar, se publicó casi íntegramente (salvo los últimos números) en el formato "deluxe", es decir, un poco más alto que los bolsilibros convencionales. Nunca he sabido el porqué de la existencia de este formato más o menos experimental, aunque está claro que, a pesar de su longevidad (134 números entre 1967 y 1970), las ventas no debieron acompañarla en los últimos números que, como decíamos, aparecieron en el tradicional formato de 10,5 cm x 15 cm. La serie recayó en manos de cuatro autores "de la casa", todos ellos viejos conocidos de los lectores de novelas de a duro: Clark Carrados, Frank Caudett, Burton Hare y Silver Kane. Cada uno de ellos narraba las aventuras de un agente del DANS; Silver Kane se encargó de Johnny Klem, que "en cualquier momento podía abandonar los brazos de una mujer para caer en los brazos de la muerte", según rezaba la publicidad de contraportada.
Obviamente, estamos ante una serie de episodios completos e independientes, relacionados por la organización y algunos personajes secundarios, donde se emula la moda de las ficciones de espionaje al estilo del James Bond de Ian Fleming y su legión de imitadores y descendientes, como el maravilloso Brian Kervin (agente M-31) de Curtis Garland. Como buena serie de espionaje de su tiempo, muchas de las aventuras de los agentes del DANS colindaban con otros géneros, sobre todo con la fantaciencia exótica, el problema-enigma bizarro, e incluso el ocultismo traído por los pelos.
"Los Nueve Desconocidos" de Silver Kane es una aventura de Johnny Klem, con un planteamiento que es lo mejor de la novela, por improbable y delirante: Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, alcanza un acuerdo secreto con la URSS y con la China comunista para hacer realidad la vieja leyenda de Asoka: conformar un consejo de nueve sabios escogidos en todo el mundo para que supervisen y tomen decisiones sobre los adelantos atómicos que va produciendo la ciencia. "Hasta Mao Tse Tung se ha avenido a razones", confiesa un sorprendido Nixon.
Mao Tse Tung y Richard Nixon en 1972, tres años después del asunto de los Nueve Desconocidos. |
Pero claro: hay fuerzas externas que están interesadas en que dicho pacto no se lleve a cabo, y existen dudas acerca de las verdaderas identidades de estos Nueve Desconocidos. Aquí es donde entran Johnny Klem y el DANS, que deben evitar lo inevitable: el fracaso de este proyecto internacional.
La novela es divertida y correcta, pero nada del otro mundo. Las expectativas que despierta el título son demasiado altas, pues habría sido hermoso ver a Klem enfrentado a los agentes de los inmortales Nueve que ya retrató Farmer; pero en lugar de esta gran aventura, tenemos el típico correcalles (correpaíses) con bellas agentes secretas metidas en la cama del maestro de espías, crótalos venenosos, traiciones, los esperables giros inesperados, y una sencilla aventura más que apuntar en el currículum de Klem y de González Ledesma. Lo que podría haber sido muy grande se queda en anecdótico; pero no quiero restarle el mérito a Silver Kane por ser el primero en usar el concepto de los Nueve Desconocidos en una ficción española, ni negarle la originalidad, por disparatada, de esta "triple alianza contranatura" que tenía por objetivo fomentar la paz en nuestro planeta.
Quizá lo más fantástico sea que todo fuera idea de Richard Nixon. Aunque bien pensado, quizá, detrás de estos Nueve Desconocidos estuviera Henry Kissinger. Sí, eso tendría más sentido... sobre todo, visto en qué quedó el acuerdo de colaboración al final de la novela...
Henry Kissinger y Mao Tse Tung, viejos amigos (desde 1971, extraoficialmente), reunidos en público, en contra de sus costumbres... |
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