El día 14 de septiembre de 2014, mi colega sherlockiano Luis Emilio Reñé compartió en el grupo de Facebook del Círculo Holmes una imagen con texto que recogía las que Reñé consideraba "tres reglas del pastiche holmesiano". La imagen era la siguiente:
Las tres reglas, según Luis Emilio Reñé. |
(Nota: no he tenido oportunidad de aproximarme a ninguno de los productos cuyas portadas recopilamos arriba. Esta selección es aleatoria).
No obstante, y con el espíritu holmesiano a cuestas (esto es, la necesidad de cuestionar absolutamente todo lo que no sea empírico), me tomé la molestia de escribir un pequeño texto en el que ponía en duda las reglas de Reñé. Lo curioso del asunto es que lo redacté en un archivo de Word, lo guardé, lo olvidé por completo y quedó sepultado en algún rincón del ordenador.
Visto con perspectiva, las tres reglas de Reñé no son descabelladas, y mis objeciones resultan un tanto ingenuas. Pero también es cierto que, en 2014, servidor no esperaba que Holmes fuera a sufrir un nuevo boom pastichero que convertiría a los anteriores en meras anécdotas.
Este es el texto, redactado el día 16 de septiembre de 2014:
Con respecto a las “tres reglas del pastiche holmesiano” propuestas por Luis Emilio Reñé:
La 1ª: En esencia, es correcta. No obstante, tiene ciertas fallas. Para empezar, implica que Holmes debe aparecer en un pastiche holmesiano, y esto es falso. Hay pastiches protagonizados por personajes del entorno de Holmes, y los consideramos igualmente sherlockianos (por ejemplo, muchos pastiches perfectamente válidos en torno a Moriarty, Watson, Lestrade, etc). Por otra parte, son cientos los pastiches de Sherlock Holmes que han prescindido de esta regla y se han limitado a tomar el nombre de Holmes en vano (por ejemplo, la larga serie —más de 200 títulos— de pastiches alemanes publicados a principios del siglo XX en los países de habla no inglesa, serie que propició la aparición de muchos derivados escénicos). Sin embargo, estoy de acuerdo en que Holmes no sólo tiene que llamarse Sherlock Holmes, sino que además tiene que parecer Sherlock Holmes. En caso contrario, se convierte tan sólo en un tipo con una pistola y un deerstalker que de vez en cuando dice “Elemental, querido Watson”. Y aunque esto lo haga reconocible como Sherlock Holmes (para el imaginario contemporáneo), no significa que lo sea. Holmes debe ser reconocible aunque no se mencione su nombre (Asimov decía que a veces, para evocar al Maestro, bastaba con decir “un hombre alto”...). Y lo mismo vale para cualquier otro personaje, sea del Canon o de la obra de otros autores.
La 2ª: Esta regla es pura arbitrariedad o el deseo fantástico de un lector. Nadie que se dedique a escribir (pastiches sherlockianos o novela rosa o cuentos para niños) elabora diez tramas y elige “la mejor”. De hecho, en el proceso creativo, lo normal es elaborar (imaginar) diez tramas o más, y no escribir ninguna de ellas, sino otra cosa distinta.
La 3ª: Existe lo que llamamos “el pastiche revisionista”, que abunda precisamente en este punto: enmendarle la plana al Canon con nuevas y sorpresivas revelaciones (véase The Seven-Per-Cent Solution de Meyer, que generó en los 70 todo un aluvión de nuevos pastiches —algunos tan buenos como Exit Sherlock Holmes de Robert Lee Hall— y un auténtico boom comercial). Es decir, ¿tenemos que establecer que el Canon transcurre en un mundo alternativo donde los fabricantes de cartuchos Eley también producen revólveres como el modelo Eley nº2 de Watson, o podemos asumir que se trata de un error y que el doctor tenía un Webley, aunque esto contradiga de algún modo el Canon? Por otro lado, ¿es deseable que se respete el Canon en un pastiche? Sí, porque hace que “todo encaje”. El problema que tiene este punto es que Conan Doyle se habría reído de él. Pero claro, Doyle no era precisamente un estudioso sherlockiano obsesionado con la coherencia y la continuidad, sino un profesional que escribía historias a cambio de dinero... El Canon es consistente, pero contradictorio. De modo que un pastiche, para respetar el Canon, podría contradecirlo pero tendría que ser consistente con las Sagradas Escrituras. ¿Esto es deseable? Sí, pero no es óbice en absoluto.
La “regla no imprescindible” es tan prescindible que, si la aplicamos al Canon, tendremos que eliminar “The Adventure of the Creeping Man”, por ejemplo. A esto hay que añadir lo que podemos llamar “El Problema de las Creencias del doctor Doyle” y su fe en el espiritismo, un hecho que muchos pasticheros han utilizado para desvirtuar el célebre “No Ghosts Need Apply” (SUSS) de Holmes. La idea es vieja y sigue siendo tan atractiva como la de mezclar al Gran Detective con asuntos de ciencia-ficción. A muchos no les gustan los pastiches holmesianos fantásticos. Sin embargo, centenares de autores consagrados a meter a Holmes con marcianos, vampiros y viajes a otros mundos parecen resueltos a demostrar que sí es una opción viable y válida.
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