lunes, 22 de abril de 2024

Esperando a que se invente la rueda

Ayer, domingo 21 de abril, di por concluidas mis sesiones de firmas con motivo del Día del Libro, esa discutible fecha en que se concentra un alto porcentaje de las ventas de libros anuales, junto con la fiestas navideñas. Las cifras son apabullantes (no las voy a mencionar), e indican que, en lugar de comprar libros a lo largo del años, se adquieren en determinado momento por determinados motivos. Lo posiblemente diga algo acerca de los hábitos de lectura en España.

Eduardo Moreno Alarcón y Alberto López Aroca, Plaza del Altozano (Albacete), 21 de abril de 2024. Fotografía del escritor Carlos Walter Martínez.

No fue de este complejo y espinoso tema de lo que estuvimos hablando Eduardo Moreno Alarcón y servidor durante los ratitos en que no estábamos firmando y atendiendo las demandas de los lectores, exigentes, y con razón: los lectores no exigentes son más bien compradores o regaladores de libros (y brindo por su existencia; al párrafo anterior me remito).

De lo que hablamos Eduardo y yo fue de la literatura que nos gusta, de autores a los que admiramos, y de lo curioso que es el mundo de la industria editorial y lo azaroso que es el oficio de escritor. Desde la última vez que me había sentado en una mesa con Eduardo, ya habían transcurrido casi doce años. Fue el 21 de julio de 2012, durante la celebración del primer (y único, por ahora) Sábado Negro de Albacete, un festival de un día que ha quedado en el recuerdo de los asistentes, y en el olvido voluntario de posteriores organizadores de eventos en mi ciudad. (Esto de los olvidos voluntarios forma parte intrínseca de la industria literaria y del mundillo: nadie sabe dónde nació Cristóbal Colón, pero, salvo un día en concreto al año, todo el mundo se lo quiere adjudicar. También sucede algo parecido con la rueda: año tras año leo declaraciones de personas que aseguran haberla inventado recientemente...).

 

 

Cuando conocí a Eduardo tan sólo había publicado un libro, Lo que vino de las profundidades (2010), que es un satisfactorio y breve volumen de relatos fantásticos y de terror, con una ilustración de cubierta maravillosa. Sobre ese libro hablé, en directo, durante el Sábado Negro, con Eduardo. Fueron veinte minutillos de presentación. Hoy, Eduardo tiene en su haber un catálogo de títulos mucho más extenso (novelas, relatos, teatro...); también se ha convertido en actor (algo que a mí me parece casi sobrenatural) y se mueve con soltura por entre los vericuetos locales y nacionales sin hacer demasiado ruido y siempre de un modo amable y humilde, como es él. Tan amable y humilde que casi no parece escritor de oficio, pues a los autores "normales", el ego no se nos puede extirpar quirúrgicamente, sino a base de palos gordos. Palos quirúrgicos, como el que usaba Sherlock Holmes en Estudio en escarlata para comprobar la posibilidad de generar hematomas post-mortem en un cadáver.

Le dimos un repaso a Robert Bloch, a Richard Matheson, a Philip K. Dick, a Ramsey Campbell; recordamos la antología de los Mitos de Cthulhu de Llopis, y pasamos del frío al calor abrasador en cosa de minutos.

 


Me llevé (firmadas) dos obras de Eduardo: la novela corta Ojos de vidrio (2023) y un relato escrito en colaboración con Pedro Pastor, Visionarios (2024), sobre el viaje a la Luna. Eduardo Moreno es confeso ejecutor de novelas cortas (a veces tan cortas que se quedan en cuentos), y da tanto gusto charlar con él que me apena profundamente que viva en su localidad de nacimiento, Almansa, a unas 18 horas a pie desde Albacete. Si estuviera más cerca, estoy seguro de que podríamos vernos con frecuencia y hablar de nuestros héroes. Además, nos interrumpieron justo cuando empecé a soltarle a Eduardo mi rollo macabeo sobre la larga tradición de novela corta española en el terreno de la literatura popular y los bolsilibros. En fin, en otra ocasión...

 


De momento, Eduardo y yo tendremos que esperar a que alguien invente la rueda de una buena vez para que el trayecto se pueda realizar en menos tiempo, porque caminar 18 horas seguidas para hablar de libros son demasiadas horas, incluso para nosotros, que amamos la literatura. Pero hasta entonces, habremos de conformarnos con estos encuentros formales en días señalados por las leyes del comercio. Y leernos, de vez en cuando.

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