sábado, 31 de agosto de 2024

Resumen de la segunda quincena de agosto de 2024

 


 Por fin, por fin, por fin termina el malhadado mes de agosto, epígono de los hornos infernales de julio y discreto anunciador de futuras temperaturas más bajas y dichosas. Durante esta última quincena, la tripulación del Matilda Briggs no se ha tomado días libres ni vacaciones, pues ha tenido tiempo de ahondar en la obra de Juan Gallardo Muñoz e incluso especular sobre un título que no hemos leído. Hemos tenido que lamentar, demasiado tarde, el fallecimiento de uno de los pilares del bolsilibro español, tal y como lo conocemos: el gran Lou Carrigan, uno de los grandes maestros. Hemos echado un vistazo a ciertos avistamientos diabólicos en el siglo XIX; James Ellroy nos ha contado una tierna historia de amor repleta de perversiones criminales; Frank de Felitta nos ha regalado su homenaje a Alfred Hitchcock, en forma de novela de a duro hipertrofiada; y también hemos vuelto con John Grisham, que cada día nos cae mejor, y no sólo por su capacidad de supervivencia en el mundo editorial de las últimas décadas, sino porque es un narrador nato, como lo es Stephen King, Curtis Garland, Arthur Conan Doyle o Henry Rider Haggard. Con éste último hemos hecho una visita a Zululandia, nada más y nada menos.

Aquí tienen todo este material inflamable, al alcance de la punta de los dedos. Sean bienvenidos.
 



jueves, 29 de agosto de 2024

El intermediario (2005), de John Grisham

 

Cubierta de Alejandro Colucci (2005)

23 de agosto de 2024

Lo prometido es deuda: hemos vuelto con John Grisham de quien hablábamos hace apenas unos días, y con una novela que forma tándem con La Hermandad: El intermediario (The Broker, 2005) es, de nuevo, una obra que se salta el argumento favorito de Grisham para presentarnos una trama de espionaje internacional, ingenio, la CIA, la presidencia de los Estados Unidos de América, y un criminal tan simpático, tan cínico y tan bastardo que nos cae bien desde su primera aparición en la historia.

 

La primera edición de The Broker (2005), de John Grisham.


El criminal en cuestión es Joel Backman, de profesión, broker. En castellano, estamos familiarizados con este término cuando nos referimos a un agente o corredor de bolsa, pero también se utiliza en el sentido de intermediario (que se parece bastante a agente, pero no es lo mismo). En este caso, Backman es intermediario, en efecto, y de la peor calaña imaginable: es mediador político, económico, financiero... Para entendernos: Backman es un abogado de Washington que practica cualquier oficio menos la abogacía. Se dedica al tráfico de influencias, a la creación y manipulación de grupos de presión; a los grandes negocios, a las grandes transacciones de dinero, al "hoy por mí, mañana por ti", pero sin la parte de "mañana por ti". Backman es un individuo temido, odiado y necesitado tanto por políticos como por empresarios de todo el mundo: es el tipo al que recurrir si tienes un problema, si quieres financiación, si quieres mover cierta mercancía especial sin que nadie lo sepa y obtener el máximo de beneficio. Backman es un triunfador, un mujeriego, un mentiroso, un vendedor de humo, una criatura abominable que no sabe lo que es un arma de fuego pero maneja los hilos del poder como si fueran pistolas. A Backman no se le dice "no". A Backman hay que invitarlo a las cenas importantes, incluso en la Casa Blanca. Los diversos lobbies lo escuchan, lo toman en cuenta e incluso le obedecen.

Backman es un monstruo humano, y que me maten si Grisham no logra que estemos de su parte todo el tiempo.

Y es que Joel Backman está condenado a prisión, incomunicado y muy jodido. Se declaró culpable de un delito relacionado con espionaje y con planos y documentos del Pentágono, y lo hizo para salvarle el culo al resto de sus compañeros del bufette y a su hijo Neal, un recién llegado al mundo de los negocios extraordinarios. Sobre Backman pesa una condena de 20 años, de los cuales ha cumplido seis. Seis años de encierro que le han permitido seguir con vida, pues su última hazaña, la que lo llevó a la cárcel, estaba relacionada con un secreto militar y científico robado por un grupo de cerebritos informáticos de Pakistán (nada menos), mejorado por dichos cerebritos, y que Backman y un senador o congresista amigo suyo habían medio vendido a los israelíes, los árabes, los chinos, los rusos y los Estados Unidos. Mil milloncejos de dólares tenían la culpa. Millones que, o bien se han perdido para siempre jamás, o bien Backman tiene guardados bajo un colchón que está dentro de una cámara acorazada enterrada en el centro de algún planeta muy lejano. Todo es posible.

Nuestra historia da comienzo cuando el saliente presidente de los Estados Unidos y su vicepresidente, socio y amigo de toda la vida, andan dándole vueltas a la posibilidad de vender indultos. Así, como suena. Y no es que Bakman haya tenido la posibilidad de intentar comprar a un presidente; pero resulta que la CIA, encabezada por Teddy Maynard —al que conocimos en La Hermandad—, pide o casi ordena al hombre más poderoso del mundo (ejem, ejem) que indulte a Joel Backman. ¿Para qué? Ah, amigos: ese es el quid de la cuestión.

Con este planteamiento, viajaremos con un Backman bastante arrepentido de su pasado —por las consecuencias que ha tenido para él, no porque piense que haya actuado mal en ningún momento— hasta Italia, donde vivirá para aprender el idioma nacional a toda velocidad, bajo la estrecha vigilancia de sus únicos "amigos", y amenazado por la sombra del asesinato en cada esquina.

Y es que todos sus enemigos lo buscan para torturarlo y matarlo... y esto incluye a sus misteriosos benefactores.

***

El intermediario no es una novela de acción (aunque haberla, hayla) ni de misterio (aunque algún secreto sí que se nos desvela), ni tampoco un thriller vibrante. Es, simplemente, una buena historia bien escrita, a la que podemos poner los calificativos que nos dé la gana, aun sabiendo que no vamos a catalagarla correctamente: serie negra, espionaje... ¿aventuras? Yo me decantaría por este último género. Aventuras, sí, sin duda... pero muy, muy grishamianas.

(NOTA: Ya lo he hecho. Ya he escrito grishamiano. Ya no hay vuelta atrás. Ya he reconocido el estilo de este autor, que me va a resultar muy difícil comparar con otros. Mucho me temo que Grisham marcó un antes y un después. Quizá me equivoque, pues aún tengo mucho que leer de nuestro abogado escritor y de sus contemporáneos. Pero me da en la nariz que, a pesar de la antiquísima existencia del Perry Mason de Erle Stanley Gardner, Grisham creó escuela. Ya veremos...)

(NOTA 2: Hasta donde he podido averiguar, Teddy Maynard sólo aparece en las dos novelas mencionadas. Topármelo en la segunda, que es la que nos trae aquí, ha sido un sorpresón y una alegría. Me temo que Grisham decidió jubilar a este personaje. Ojalá me equivoque).

miércoles, 28 de agosto de 2024

Marcha fúnebre de las marionetas (1990), de Frank de Felitta

 


 

27 de agosto de 2024

Al neoyorquino Frank de Felitta (1921-2016) le estaré eternamente agradecido por dirigir un vulgar telefilme que, hoy, recordamos todos los aficionados al terror. (Todos lo que brincamos de los cuarenta años, quiero decir). Se trata de La oscura noche del espantapájaros (1981) protagonizada por un odioso Charles Durning, a quien todos amamos odiar por su papel en El golpe (1973). La peli del espantapájaros, que yo recuerde, se distribuyó en España en vídeo, e imagino que la emitieron en el canal UHF (se pronuncia "eluachefe") en algún momento a principios de la década de 1980. (Consejo gratis para plataformas de televisión en línea: cread un canal que se llame UHF y que emita cosas de los tiempos del UHF, incluida la carta de ajuste y anuncios ochenteros. Para empezar, todos los Documentos TV en la época en que el programa abría con la sintonía de Ry Cooder para la película Paris-Texas). Como bien indican las reseñas de acá y allá, esta película inauguró el subgénero de "espantapájaros asesinos", que con el tiempo ha crecido. Aún hoy tenemos obras de autores que, con esa idea, acaban de inventar la rueda para los nuevos públicos. Cualquier día de estos inventarán el vampiro y el hombre lobo.




Las otras obras literarias más o menos célebres de De Felitta son El exorcismo de Audrey Rose y El ente, dos películas basadas en novelas de este autor nada prolífico. No las he leído y, a pesar de los pesares, probablemente lo haga en algún momento, en el futuro. Pero no mañana ni pasado.

 



 ***

Ahora, vamos con la parte dura: hablar de esta novela que me ha generado sentimientos encontrados. Por una parte, es un relato correcto. Por otro, es una historia que ya he leído mil veces. Se denomina detective, chica y asesino en serie con truco.

En este caso, el truco es Hitchcock.

Con estos datos, ya tiene usted la novela completa. Sí, es exactamente como se la imagina. No hay sorpresa. Me remito a la

SINOPSIS

Un asesino comete varios crímenes que, de alguna manera, imitan los asesinatos que aparecen en películas de Alfred Hitchcock. El detective Santomassimo se encarga del caso y recurre a la ayuda de la joven y guapa profesora Kay Quinn de la universidad. El detective y la profesora se lían. Al asesino le da igual, él va a lo suyo. Todo el rato revolotea la sombra de las películas de Hitchcock. El asesino silba en una ocasión la melodía de introducción de la serie de televisión Alfred Hitchcock Presents. El libro titula mal la pieza musical de Gounod, que en realidad es Marcha fúnebre para una marioneta, no "de las marionetas". A nadie le importa. El final es el que pueda imaginar el lector.




***

Edición original en tapa dura, 1990. Lo que el halcón sostiene en el pico no es un pedazo de masa encefálica, sino una palomita de maíz ensangrentada.



Lo lamentable es que Frank de Felitta haya ejecutado como novela larga (casi 350 páginas) una historia que Curtis Garland habría despachado en 96. Y eso es lo que pedía esta historia, que me extraña no se convirtiera en un telefilme: 96 páginas y ni una más.

El lector sabe, o debería saber, que no soy afecto a las malas críticas, y esta no pretende serlo. Ahora bien, lo que digo en el párrafo anterior, sin que vaya en detrimento (todo lo contrario) de Juan Gallardo Muñoz, es cierto: Marcha fúnebre de las marionetas podría haber sido un bolsilibro publicado en Selección Terror o en Punto Rojo, y habría resultado dignísimo, incluso es posible que muy bueno. Toda la parafernalia relacionada con Hitchcock es interesante, y Curtis Garland la habría aprovechado tan bien o mejor que De Felitta. El problema es que De Felitta tiene que meter un buen puñado de sentimentaloides escenas de cama que son relleno al 100%. Muchas, demasiadas partes del libro, las dedicadas al coleccionismo de mobiliario, o incluso las partes policiales, resultan huecas y falsas. Estamos ante un decorado de cartón piedra.

En 1991, cuando Ediciones B trajo a España Funeral March of the Marionettes en buena traducción de Antonia Kerrigan, Curtis Garland ya no publicaba nuevas novelas policíacas. Por entonces, Curtis había escrito cientos de historias con el detective, la chica y el asesino serial con truco, y ya no frecuentaba el género. Para mí, el problema es que la parte procedimental de nuestra novela recrea un tópico que nunca ha existido más que en la ficción, y que ya estaba obsoleto cuando De Felitta escribió y publicó su novela. En 1988, Thomas Harris había publicado El silencio de los corderos, que es una perversa versión del tópico "detective, chica, asesino serial con truco", en el que Harris invirtió los roles de los protagonistas (y, de acuerdo, aquí no tenemos detectives, sino agentes del FBI); y unos años antes, también nos había iluminado con El dragón rojo, del que podemos decir tres cuartos de lo mismo.



 

Pero esto no es lo más grave. Lo gordo es que el detective Fred Santomassimo (que yo he leído todo el tiempo como "Santomassino") es miembro de Los Angeles Police Department, y el escritor James Ellroy ya llevaba un buen puñado de años contándonos su versión hiperrealista del LAPD. En 1990, cuando apareció la novela de De Felitta, también se publicó L. A. Confidential de Ellroy, la tercera entrega del "cuarteto de Los Ángeles". En 1990, quien más, quien menos, sabía que el LAPD tenía a sus espaldas una larguísima historia de corrupción policial, una historia que, lejos de terminar, estaba a punto de convertirse en el escándalo Rampart. (Es el caso en que se inspira libremente esa obra maestra televisiva que es The Shield).

¿Cómo podía competir De Felitta con la frescura, la modernidad, el descaro, la crudeza, las palabrotas de Ellroy? ¿Qué pudo decir cuando, en 1991, se estrenó la adaptación cinematográfica de The Silence of the Lambs? ¿Qué iba a hacer con su novela-guión sobre "el asesino Hitchcock", sino guardarlo en un cajón e intentar no volver a pensar en él?

Es más, ¿qué pensaría De Felitta cuando, en 1992, cayó en sus manos El eco negro de Michael Connelly? Después de leer la primera entrega de la biografía de Harry Bosch, detective del LAPD, ¿qué pensaría de su Fred Santomassimo, intrépido e impoluto detective descendiente de anticuarios italianos?

 


 

Además, ¿es que De Felitta no se había leído ninguna novela de Ed McBain y el Distrito 87 de Isola? ¿No había visto Hill Street Blues? Está claro que el autor no realizó el trabajo de documentación que sí hizo Arthur Hailey cuando publicó Detective en 1997.

Todo esto me ha rondado la cabeza durante la lectura de esta Marcha fúnebre. Mi conclusión es evidente: si se hubiera publicado en 1980, año en que falleció Alfred Hitchcock, habría tenido sentido. Habría sido un bonito homenaje. Se habría leído con interés e incluso con cariño. Publicarla y ambientarla en 1990... es, sencillamente, anacrónico.


Frank de Felitta.

lunes, 26 de agosto de 2024

Noticias de ayer: "El diablo en el siglo XIX" (9 de abril de 1895)


 

Tras leer el siguiente artículo de opinión (parece que es el texto editorial) que extraemos del Diario Catalán (Barcelona, 9 de abril de 1895), nos quedamos con la boca abierta ante la existencia indudable de un occult doctor francés, un médico, que usa por nombre de guerra el belicoso título de Doctor Bataille. Sus archienemigos: los luciféricos masones. Los fenómenos que Bataille describe: fantasmagóricas apariciones de Satanás; la existencia de un taller en Gibraltar donde el diablo Hermes, encarnado en forma humana, realiza sus terribles fabricaciones; sesiones espiritistas en Berlín durante las cuales se escuchan las voces de los condenados al Infierno; la increíble Sofía Walder, que atravesaba planchas de acero como si estuvieran hechas de humo; y aquella vez en que un esqueleto persiguió a un satanista, lo atrapó y le arrancó la cara de un mordisco.

Tendremos que estudiar con detenimiento esta obra y a este "Doctor Bataille" quien, al parecer, no era otro sino el tremendo vendedor de humo, estafador, escritor plagiario y ex masón Léo Taxil, archienemigo del general confederado Albert Pike. (Sobre Pike, no está de más echar un vistazo a la novela Los papeles póstumos, de Juan Carlos Monroy y el que suscribe). De Sofía [Sophia] Walder, sabemos que aseguraba ser la bisabuela del Anticristo.

En fin, demasiada información para un introito tan breve. Mejor, pasen y lean nuestro artículo, arrancado de las garras de las postrimerías del siglo XIX...

 

 
  

Masones adorando al Bafomet, figura supuestamente ideada en 1854 por el mago Eliphas Levi, que estaría relacionado con los Rosacruces. ¡Menudo cacao tenían los ocultistas del XIX! ¡Y eso que aquí no mencionamos el Amanecer Dorado ni la Teosofía!

 

Sophia Walder, la bisabuela del Anticristo. En serio. (New York Journal, 23 de agosto de 1896).

sábado, 24 de agosto de 2024

Edición de muerte (Agente Federal nº241; 1971), de Donald Curtis: una especulación bien fundada

Edición de muerte (1971): ¿una aventura hasta ahora desconocida de Brian Kervin?


 

24 de agosto de 2024

La investigación de la obra de Juan Gallardo Muñoz no deja de depararnos nuevas informaciones y sorpresas, incluso cuando la realizamos de forma superficial.

Tomemos, como ejemplo, la cubierta que reproducimos arriba: la he visto por primera vez hace apenas una hora, en la web de ventas Todocoleccion.net, la he examinado mínimamente, y me he percatado al instante de la frase en inglés, entrecortada, que aparece en portada: "M-31 and the Monster from Prehistory". Especulemos:

Sospecho que ese era el título que Juan Gallardo propuso inicialmente para Edición de muerte (Agente Federal nº241; 1971; hay reedición FBI Selecciones nº642; Rollán, 1974): M-31 y el monstruo prehistórico.

Para empezar, estamos casi con total seguridad ante una historia de Brian Kervin, Agente M-31, que no figura en nuestros listados de aventuras del James Bond de Juan Gallardo, un personaje sobre el que escribió no menos de 22 historias, entre novelas largas, cortas y relatos. Su primera aparición tuvo lugar en la novela Dedos de plata (FBI Club nº1, Rollán, 1965) de Curtis Garland; la última documentada fue la tardía La isla de los espías (Servicio Secreto nº1754; Bruguera, abril de 1984), también de Curtis Garland. Tan tardía que no se puede descartar que este finale de Kervin no sea, en realidad, una reedición de alguna de las viejas aventuras de M-31.

 



 

Digo que "no se puede descartar" porque, en el "apartado M-31" de los estudios curtisianos, no tengo noticia fehaciente de nadie que se haya leído todas las aventuras conocidas de Brian Kervin. Yo no lo he hecho y, por supuesto, ni tengo ni he leído Edición de muerte, que habremos de sumar a la serie, repetimos, casi con total seguridad.

Los listados de la serie los van haciendo los aficionados curtisólogos a golpe de lectura, y la información pasa de unos a otros por vasos comunicantes virtuales. Ahora mismo, en línea, encontramos el listado que realizó Alberto Sánchez Chaves en abril de 2016, en La Memoria del Bolsilibro; y el de Carlos Díaz Maroto, en diciembre de 2016, en Universo Bolsilibro. (Al margen, están los títulos de la serie fichados en La Tercera Fundación, que toma como fuentes los listados anteriores y las aportaciones más actuales).

Emprender una reedición cronológica de las aventuras del súper agente Brian Kervin constituye un riesgo claro de no hacer un buen trabajo, de dejar algún título fuera de esta hipotética nueva edición.

Al margen, me había planteado al comenzar estas líneas la posibilidad de especular sobre el sugerente contenido de esta novela: M-31 y un monstruo prehistórico sugiere un Scooby Doo del tamaño de MechaGodzilla, pero también un viaje en el tiempo, experimentos nucleares en el fondo de los océanos, el Lago Ness, "La sirena del faro" de Ray Bradbury, o cualquier cosa imaginable. Pero finalmente, optaré por tener paciencia hasta que Edición de muerte (¿una trama sobre un libro maldito o prohibido... pero con monstruos prehistóricos? ¡Qué disparate tan maravilloso!) caiga en mis manos y pueda leerla y saber y opinar de primera mano.

Y un último pensamiento: James Bond, que yo sepa, nunca se enfrentó a un dinosaurio. Brian Kervin, al parecer, sí. Qué grande era Curtis, y cuántas alegrías nos da a sus lectores.

 

"La sirena del faro" de Ray Bradbury (1951).

viernes, 23 de agosto de 2024

Lou Carrigan ha muerto, pero ya es inmortal

 

Lou Carrigan (1934-2024)


22 de agosto de 2024

Me acabo de enterar del fallecimiento de Lou Carrigan, el más célebre nombre de guerra de este oficial (creo que llegó a general) del Ejército de las Novelas de a Duro: Antonio Vera Ramírez (2 de julio de 1934-29 de julio de 2024).

Siempre que sale a colación el tema de "los mejores autores de bolsilibros", e incluso "los mejores autores de novela popular española", el nombre de Carrigan está en las quinielas y en los listados. Es uno de los favoritos de casi todos los lectores, un peso pesado. Creo recordar que, de niño, era vecino de escalera de Rafael Barberán (Ralph Barby, otro peso pesado), y su hermano Francisco, fallecido en 2019, también ocupa un lugar destacado en el rankin bolsilibresco (coronel, por lo menos) bajo el pseudónimo de Mortimer Cody, entre otros.

 



 

Con su aire a caballo entre Sancho Gracia y Tom Jones, corpulento y seguro de sí mismo, Lou Carrigan tenía el aspecto que imaginamos en muchos de sus personajes masculinos: un tipo duro capaz de imponer la ley a golpe de puñetazos. Curioso es, pues, que su personaje más conocido a nivel internacional sea una heroína de armas tomar: la espía Brigitte "Baby" Montfort, publicada con gran éxito en Brasil, y a la que Carrigan dedicó unas 500 novelas cortas.

 

Una de las centenares de aventuras de Baby Montfort, el personaje más longevo de Lou Carrigan, y estandarte de las heroínas de la novela popular española.

 

Desde su primera novela, el western Un hombre busca a otro hombre (Salvaje Oeste nº43, Ferma, 20 de marzo de 1959), Carrigan pasó por todos los géneros de la novela popular con éxito, aunque está claro que su tendencia natural era la del suspense, la serie negra y la aventura de espionaje. Unas 1000 novelas llegó a firmar Antonio Vera Ramírez como Carrigan o con cualquier otro de sus muchos pseudónimos. Y su ingente trabajo, como sucede con nuestra literatura para el gran público, todavía está por reivindicar, por releer, por valorar.

Descanse en paz.

 

Salvaje Oeste nº43, Ferma, 20 de marzo de 1959: la primera novela de Lou Carrigan.

***

Es una tristeza y una falta negligente que admitimos el no haber traído a bordo del Matilda Briggs a Lou Carrigan hasta ahora. No tenemos excusa, y entonamos un mea culpa junto a nuestro pésame a los familiares del autor.

Lo que sí podemos hacer, a modo de homenaje y recuerdo, es recuperar un par de reseñas que, hace años, dedicamos a algunas de las más sobresalientes, extraordinarias obras de Lou Carrigan. Ambas están recomendadas por el que esto firma, pues son carne de inmortalidad literaria... si es que el atento lector se decide a hincarles el diente (son fácilmente conseguibles; palabra de honor). Cada vez que alguien lee una de sus obras, Lou Carrigan (es decir: sus pensamientos trasladados al papel, sus tramas sádicas, directas, violentas, apasionantes, divertidísimas) vivirá de nuevo. Y en eso consiste la inmortalidad, por ahora. La resurrección de los muertos se la dejamos a la religión católica y a los doctores Victor Frankenstein y Herbert West. Y casi mejor a estos dos últimos, que inspiran mayor confianza. A fin de cuenta, son científicos...

***

En la boca del lobo (1973)

Reseña publicada originalmente en el blog Novelas de a duro, el 25 de julio de 2013.

 

 

En la boca del lobo, de Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez; Terror nº36, Rollán, 1973. Hay ediciones en Selección Terror nº183, Bruguera, agosto de 1976, portada de Desilo sin acreditar; Selección Terror nº465, Bruguera, 1982, no sabemos de quién es la portada; y Selección Terror nº43, Ediciones B, 1993, portada de Alberto Pujolar reciclada de Selección Terror nº130).

No todos los bolsilibros de Bruguera eran originales realizados ex-profeso por los diversos autores para las diversas colecciones, sino que de cuando en cuando y al igual que hizo la colección Galaxia 2001 de Andina/EASA hasta la saciedad se colaba alguna novelita que ya se había publicado en otra editorial. Por ejemplo, este En la boca del lobo, que Antonio Vera escribió para Rollán en 1973.


Melville Roark es un hombre hecho a sí mismo, posee una mina de carbón en Alaska, un socio joven y de confianza, y una esposa bella, deseable y mucho más joven que él.
Y mucho dinero.
Así que no es de extrañar que la buena de Mae Roark y el joven Gordon Owells hayan decidido que, antes de tomar la avioneta que los llevará a Anchorage, tienen que matar a Melville y deshacerse de su cadáver. Después, podrán gastarse su dinero en algún lugar paradisíaco.
Pensado y hecho.
Sólo que...
Bien, en la avioneta, además de Charlie, el amabilísimo y simpático (y pintoresco) piloto pelirrojo pecoso que siempre dice "¡Caracoles!", viajan una par de mineros sin suerte que también van a Anchorage. Y en mitad de vuelo, Mae se da cuenta de que, tras haber descuartizado el cadáver de Melville y haberlo convertido en cenizas (con carbón, claro), no limpió el hacha que Gordon utilizó para acabar con Roark. Hay que dar media vuelta. Pero...
Pero los dos mineros sin trabajo saben quién es Mae Roark y, a punta de pistola, anuncian que nada de media vuelta, que el avión irá adonde ellos quieran, y que Melville Roark tendrá que pagar 200.000 dólares por recuperar entera a su mujercita. Pero...
Pero cuando ya está claro que aquello es un secuestro, los motores de la avioneta dejan de funcionar. Y lo que a este grupo de majísimos exponentes del género humano les espera abajo, son los abetos, la nieve... y los lobos.
Y esto no es más que el comienzo...
Una novela estupenda, un thriller que parece una historia de los hermanos Cohen (concretamente de los primeros hermanos Cohen, los de Sangre fácil), y que resulta muy satisfactoria a cualquier nivel.
La recomiendo mucho, mucho, mucho.


(Otra reseña de esta novela, en este caso realizada por el amigo Francesc Barceló, se puede encontrar en su blog EL QUIOSCO DE LA RAMBLA).


SOBRE LAS PORTADAS:
Merece la pena echar un vistazo al historial portadístico de esta novela que cuenta, como ya han visto ustedes, con cuatro ediciones distintas.
No hemos podido averiguar quién es el autor de la cubierta para la edición original en Rollán (es la imagen que abre esta entrada) y tampoco hemos conseguido dicha cubierta en una resolución mayor.
 

Selección Terror nº183, 1976. Portada de Desilo. Atentos a la errata en SELEOCIÓN; una cosa bastante rara, puesto que estas cubiertas se maquetaban con plantilla... ¿O estoy equivocado?


La portada de Desilo para la edición de 1976 se recicló para una novela de Curtis Garland publicada en Selección Terror nº515, y que ya hemos reseñado en este blog.


Selección Terror nº515, 1983. Portada de Desilo (reciclada del nº183)

Otra edición de En la boca del lobo apareción en Selección Terror nº465, y tampoco hemos podido averiguar quién es el portadista.


Reedición en Selección Terror nº465. ¿Quién será el portadista? 



Selección Terror nº43, Ediciones B, 1993. Portada de Alberto Pujolar (un reciclaje)

 
La cuarta edición de "En la boca del lobo" corresponde a Selección Terror nº43, de Ediciones B. En este caso, se recicló una portada del gran Alberto Pujolar, correspondiente a Selección Terror nº130 de Bruguera.
 

Selección Terror nº130, Bruguera, 1975. Cubierta de Alberto Pujolar.



ÍTEM MÁS:
Como curiosidad animal, les dejamos aquí un par de portadas de bolsilibros que también se titulan En la boca del lobo y que nada tienen que ver con la novela de Lou Carrigan. (Hay montones de tebeos con ese título: números de The Phantom, Jabato, El Corsario de Hierro, Jorge y Fernando y otros muchos, alguna película, e incluso una novela de Karl May. Y más, claro).



Hazañas Bélicas nº441, Toray



Colección Pistolero nº82, Astri


***
 
 
Los pajaritos ciegos, de Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez; La Huella nº81, Bruguera, Barcelona, mayo de 1976. Portada de Salvador Fabá. Reedición en Servicio Secreto nº1716, Bruguera,. 1983; y en Punto Rojo nº50, Ediciones B, 1994).
 
 

Servicio Secreto nº1716, Bruguera, 1983

 
El psiquíatra Amos Grant decide prestar sus servicios a la policía de Nueva York. Y llega en buen momento, pues hay un par de asesinatos aislados que presentan puntos en común: cuerpos cosidos a puñaladas y, detalle macabro, los ojos pinchados repetidamente con agujas (post-mortem, por suerte). Para llevar a cabo la investigación, Grant contará con la ayuda (o viceversa) del sargento de detectives Kester Hyde, que es un poli de los buenos, de los duros, de esos que molan.
El caso los llevará por lugares sórdidos, como una agencia de actores porno, discotecas con muchas luces (recordemos que estamos en los 70) ambientadas por grupos musicales compuestos no se sabe si por hombres o mujeres (porque ¡llevan el pelo muy largo!), la casa donde viven dos simpáticas ancianas un poco raritas ellas y otros lugares divertidísimos... Y por supuesto, los héroes tendrán que vérselas con asesinos a sueldo y con guapas mozas retozonas deseosas de echarse novio. Todo esto, con el trasfondo de una serie de crímenes que, al parecer, tiene su origen en los viejos buenos tiempos de un grupo de amigos, que cuando eran niños hicieron algunas cosas de las que quizá no estuvieran demasiado orgullosos...
Nuestro amigo, el escritor Carlos Díaz Maroto, tiene en altísima estima este thriller psicológico y bastante bestia del maestro Lou Carrigan, y no seré yo quien le lleve la contraria, pues me lo he pasado bien. Yo diría que la historia debe mucho a las muchas secuelas, imitaciones y knock-offs realizados sobre el clásico Psicosis de Hitchcock (ni me molesto en mencionar la novela original de Robert Bloch, eclipsada por el filme), y quizá con cierta terrorífica película que no voy a mencionar aquí para no dar más pistas... Todo esto, aderezado con una pareja de polis que, para variar, no son "el poli bueno y el poli malo", ni "los dos polis opuestos", pues en realidad, aunque uno sea un veterano y el otro un psiquiatra, ambos son muy buenos a la hora de repartir estopa.
Que sí, que está muy bien la novelita, y cuenta con detalles tan jodidamente escabrosos que, lo confieso, me revolvió las tripas. Muy recomendable.


(Otra reseña de esta misma novela, en Bolsilibros Bruguera, por Antonio Guerrero).
 

Punto Rojo nº50, Ediciones B, 1994.