viernes, 8 de septiembre de 2017

Mi amigo José Goás Jul: escritor, sherlockiano, ripperólogo...

"It is with a heavy heart that I take up my pen to write..."
Doctor John Watson, "The Final Problem"

José Goás Jul (7 de julio de 1968-8 de agosto de 2017)



Hoy el mundo es peor.
Hoy he perdido a mi amigo José Goás Jul, escritor, estudioso sherlockiano, pastichero, ripperólogo de primer orden, connoisseur de cinematografías oscuras, duelista (dialéctico y también con el florete), y muchas cosas más que habrán de quedar en el ámbito del recuerdo de familares y allegados.
Para mí, es una tragedia. Pienso en todo lo que nos dio, y pienso más en todo lo que aún tenía que ofrecernos, pues es mucho lo que ha quedado pendiente y lo sé de primera mano. Hoy nos han privado de un magnífico libro acerca de Jack el Destripador en el cine, así como de un buen montón de nuevas y buenas historias sobre el Maestro de Baker Street. El mismo José se lo dijo hace unos meses al compañero Luis de Luis Otero en una entrevista: "No tengo pensado dejar de escribir aventuras de Sherlock Holmes. Nunca".
No encuentro un modo de hacer justicia con palabras a José Goás: para mí, ha sido y es uno de lo últimos caballeros de otro tiempo mejor (o más sensato, a mi entender) que este; no sólo un amigo, sino también un aliado incondicional. Ya quedan pocos como él, y por eso decía que, hoy, el mundo es peor, más escabroso, más oscuro, menos inteligente, menos agudo, menos certero, menos libre...
De su trabajo como escritor, nos ha legado una serie de libros (todos ellos con portada de su hermano Julio), relacionados con Sherlock Holmes, que incluyen novelas, relatos y traducciones; así como artículos y relatos, distribuidos aquí y allá. Alguna vez los recuperaremos, vaya si no.
Y luego, insisto, está todo lo que ha quedado pendiente por hacer o por terminar.
Odio que la vida, tan traicionera, me robe amigos, y odio esta nueva, innecesaria, injusta ausencia.
Odio tener dudas sobre Holmes o el Destripador y que José no esté ahí, al otro lado del teléfono o al otro lado de la mesa, tras la jarra de cerveza, para resolverlas. Y odio darme cuenta de que no podré volver a recurrir a él; no volveré a tener el placer de conversar con él en serio, sin tapujos ni eufemismos ni palabras huecas... conversar sin temor y sin cuidado, que es uno de esos placeres que cada vez nos permitimos con menos frecuencia.
Es una pérdida enorme, terrible, aplastante, pues es la pérdida de uno de los hombres más buenos y sabios que he conocido... una pérdida que siempre llevaré conmigo.

Alberto López Aroca,
8 de septiembre de 2017