viernes, 29 de septiembre de 2023

La forma en que algunos mueren (Lew Archer nº3), de Ross MacDonald

19 de septiembre de 2023

La forma en que algunos mueren, de Ross Macdonald. Editorial Alfa, Colección Los Extraordinarios, 1985.

De acuerdo con Philip José Farmer, el detective privado Lew Archer era hijo natural de Sam Spade y de la esposa de su socio, Archer. (Farmer también decía que Spade era descendiente del profesor George Edward Challenger, creo recordar que por vía del periodista Edward Malone y Enid, hija de Challenger. Pero no me hagan mucho caso. Ni a Farmer).

Si continuamos con el punto de vista mitográfico creativo, el cronista de Lew Archer fue Kenneth Millar, que firmó la versión literaria de los casos de Archer con el nombre de Ross MacDonald. Millar recogió, al menos, 18 casos de Archer, publicados como otras tantas novelas entre 1949 y 1976, así como un buen puñado de cuentos más, alguos de ellos inconclusos.


 

The Way Some People Die (1951) es la tercera novela de serie de Archer, y en castellano está traducida como La forma en que algunos mueren. Siempre me resulta difícil decir cosas sobre las historias de Lew Archer, o al menos, cosas que no sean pura generalidad. Por ejemplo: es una lectura maravillosa y absolutamente recomendable. Te pone los pelos de punta y te hace reír, y la versión española realizada por Raquel Bengolea es muy buena, pero la edición habría necesitado un repasito ortotipográfico. No me atrevo a decir que sea una de las mejores novelas de la serie de Archer, porque, como decía mi querido y llorado amigo, el escritor vasco Javier Abasolo, "MacDonald sólo escribió una novela. Pero cada vez lo hacía mejor". Si La forma en que algunos mueren es la tercera de Archer, y El martillo azul (The Blue Hammer, 1976) es la última, no podemos detectar muchas diferencias, salvo el hecho de que El martillo... es una insuperable obra maestra de la literatura, un puro martillazo en la sien del lector, del que difícilmente se recuperará durante el resto de sus días.

 

De acuerdo con mis notas, mi primera (y un poco tardía) aproximación a MacDonald y su Archer fue el 5 de julio de 2010, con la lectura de El caso Galton (The Galton Case, 1959), octava novela de la serie. Poco después, el 9 de julio de ese mismo año, finalicé Dinero negro (Black Money, 1966), décimo tercera entrega de Archer. Y ahí tuve que detenerme, porque imagino que ya no soportaba más tensión dramática y más belleza. (Lo que me leí a lo largo del día 10 de julio, para distanciarme de esas sensaciones, fue el volumen Un hombre llamado Spade de Dashiell Hammett, mucho más directo y menos visceral que el puñetero Archer... pero me quedó la sensación de que sí, que el detective de la Costa Oeste era descendiente del tipo que investigó el caso del Halcón Maltés). Después, y hasta 2018, leí seis o siete u ocho novelas más de la serie de Archer, y luego alguna otra, y ahora La forma en que algunos mueren. Tengo la sensación de haber leído mil novelas de MacDonald y, al tiempo, como indicaba Abasolo, tan sólo una novela. La misma.


 

Lo que puede parecer una crítica, es en realidad la constatación de un hecho: soy incapaz de reproducir el argumento de cualquiera de las novelas de Archer. La que acabo de tragarme en un par de días comienza con una madre que busca a su hija desaparecida. Dentro de una semana, habré olvidado a los hermanos Tarantine, a los gángsters, al sheriff, al camello que abusa de chicas mientras ellas están de viaje por vía intravenosa, a Danning el actor frustrado, a la divorciada que vivía para cuidar a sus hombres... Estoy seguro de que olvidaré el desenlace y solución del misterio que ha pasado por ex boxeadores, matones, ladrones, estafadores, asesinos y, sobre todo, mentirosos. En las historias largas de Archer, es casi imposible seguir la pista del argumento, porque lo que realmente importa es todo lo que está sucediendo en cada escena, todos los retratos, todos los diálogos, todas las descripciones poéticas -que no aburridas, no, no, no, en absoluto- de los lugares que visita el protagonista, el festival de perfumes y hedores, el sexo implícitamente explícito (o al revés), el desfile de parias y de personajes insólitos o terriblemente familiares... El misterio, el caso, es tan sólo el hilo argumental, y si MacDonald comete algún error o hace alguna trampa, ni me entero ni me importa. Lo único que tengo claro es que el recorrido es siempre una gozada para cualquier lector dispuesto a dejarse llevar, y también, que Archer resolverá el caso y nos contará hasta el último de esos detalles que, en realidad, ya nos importan un bledo en las últimas páginas.

No sé cómo es posible que leyera dos novelas seguidas de Ross MacDonald allá por 2010; supongo que, como era más joven, no terminaba de creer lo que mis ojos y mi cerebro habían procesado, y tuve que repetir la experiencia, como un niño que quiere volver a subir a la montaña rusa porque la primera vuelta le ha resultado insuficiente.

Ahora soy más viejo y ya me conozco los entresijos de la atracción de feria casi de memoria. Y prefiero espaciar los viajes con Lew Archer, o prepararlos con antelación. Tantas emociones reales a flor de piel son demasiado para cualquiera. Al niño le gusta la montaña rusa, el adulto ha llegado a la conclusión de que sí, que está muy bien... pero le da un poco de miedo.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

La muerte ríe de noche (Punto Rojo nº950), de Curtis Garland


 

16 de septiembre de 2023

Me he zampado esta novelita en dos o tres sentadas, en el margen de 24 horas, lo cual es bueno. Lo que no es tan bueno es que no resista la comparación con La muerte que ríe (1985), del mismo autor y casi homónima. Es el problema de haber escrito casi 2.000 novelas: que las mejores se comen a las otras. O quizá eso no sea un problema, sino todo lo contrario.

El escritor neoyorquino Barry Scoffield, experto en misterios detectivescos literarios y continuador de Conan Doyle, Agatha Christie, Earl Derr Biggers y otros muchos, descubre en La muerte ríe de noche que, al contrario de lo que pensaba, los crímenes reales pueden ser tan absurdos, retorcidos, enmarañados e irresolubles como los de sus existosas ficciones. (Scoffield, por supuesto, pasa a engrosar la plantilla de nuestra Biblioteca de Babel, aunque no conocemos el título de ninguna de sus obras, ni siquiera de las más famosas).

Una noche, durante la cual el escritor y su bellísima y riquísima (en todos los sentidos) esposa están discutiendo civilizadamente los términos de su separación (por puro desamor o desapego), suena el timbre de la puerta. Scoffield va a abrir y se encuentra con el teniente Morgan Fry del Departamento de Homicidios de New York. Está allí porque una llamada anónima ha avisado del asesinato de la señora Scoffield. Barry se echa a reír, deja entrar al sabueso y procede a mostrarle a su ilesa mujer. Sin éxito, pues Sheila Scoffield se halla veinticinco pisos abajo, en mitad del asfalto, convertida en papilla. O ha saltado, o se ha caído, o la han empujado por encima de la baranda de la terraza.

El misterio está servido, y el hecho de que al mismo tiempo, en el piso inferior, se estuviera celebrando una fiesta de disfraces a la que había asistido un desconocido ataviado con máscara y traje de Jolly Joker, el comodín de la baraja francesa, lo complica todo. Cualquier solución lógica al misterio, más allá de que Barry haya matado a su mujer para heredar su fortuna, resulta mucho más increíble, improbable, que la de la más floja de las novelas de Scoffield.

Lo que el lector no puede saber, claro está, es que la verdadera solución, la real, es todavía más inverosímil. Y ahí está el gran Curtis Garland para hacernos tragar lo intragable, sin darnos ni tan siquiera un vasito de agua o un poco de respiro para que nos hagamos a la idea de que esta historia va a ser un auténtico disparate. Cosa que, por otro lado, importa poco, pues nos ha llevado a través de 96 páginas en las que el protagonista y narrador resulta ser un detective amateur incompetente, y el único Sherlock Holmes (en palabras de Scoffield) de la historia es la joven, guapa, atractiva, inteligente, intrépida, hábil, dispuesta y apasionada vecinita de Barry, Vivian, que ha leído todas las novelas del autor y permiso para salir de casa a altas horas de la noche.

Muy entretenida novela de Juan Gallardo Muñoz, con una impresionante portada de Jorge Sampere, en la que collagea con una carta del tradicional comodín. Se publicó en julio de 1980.

 

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martes, 26 de septiembre de 2023

lunes, 25 de septiembre de 2023

Allanadores, de David Morrell


Es ésta una curiosa incursión del creador de Rambo en la literatura de terror. Y no es la primera vez, ni mucho menos, pues David Morrell ha dado unos cuantos títulos breves, y algunos largos, al género. Uno de estos últimos es The Totem (1979), que nunca apareció en España, pero sí que se publicó en castellano, en Argentina, con traducción de Alicia Steimberg, en Editorial Sudamericana. Ni siquiera se planteó ningún editor español publicarla cuando Morrell "remasterizó" su novela en 1994 ("edición completa y sin alterar", pues al parecer, la primera versión sufrió los recortes de un riguroso editor). Una pena, la verdad, pues el argumento de la novela tiene muy buena pinta: en un pequeño pueblo de Wyoming, se produce una serie de eventos violentos e inexplicables, que podrían estar relacionados con la aparición de un nuevo virus derivado de la rabia. En mitad del meollo se encuentra el sheriff Slaughter de Potter's Field. (Sí, quizá suene a cosa conocida. Pero si pensamos "Rambo vs. Zombis", la cosa empieza a tener su retorcido encanto...).



De Morrell, en territorio horripilante, tenemos en España algún que otro cuento y la novela corta Naranja de agustia, azul de locura, que se incluyó en el volumen antológico Pesadilla (1989) de Grijalbo. Creo que en alguna otra parte ya he mencionado esta historia, que me pareció magnífica y, por tanto, justa ganadora del Premio Bram Stoker de Novela Corta 1988.


Con Allanadores (Creepers en el original), otro de los Premios Stoker de Morrell, esta vez a Mejor Novela en 2005, me parece que la cosa no está tan clara, y cabe la posibilidad de que el galardón lo recibiera por compromiso, porque tocaba, o más posiblemente, porque la competencia no estaba a la altura. Y no lo digo porque la novela no sea buena; es que, sencillamente, no es muy, muy buena. No es Muerte al alba de Robert McCammon, ni El espectáculo del vampiro de Richard Laymon, ni El silencio de los corderos de Thomas Harris, ni Misery de Stephen King, por mencionar tan sólo un puñado de Stokers a Mejor Novela que, en mi opinión, sí que son muy, muy buenas. (Ahora es cuando escucho por ahí las voces espectrales de algunos buenos amigos que me susurran al oído: "La de Laymon es Laymon imitando a King", eso escucho una y otra vez, y yo grito a todo pulmón, pero sin admiraciones: "King podría haber escrito tres cuartas partes, cuatro quintas partes de El espectáculo del vampiro. Pero jamás habría concebido las últimas treinta, cuarenta páginas, ni en sus más locos sueños. Y si las hubiera concebido, las habría desechado por absurdas". Y es que uno de los súper poderes de Laymon consiste en hacer eso: que lo absurdo suene... no diremos "lógico", pero sí "posible por improbable que parezca").

Excursos aparte, y volviendo a la novela, la traducción de Ana María Nieda es correcta, me parece, y eso es de agradecer. Como en otras obras de Morrell, la narración es fluida (un pasapáginas), y lo que en principio pueden parecer (por ejemplo, que nos peguemos media nvela sin saber nada de los personajes), resulta que son trampas de escritor que Morrell resuelve paulatina y justificadamente, en favor de la obra y del lector.

El argumento es atractivo: un periodista se reúne con un grupo de "espeleólogos urbanos", individuos que visitan edificios abandonados para "cartografiarlos" y "por su interés histórico". Sí, y unos cojones. Unos cojones, porque en verdad, la cuestión de entrar en casas abandonadas es realmente adrenalínica, tal y como cualquiera que haya tenido infancia y adolescencia podrá atestiguar. Es el subidón de lo explícitamente prohibido, lo indudablemente peligroso, al alcance de la mano de los niños. Y de adultos a los que les va la marcha, pero tienen que buscarse una coartada. (Esa es mi opinión, ojo, no lo que cuenta Morrell. O sí. No sé. No importa).

El edificio en cuestión es un hotel construido en 1901 y abandonado a finales de la década de 1960. Y como es lógico, lo que nuestros creepers se van a encontrar en el interior es bastante más adrenalínico de lo que esperaban...

Uno de los problemas de la novela, para servidor, es el de la espectativa que tenía, frente a lo que me he encontrado. No diré nada más al respecto. También, que es una de las obras del subgénero que mi hermano Daniel más odia: el de "gente metida en un túnel y que se pega todo el libro dando vueltas". Pues sí, Allanadores es de ésas, por suerte o por desgracia. Y se ve venir desde el principio. Pero el caso es que funciona y no es un coñazo para nada.

Por lo demás, resulta una experiencia grata y entretenida, como una peli de serie B de la que no esperas nada y resulta que está muy bien. (Que es lo que yo tendría que haber esperado desde el principio, y entonces no me habría quedado con cara de "pues yo pensaba que iba a ser otra cosa").

Existe una segunda novela protagonizada por Frank Balanger, el tipo que se cuela con los allanadores el Hotel Paragon y que, por supuesto, es el personaje principal de la historia. Y cuando caiga en mis manos Juego Mortal (Scavengers, 2007), la leeré con ganas y con las espectativas correctas: serie B, sustos, hostias como panes. Y me gustará.

Y es que, en el fondo, soy muy facilón...


 



sábado, 23 de septiembre de 2023

Mi última novela (Punto Rojo nº618), de Curtis Garland


10 de septiembre de 2023

Duncan Roberts, fallecido en 1973, fue un autor norteamericano de novelas de suspense, policial y crimen sangriento. No se tenía en gran estima, aunque se consideraba un honrado mercenario de la palabra, como sucedía con sus colegas Rory Casper y Shylo Harding, por citar a algunos nombres conocidos. Mientras estaba concluyendo su penúltima novela, Concierto para el asesino, ya durante la fase de corrección, tuvo lugar una serie de acontecimientos en Santa Bárbara, donde residía, y que él mismo recogió en la que sería su obra postrera y testamento literario. La escribió a contrarreloj y quedó, de alguna manera truncada (ocupa apenas 80 páginas). El título de este trabajo autobiográfico era Mi última novela, y esto es lo que Curtis Garland recoge en el nº618 de la colección Punto Rojo de Bruguera (febrero de 1974): el trabajo póstumo de Roberts, y unas cuantas páginas más, esenciales para comprender cómo y por qué un simple escritor se vio envuelto en una sucesión de horripilantes asesinatos de bellas mujeres (solteras, viudas o divorciadas), y cómo aquello le condujo a una muerte prematura, de la que Roberts tuvo constancia desde hora antes de que el fallecimiento tuviese.

Mi última novela es uno de esos artificios literarios, no demasiado usuales en el mundo del bolsilibro (aunque ejemplos hay para el que sepa buscar), y que servidor considera le daban la vida a Juan Gallardo Muñoz: pequeños retos, audaces desafíos formales y de estilo en donde el argumento esencial de la historia de misterio era un tópico de importancia secundaria frente a la pirueta narrativa.

En realidad, estamos ante una variante del asunto de "manuscrito encontrado" que resultaba tan caro a Curtis, como demuestran títulos de la categoría de El manuscrito del Destripador o El fantasma de Baker Street, por citar dos de los más célebres. Mi última novela (que estaba muy, muy lejos de ser la última novela de Curtis Garland) se lee con sumo agrado e interés, e incluye interesantes reflexiones sobre el oficio de escritor:

"Escribir novelas policíacas no es como hacer literatura de la que luego, buena o mala, sube a la lista de los best-sellers. A veces se escribe mejor. Pero una novela-río, pretenciosa y cargada de afectismos, siempre resulta diferente. Al menos, para el público. Y uno vive del público".

"Yo sólo escribía género de intriga, de misterio. Para vivir de ello decentemente no basta con hacer una al año, sino una al mes. Y a veces, ni aun eso".

Al margen, debemos añadir que las historias de "víctima que cuenta su muerte" también son un tópico de la literatura curtisiana: tenemos títulos tan tempranos como Yo fui asesinado (1954), y otros muchos en las más diversas colecciones y géneros, como Yo, el cadáver (1968), Yo fui ahorcado (1970), Después de morir (1971), Después de mi asesinato (1972), ¿Y después de morir...? (1983), o la fantástica y sobrenatural Pacto... ¡después de morir! (1976), que reeditamos en el volumen DOCTORES DE LO OCULTO. La gracia, en las policíacas, es adivinar cuál es el truco, y en muchas ocasiones nos encontramos artilugios como el de Mi última novela.

No deja de ser interesante que la obra que Duncan Roberts acababa de terminar fuera Concierto para el asesino, que bien podría ser cualquiera de los muchos títulos que Juan Gallardo escribió con el leit motif de "crimen y música", y del que hablábamos en nuestra reseña de Melodía asesina.

A todo esto, la ilustración de portada de Miguel García es magnífica.

viernes, 22 de septiembre de 2023

Ya a la venta el número 19 de ULTHAR

Ya está a la venta el nuevo número de ULTHAR, revista de fantasía, ciencia ficción y terror. Echen aquí abajo un vistazo a los contenidos y no dejen de solicitarla por correo, o bien, en su librería de confianza.

 

ULTHAR nº19
Revista de fantasía, ciencia ficción y terror
Varios Autores
Ilustración de Cubierta de Sergio Bleda

Tamaño: 15x23 cm
Cubierta a color, con solapas
Interior: B/N
Alberto López Aroca, Editor; septiembre de 2023
Número de páginas:148


Precio: 14 euros
(gastos de envío incluidos para España)

 
Estos son los contenidos del número 19 de
(ATENCIÓN: algunos de los contenidos podrían cambiar antes de que este número entre en imprenta).

La momia viene a por USTED
por El Editor
 
La mujer-orquídea del lago de Texcoco (novela corta)

La calavera (Más Vampiros en España)
por el Vizconde de Arlincourt

Las primeras nieves
(un caso de Meyer, el fisonomista)  
Un aparecido (relato corto)

Nova Methodus (relato)  
por Ana Colchero

 La cabeza voladora (relato)
Trad. del inglés de Óscar Mariscal

La cabeza voladora (relato corto)
por Fausto Burgos

La bestia escondida (relato corto)
(Trad. del inglés de Adrián Plaza de la Fuente)
 
Terror rural español (artículo)
Incluye: Las beatas de Alcocer
 
(pliego de cordel anónimo, siglo XIX)
 
 Laureles
 (un caso del Detective Solo)
 
Los Santitos (relato)
por Armando Boix
 
El francmasón, los Mendoza y el abandono
de Fresno de Torote (relato)
por Rafael García González

El Fuego de Todos los Santos (relato)
 
La canción del pinar (relato corto)

El tigre del mayor Atkinson (relato)
 
El demonio desconcertado (relato)
(Trad. del inglés de Alberto López Aroca)
 
   Ilustración de portada:


 

Noticias de ayer. El moro vampiro de Tánger

 


 Extraído de La República (Madrid), 27 de marzo de 1890.

 



 

Melodía asesina (Serie Policíaca Top Secret nº16), de Curtis Garland.

 


1 de abril de 2023
 
Esta es una de las muchas novelitas que Juan Gallardo Muñoz dedicó a la música, un tema que se merece un estudio apropiado. Escribió Matando con música (1957), Blues para el muerto (1961), Blues en negro (1964), Jazz caliente (1967), Melodía para el crime" (1968), Crimen en Blues (1969), Microsurco para la muerte (1971), Melodía para el terror (1980), La canción del asesino (1981), Canción de muerte (1987)... y un montón más, que tampoco es cuestión de abrumar.
Respecto a nuestra novela, es una lástima que al final de este desfile de topicazos ochenteros (la obra es de abril de 1985), con un héroe de infinito recursos, a lo Doc Savage, que mete en cintura a las féminas malvadas a base de hostias (es que esas damas son realmente malvadas, y el protagonista no es precisamente un caballero), se le olvide a Curtis algún detallito y recurra a un deus ex machina, tan habitual en los bolsilibros. Lo cual me ha recordado al frustrante y frustrado desenlace de El negro libro del horror, novela de terror del mismo autor que, siempre lo he pensado, merecería diez o doce páginas más. (De hecho, yo diría que esa novela tenía más páginas, y se la cargaron en la imprenta por una cuestión de espacio; el final parece escrito por cualquiera menos por Curtis. Ojalá y en alguna parte se conservara el mecanoscrito original...).
Por lo demás, Melodía asesina es divertidísima. Molan las menciones a Kiss, Iron Maiden, Michael Jackson (y su “Thriller”), Steve Wonder, Kim Karnes… Curtis estaba al día, eso queda claro.

 

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martes, 19 de septiembre de 2023

Noticias de ayer. Causa de hechicería

 


 Extraído de Minerva o El Revisor General, 7 de mayo de 1818.

 

Patrulla 22 (Punto Rojo nº491, septiembre de 1971), de Curtis Garland

 


9 de septiembre de 2023
 
Patrulla 22 (Punto Rojo nº491, septiembre de 1971), de Curtis Garland.
 
He leído esta novelita de Juan Gallardo Muñoz para tomar un respiro de la inmensidad de Whirlwind de James Clavell, que son unas 1.400 páginas en inglés (o más bien, en diversos ingleses… el que haya leído a Clavell sin traducir, sabrá a lo que me refiero) sobre los primeros días de la revolución de Jomeini en Irán, allá por febrero de 1979.
Y he elegido Patrulla 22 porque es un título que, desde que lo conozco, me evocaba Hill Street Blues. Y por lo tanto, a Ed McBain y su serie del Precinto/Comisaría/Distrito 87.
No me he equivocado. No del todo.
 

 
Pienso que Patrulla 22 está inspirada en las lecturas que Curtis debió hacer de McBain, en esos casos truculentos, viscerales, realistas casos del detective Steve Carella y la extensa plantilla de la comisaría. No obstante, esta novela corta no es un “procedural”, sino más bien un “anti-procedural”. Lo que aquí hizo Juan Gallardo fue usar todos los tópicos de ese subgénero de la novela policíaca para subvertirlos, y convertir el relato del devenir de dos patrulleros de a pie en un whodunnit. Así, el argumento es el siguiente: el coche 22 de la Patrulla Volante de Manhattan ha volado por los aires con sus dos patrulleros. Es un atentado en toda regla, y la policía no termina de encontrar motivo o sospechoso alguno. Otros dos patrulleros (un veterano y un activísimo y brillante jovenzuelo) toman el relevo de la nueva Patrulla 22. La sospecha es que es asesinato de sus compañeros tenía que estar relacionado con algunos de los casos en que habían trabajado recientemente. Pero estos patrulleros no se pueden meter en el caso del secuestro de un niño, pues es cosa del FBI; y el problema del Murciélago, el ladrón incendiario, se ha convertido en cosa de la Brigada de Homicidios. Y el tercer caso, el de la Voz, que realiza llamadas obscenas, también está sobrepasando el límite de las amenazas a los hechos. Pero, claro está, eso no va a detener a la Patrulla 22, que tendrá que saltarse las reglas y puentear al capitán de la comisaría, al FBI, a los detectives de homicidios, para investigar por su cuenta… durante sus horas libres. (En ese sentido, el argumento se parece mucho a la segunda novela del Precinto 87, The Mugger, de 1956, que en España fue El atracador).
 
"El atracador", edición en castellano de 1962. ¿La leyó Curtis Garland?
 
Muy divertida vuelta de tuerca, como he dicho, a McBain. Confieso que no he encontrado otras novelas de Curtis protagonizadas por los muchachos del escalafón más bajo de la policía, los que van a pie… o en coche patrulla: casi siempre tenemos detectives privados, o bien de Homicidios, Narcóticos, etc., o bien, investigadores amateurs como periodistas, escritores o el tipo que pasaba por allí en el momento equivocado. Esto hace de Patrulla 22 una novela distinta. Satisfactoria y devorable en una o dos sentadas.

 

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lunes, 18 de septiembre de 2023

Noticias de ayer. La solución al caso del "Animal extraño de Écija".

 

 

Extraído de El Heraldo de Madrid, del día 30 de noviembre de 1928 (seis días después de la publicación original).

Máscara para el crimen (Punto Rojo nº1.161), de Curtis Garland

 


4 de abril de 2023

"Me estaba besando. Su cara, aun dañada, seguía siendo muy bonita. Su cuerpo era una delicia bajo mis manos. Y sus pechos, aun quemados por cigarrillos, seguían siendo firmes y deseables. No le respondí con palabras. No hacía falta. Ella no pedía palabras. Sólo hechos".

Un holocausto de incorrección política y justiciera, narrada por un protagonista (Lyman Kearney, presidiario fugado y carente por completo de escrúpulos) con el que las criadas se turnaban para practicar sexo... cuándo él tenía diez años. (Hay un relato escrito por “Johnnie Farragut”, detective privado, que trata exactamente este mismo tema: el de la criada que abusa de un menor. Farragut es un personaje recurrente creado por Barry Gifford, y aparece en las diversas novelas de la serie sobre Sailor y Lula. El relato que cito está incluido en Wild At Heart (1990), es decir, Corazón Salvaje o La historia de Sailor y Lula, que es la primera de esta imprescindible saga. Farragut tiene publicado otro cuento, un homenaje a The Twilight Zone, que también se encuentra en Wild At Heart. Johnnie es otro de nuestros queridos autores de la Biblioteca de Babel: un detective privado que es escritor de corazón).

El argumento: el preso a la fuga fue sentenciado por error, según él, acusado de asesinar a su esposa, y ha salido de la trena para ajustarles las cuentas a todos los hijos de perra que han conspirado contra él. Joder, cómo los odia. Y, joder, qué pena que hasta entonces hubiera sido un actor famoso de rostro perfectamente reconocible para todo el mundo.

En fin, volviendo a sus enemigos, los que mataron a su señora y lo mandaron al trullo: puede tratarse de su turgentísima cuñada, cuya afición por andar desnuda por su casa no está nada mal; de otras damas (igual de turgentes) que se dedican a la prostitución, la pornografía, etc.; de su exsocio en turbios negocios de la noche; del ex de su difunta mujer... Esto lo lleva por los más tortuosos caminos del crimen, y esto incluye una red de películas para pederastas (protagonizadas por niños y chicanos) y de filmaciones snuff, de las que se habla pero sin mencionar el palabro (y esto, en noviembre de 1984, once años antes de que Amenábar filmara la película Tesis). Pero nuestro hombre es un cabronazo DURO DE LA HOSTIA, que se saldrá con la suya sí o sí.

Juicio sumarísimo: salvo por el final precipitado (con fuegos artificiales y lo que haga falta), todo genial y divertidísimo. No sé qué tomó Juan Gallardo ese día, pero yo quiero probarlo.

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