viernes, 23 de enero de 2015

Sherlock Holmes, ¿censurado en España?

(Esta es una ocasión histórica, pues por primera vez en mi vida, convierto un post publicado en Facebook hace unos minutos en una entrada del blog).


El prostíbulo del terror, de Ricardo Barreiro y Enrique Solano López, es un tebeo pornográfico de Sherlock Holmes, amén de un pastiche mitográfico creativo donde aparecen Jack el Destripador, Mr. Hyde, Freud, etc., etc. Vamos, los de siempre.
Bueno, pues según la reforma del código penal aprobada esta mañana en el Congreso de los Diputados (Y QUE AÚN TENDRÁ QUE REFRENDARSE EN EL SENADO PARA QUE ENTRE EN VIGOR), este tebeo que se encuentra en casa de muchos coleccionistas y aficionados al Maestro de Baker Street, se considerará pornografía infantil. Con todo lo que eso conlleva.

Corto y pego el texto de la LEY (bueno, del proyecto de LEY):
 

"A los efectos de este título se considera pornografía infantil o en cuya elaboración hayan sido utilizados personas con discapacidad necesitadas de especial protección:
1. Todo material que represente de manera visual a un menor o una persona discapacitada necesitada de especial protección participando en una conducta sexualmente explícita, real o simulada.
2. Toda representación de los órganos sexuales de un menor o persona discapacitada necesitada de especial protección con fines principalmente sexuales.
3. Todo material que represente de forma visual a una persona que parezca ser un menor participando en una conducta sexualmente explícita, real o simulada, o cualquier representación de los órganos sexuales de una persona que parezca ser un menor, con fines principalmente sexuales, salvo que la persona que parezca ser un menor resulte tener en realidad dieciocho años o más en el momento de obtenerse las imágenes.
4. Imágenes realistas de un menor participando en una conducta sexualmente explícita o imágenes realistas de los órganos sexuales de un menor, con fines principalmente sexuales".
(Fuente: http://www.jotdown.es/…/pornografia-infantil-en-el-codigo-…/ , que es un artículo de junio de 2013, donde ya se hablaba de esta reforma).


Corto y pego la sinopsis de "El prostíbulo del terror", según aparece en Tebeosfera:

"Tras escapar del incendio que devoró el colegio para señoritas en que vivían, el futuro no se presenta muy prometedor para Lilian y Agatha, dos hermosas jóvenes iniciadas en los poderes mágicos. Sin embargo, el azar las llevará a ser huéspedes del Dr. Jekyll, misterioso caballero y amable anfitrión que oculta una personalidad despiadada. Sometidas mediante una poderosa droga afrodisíaca, las chicas se convertirán en el principal reclamo de un exclusivo burdel que ofrece sadomasoquismo, zoofilia y orgías multitudinarias.
Londres, mientras tanto, se ve aterrorizado por la presencia en sus calles de un enigmático destripador que atiende al nombre de Jack. Un misterio cuya resolución citará en la ciudad a personalidades míticas como Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson, Sherlock Holmes, Albert Einstein, Sigmund Freud o Winston Churchill".
(Fuente: http://www.tebeosfera.com/…/prostibulo_del_terror_el_la_cup…)


Supongo que esto sucederá no sólo con este tebeo de Sherlock Holmes, sino también con V de Vendetta de Alan Moore (y no te cuento el Lost Girls, también de Moore), con el Clic de Milo Manara, Ranxerox de Liberatore, y con otros muchos, muchos, muchos, muchos que llevan editados en España desde hace la tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiira de años...
Supongo, también, que cualquier tebeo que represente, pongamos por caso, a una niñita de 17 años que mantiene relaciones íntimas con un señor de 18 años (con motivo del día del cumpleaños de dicho señor), también tendrá el mismo rango.
Por decir algo...

miércoles, 21 de enero de 2015

Honestidad pastichera (y holmesiana)






La diferencia entre el buen pastiche de Sherlock Holmes y la mera exploitation (explotación) sherlockiana no es tan leve como pueda parecer a primera vista. De hecho, esa diferencia es abismal en su sutileza.

Dicha diferencia se llama “honestidad”, y resulta difícil cuantificarla, esto es, pesarla o contarla. No se puede detectar por un título o por una cubierta (a pesar de que pueden ser una buena pista, a veces son signos engañosos).
La verdad es que sólo se detecta después de haber leído el pastiche. Y se detecta por medio de la intuición. Quizás, podríamos medir la honestidad por la cantidad de tópicos sherlockianos falsos de que hace uso. Aunque esta sería sólo una magnitud de otros muchos raseros personales e intransferibles.
Por ejemplo: un pastiche en el que Watson es, básicamente, estúpido, es un ejemplo de exploitation deshonesta. El autor se ha dedicado a reutilizar la imagen difundida por Nigel Bruce en la serie de películas de la Universal, y que por desgracia se ha perpetuado en el imaginario popular. Nigel Bruce, que junto a Rathbone realizó una larguísima serie de obras radiofónicas sobre Holmes, se lamentaba con amargura de tener que interpretar en el cine a un Watson inepto y tontorrón. En la radio, en esos guiones que escribían Edith Meiser y Anthony Boucher, el doctor Watson de Bruce no era una caricatura de sí mismo. Quizás no fuese el Watson de Conan Doyle, pero recordemos que, a veces, el Watson del Canon tampoco era él mismo del todo. Al menos, en una ocasión, su nombre no era John, sino James, y el mismo doctor no sabía con certeza si en tal mes de tal año estaba soltero, casado o viudo.

La falta de honestidad del pastiche es la falta de honestidad de su autor. Y el autor es poco honesto cuando decide utilizar a un personaje que no es suyo y no se molesta en conocerlo tan bien como a los personajes de creación propia. Esto, para empezar, es una falta de respeto para con el original (para con el personaje y para con su creador, aunque este último importa más bien poco en toda esta diatriba cuando dicho creador desprecia a su personaje y decide que es un buen vehículo comercial al que no cualquiera, pero casi, puede “casar, matar, o lo que usted quiera”). Y también es una garantía de que los lectores juzgarán el pastiche como lo que es: un remedo inferior y que se exhibirá como engendro edificante de lo que no se debe hacer.

Me gustaría aclarar que, si creo en una norma para escribir pastiches sherlockianos (o de cualquier otro tipo), es en esta. Y con ello no quiero decir en ningún momento que todos los pastiches revisionistas, por el mero hecho de ser revisionistas, carezcan de esa necesaria honestidad. Un autor puede convertir a Holmes en vampiro, en vulcaniano o en Jack el Destripador, y estar respetando el espíritu del original. Lo afirmo sin temor a dudas. Puedo citar ejemplos (varios ejemplos) de estos tres casos no hipotéticos que menciono.


De la misma manera, afirmo que un autor puede retratar a Holmes en el 221b de Baker Street, vestido con su deerstalker y su capa Inverness, y cerrar la historia con el consabido “Elemental, querido Watson”, y estar siendo un caradura sin escrúpulos que se ha limitado a tomar una imagen falsa, una frase apócrifa y un par de datos robados de una “fiel biografía” que en realidad no es más que un pastiche honestísimo, muy imaginativo y muy satisfactorio.

Estos son casos reales. Esto sucede todo el tiempo. Y ahora, en un momento en que Holmes y su universo están de moda, mucho más.

La honestidad del pastichero se puede manifestar en situaciones y planteamientos tan distintos como los siguientes:


—Cuando el autor tiene una historia de Sherlock Holmes por contar.

—Cuando el autor tiene una historia cualesquiera que contar, y llega a la conclusión de que Sherlock Holmes y su mundo son el cauce ideal para relatarla como, por ejemplo, símbolos de una época.

—Cuando el autor quiere ponerle las peras al cuarto al doctor Conan Doyle porque no aguanta tal o cual sucesión de tics, errores o descuidos (y aquí entramos en el terreno de la parodia, que puede ser tan honesta como el mejor pastiche. También es este el terreno del revisionismo).

—Cuando el autor desea saber “¿qué habría sucedido si Sherlock Holmes...?” más que cualquier otra cosa en el mundo.

—Y muchas otras.

El autor no es honesto cuando:


—Decide utilizar el nombre de Sherlock Holmes en una historia que podría haber sido de cualquier otro personaje.

—Decide escribir un pastiche sherlockiano porque ahora está de moda y porque el autor cree que tiene unas ventas garantizadas. En este caso, además de poco honesto, este autor es un iluso, pues el lector sherlockiano no se parece en nada al Watson cinematográfico de Nigel Bruce y tiene ojos y oídos en todas partes, como El Fantasma Que Camina.

—Quiere ridiculizar a Sherlock Holmes y, sobre todo, a los aficionados a la figura de Sherlock Holmes.

—Piensa que Sherlock Holmes es una cosa distinta de lo que es —pues la figura de Sherlock Holmes nunca le ha interesado lo más mínimo— y, en consecuencia, lo convierte en otro personaje. (Y aquí no estoy hablando de que alguien convierta a Holmes en vampiro, vulcaniano o Jack el Destripador; sino de que alguien convierta a Holmes en, digamos, Nick Carter, esto es, le robe sus atributos característicos y le otorgue los de algún otro. Si alguien tiene la mala idea de hacer esto último, lo menos que puede hacer es cambiar el nombre de Sherlock Holmes por el de, pongamos azarosamente, Harry Dickson. Esa sí es una solución honesta).



—El autor tampoco es honesto cuando plagia de manera consciente (los plagios inconscientes también existen, y yo no diría que sean deshonestos, sino despistados). Pero esto se puede aplicar a la vida en general, y no sólo a los pastiches holmesianos, a la literatura y a cualquier arte en particular.

—Todas las anteriores juntas. Juro que ese caso existe. Y estoy seguro de que aparecerán nuevos pastiches que habrán de responder a todos y cada uno de estos puntos.

¿Hay pastiches honestos “malos”? Por supuesto, del mismo modo en que en el Canon Sherlockiano hay historias “malas”. No obstante, cualquier historia original del Canon viene avalada por el hecho de ser un relato original y una “Escritura Sagrada”. Así, cualquier pastiche honesto que sea “malo” o “mediocre”, se convierte automáticamente en “simpático” y “cumplidor” cuando tiene el valor de la honestidad. Y yo aplaudo públicamente ese rasgo. El autor de ese pastiche, a falta de mayor destreza o de mejores ideas, merece un reconocimiento: mi deseo de leer más Sherlock Holmes debidos a su pluma. Si el autor es honesto, algo bueno habrá en su pastiche. Y siempre podrá escribir una obra que me gusté más que la anterior. De hecho, eso es lo que suele suceder.

¿Hay pastiches deshonestos “buenos”? Sencilla y rotundamente, no. Quizá, por alguna circunstancia, se los considere una obra literaria importante, relevante o incluso admirable, ¿quién sabe? Pero tengo la certeza de que, como pastiche, no valen dos higas.

Porque no son honestos ni con el lector, ni con Sherlock Holmes.

Ni con ellos mismos.
 

martes, 6 de enero de 2015

Feliz, feliz no-cumpleaños, señor Sherlock Holmes

(Publicado originalmente en la anterior ubicación de esta bitácora, el 6 de enero de 2014).

El Sherlock Holmes del cumpleaños espúreo.
La nada confiable y absolutamente arbitraria Wikipedia en español, cuyos bibliotecarios (con esta palabra se denominan a sí mismos estos redactores de equívocos) hacen y deshacen a su antojo sin más rigor que sus criterios subjetivos, nos dice en la sección “Biografía” de la entrada correspondiente a “Sherlock Holmes”:

Ateniéndonos a las pautas de textos de Doyle, Sherlock Holmes nació el 6 de enero de 1854”.

Y continúa de la siguiente manera:

Su padre era un hacendado inglés y su madre descendía de una estirpe de pintores franceses, entre ellos el ilustre Vernet, primo de su abuela. Tiene dos hermanos: Mycroft, del cuál Sherlock siempre ha dicho que es más listo que él pero que "no posee ninguna ambición ni energía"; lo que Sherlock entiende como un oficio -deducir cosas a partir de minúsculos detalles- Mycroft lo ve como un simple pasatiempo. Trabaja como coordinador general e informador interno de los asuntos del gobierno británico y es miembro ilustre del Club Diógenes. Y Sherrinford, el mayor de los tres, que es rara vez mencionado y conocemos muy poco de él, aunque muchos expertos han confirmado su existencia dado que es muy probable que, dada la época, el primogénito se llamara igual que el padre: Sherrinford”.


Todo este montón de divertidos disparates no canónicos procede, por supuesto, de una misma fuente: el magnífico volumen Sherlock Holmes de Baker Street de William S. Baring-Gould (1962), que no sólo muchos lectores, sino también demasiados autores pasticheros, toman como punto de referencia para realizar sus respectivos trabajos.

No es este el lugar adecuado para explicar de dónde sacó Baring-Gould las diversas informaciones teóricas (hipotéticas y espúreas) acerca de la familia Holmes y su infame tercer hermano (no es “rara vez mencionado”, como dice el wikipedista de turno, sino que ¡jamás aparece en el Canon!). Pero sí nos gustaría explicar de dónde surge la idea de que Sherlock Holmes nació un día 6 de enero (puesto que la aceptada pero inexacta o, al menos, indemostrable fecha de 1854, nace de la afirmación del anónimo narrador de “His Last Bow”, quien afirma que Holmes aparentaba sesenta años en 1914).

El responsable de este pequeño despropósito, que ha obligado a docenas de Irregulares de Baker Street a desplazarse al Algonquin Hotel de New York en una fecha tan problemática como los primeros días de enero de cada año desde 1934, fue el gran estudioso sherlockiano Christopher Morley (uno de los fundadores de los BSI, una organización que, hasta mediados de la década de 1990, sólo admitía miembros de sexo masculino, por si a alguien le interesa saberlo; en respuesta a esta nada sutil discriminación, las damas sherlockianas fundaron el grupo de las Adventuresses of Sherlock Holmes).

La temprana (y peregrina) teoría de Morley venía a decir lo siguiente: a lo largo del Canon, Sherlock Holmes cita a Shakespeare en diversas ocasiones (hasta 14 obras distintas, debemos añadir), pero sólo hay una obra que cite dos veces: Twelfth Night (Noche de Epifanía), que es nuestra Noche de Reyes. Así que, Holmes nació el 6 de enero. Y punto. (Por cierto, que el famoso “The game is afoot” del Maestro, que se ha convertido en leit motiv identificativo y obligatorio en cada pastiche, es en realidad una cita textual de Enrique V, acto III, escena 1ª).

También se da la circunstancia de que Felix, el hermano del señor Morley, nació un 6 de enero. Feliz coincidencia. Y el siempre astuto (y creativo) señor Baring-Gould añadió su granito de arena al argumentar que, al comienzo de El valle del terror (un 7 de enero por la mañana), Sherlock Holmes está “irritable”. ¿Y por qué? Porque la noche anterior tuvo una celebración y tenía resaca. ¿Y cuál pudo ser esa celebración? Adivine el lector qué sugiere Baring-Gould...

Algunos BSI, como el actor Paul Singleton, proponen que se cambie la fecha de dicha celebración por algún día menos problemático (quizá en el mes de mayo, por motivos prácticos), pero la tradición dictada por Morley se sigue a rajatabla. Hasta el punto de que este dato arbitrario se ha perpetuado y aficionados a la figura del Maestro de Baker Street lo celebran y comparten por todo lo ancho y largo del mundo (sobre todo, en Facebook).

En fin...

Sí, es cierto que Sherlock Holmes conocía bien la obra de Shakespeare, y que durante “La aventura de la casa vacía” le dijo al coronel Moran que “Journeys end in lovers’ meeting” (del acto II de Noche de Epifanía). Pero creo que no hay que ser un prodigio de erudición shakespeariana para decir en el momento oportuno, como hizo Holmes en El signo de los cuatro y dirigiéndose al inspector Athelney Jones, “All is well that ends well” (del acto IV de Noche de Epifanía).

O sea, “bien está lo que bien acaba”. 
Sherlock Holmes un día 6 de enero de cualquier año, no celebrando su cumpleaños.