jueves, 30 de noviembre de 2023

Noticias de ayer. La ausencia


 

Extraído de La Voz (Madrid), 5 de diciembre de 1933.

SNUFF 1901

Se considera que las películas snuff son filmaciones de asesinatos, torturas y muertes reales, realizadas con un propósito comercial. Al parecer, la idea del "propósito comercial" es un absurdo, puesto que una cinta donde se grabe un asesinato contendría pruebas más que suficientes para permitir que la ley atrapara al criminal o criminales, lo cual no deja de tener su lógica. Sin embargo, existe otro tipo de grabaciones, concretamente las realizadas por pederastas pedófilos, que indudablemente existen (en contra de todo sentido común y de la más mínima decencia), a las que se puede aplicar el mismo razonamiento lógico. Así que, la inexistencia taxativa de dichos filmes me parece, cuando menos, cuestionable. No me parece que sean como el monstruo del Lago Ness, que si no lo atrapamos o fotografiamos y exhibimos, es porque no existe. Si no hay auténticas cintas snuff, si no se ha encontrado nunca una verdadera, no será por falta de psicópatas dispuestos a rodarlas y de monstruos con dinero suficiente para pagarlas.

Mi intención no es redundar aquí en ejemplos de snuff movies salidos de la ficción, ni hacer un ejercicio de investigación, ni me voy a meter en camisa de once varas sobre este asunto que me repugna especialmente, y que hasta me quita el sueño. No obstante, por poner al lector en el contexto histórico adecuado, es interesante señalar que algunos consideran material snuff dos tempranas filmaciones atribuidas (ojo a la cursiva) al inventor y salvajísimo empresario sin escrúpulos llamado Thomas Alva Edison, la Ejecución de un ahorcado y la Electrocución de un elefante (al parecer, el animal había matado a tres personas), que se remontan a 1903. El verbo inglés snuff significa "apagar una vela de un soplido", y de acuerdo con diversas informaciones de Internet, se puede encontrar el uso figurado de snuff, en el sentido de "matar", en tiempos tan tempranos como 1916, año en que se publica Tarzan and the Jewels of Opar, de Edgar Rice Burroughs, que utiliza dicha palabra en su última acepción.

Tarzan and the Jewels of Opar, 1916.

También, parece que el término se empezó a aplicar a esta clase de esquivas películas a raíz de los asesinatos de Cielo Drive en agosto de 1969, perpetrados por la infame Familia Manson: al parecer, Charles Manson no sólo se las arregla para aparecer periódicamente en mis textos desde 1991, y en los de otros muchos autores, sino que hay quien le adjudica el rodaje de algún que otro crimen (aunque probablemente no con intenciones crematísticas... o sí). Pero este es territorio puramente especulativo.

Que existen filmaciones de muertes por asesinato está fuera de toda duda: no hay más que ver las noticias en la televisión (no sé el lector, pero yo he visto caer a personas desde torres muy altas en directo, en la pantalla...), y esto, sin que tengamos que recurrir a grabaciones realizadas por auténticos asesinos en serie, narcos, mafiosos, terroristas, integristas de cualquier religión, etc. Lo que ya es discutible es si dichas grabaciones, que se pueden encontrar fácilmente en la Red de Redes (esa que todo el mundo lleva en el bolsillo, incluidos los menores de edad, algunos tan jóvenes que aún no saben leer ni hablar), se usan con fines económicos por los medios (diré mejor empresas) de "comunicación" e "información".

Las comillas, las pongo con toda mi mala intención; y que esa clase de empresas que menciono no se dedican a la caridad, sino que realizan su trabajo con ánimo de lucro, lo cual incluye la exhibición de asesinatos reales con la excusa de "informar", es un hecho indiscutible, de esos que se pueden pesar, contar o medir.

Dicho esto, y teniendo en cuenta que, en la actualidad, las películas snuff (repito: asesinatos auténticos grabados con fines comerciales) se consideran una leyenda urbana, invito al lector de estómago duro a que lea la siguiente noticia de ayer, que he extraído del Diario Oficial de Avisos de Madrid, con fecha del 13 de noviembre de 1901.

Tra la nota, que reproduzco tal cual, he añadido un par de aclaraciones y comentarios, que ayudarán a contextualizar el texto.

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El presidente interino que menciona la nota no es otro que Theodore Roosevelt (1858-1919), quien llegó al cargo tras el asesinato del presidente William McKinley, abatido a tiros el 14 de septiembre de 1901. Lo de matar presidentes en los Estados Unidos de América no es una moda que inaugurase JFK, ni mucho menos.

Teddy Roosevelt, aventurero y presidente.

Roosevelt es un personaje que parece salido de la ficción, pues es la figura de un aventurero a la vieja usanza, cazador, explorador, tipo duro que resuelve problemas a puñetazo limpio como si fuera un personaje de Robert E. Howard, Jefe de la Policía de New York, que acaba convertido en el líder supremo de su país gracias a la intervención de un revólver Iver Johnson automático del .32, remoto antecesor del revólver con que asesinaron a Robert Kennedy.

Hay pastiches de Sherlock Holmes donde el Gran Detective conoce a Roosevelt (como el entretenido The Adventure of the Stalwart Companions, de 1978, obra de H. Paul Jeffers) y es uno de los personajes principales de esa magnífica novela de asesinos en serie e investigación que lleva por título El alienista (The Alienist, 1994), de Caleb Carr, en donde aparece por primera vez el médico detective Laszlo Kreizler.

Un pastiche holmesiano con Theodore Roosevelt.
 

El alienista, de Caleb Carr.
 

En territorios cercanos a nuestros negociados, a Roosevelt se le recuerda sobre todo por su relato corto "El Wendigo", que en realidad está extraído del libro The Wilderness Hunter (1893). Se trata de un cuento criptozoológico de terror que, según Roosevelt, contó una cazador llamado Bauman, acerca de un encuentro con una criatura simiesca, bestial, diabólica, que podemos emparentar sin dificultad con el bigfoot, el yeti, y demás abominables hombres de la naturaleza.

Los hechos que recoge nuestra nota del Diario de Avisos se remontan a la cena celebrada en la Casa Blanca el 16 de octubre de 1901, cuando Roosevel invitó a Booker T. Washington, orador y prohombre negro, líder y representante de su comunidad.

Booker T. Washington, orador y líder negro.

Y ya hemos visto cuál fue la reacción de los "negrófobos", como recoge el artículo.

No tengo ni idea de quién sería el empresario que paseó la grabación fonográfica "de ciudad en ciudad", imagino que vendiendo copias del disco de pizarra en cuestión a los buenos americanos blancos temerosos de la ley; pero no me sorprendería que se hubiese convertido, como dice el artículo, en "uno de tantos millonarios". Y que sus descendientes se hayan dedicado también, con gran éxito, a la industria de la comunicación. A fin de cuentas, el asesinato, la tortura y la crueldad siguen siendo buenos negocios, siempre y cuando uno sepa ofrecerlos en sonido de alta fidelidad y con imágenes ilustrativas, explícitas, de calidad, para la pantalla grande o la pequeña.

Y otro día hablaremos de las grabaciones en vinilo que, tradicionalmente, han utilizado ejércitos y servicios de inteligencia para la tortura de prisioneros. Qué admirable capacidad inventiva, la del ser humano. Y qué pena que el meteorito cayera hace 65 millones de años, y no hoy o mañana.

miércoles, 29 de noviembre de 2023

Noticias de ayer. Lluvia de azogue

 


 Extraído de La Esperanza (Madrid), 10 de mayo de 1873.


Sherlock Holmes y la ciencia ficción: en Albacete (octubre de 2019)

 


No hay dos charlas iguales. Eso es un hecho. Incluso cuando se trata de presentaciones de un mismo libro, no hay dos iguales.

En el caso de "Sherlock Holmes y la ciencia ficción", una charla que preparé y realicé con amigos (connoisseurs) hasta en tres ocasiones distintas, hay pruebas de ello, pues pudimos grabar el audio de cada una de ellas.

La primera versión de la charla se realizó en la librería Estudio en Escarlata, el día 26 de julio de 2019, y para esa ocasión conté con José Luis González Martín, Juan Carlos Monroy Gil y el doctor Andrés Peláez Paz. Para la segunda ocasión, estuvimos los mismos ponentes, contertulios, en Getafe, en la librería Vino a por Letras, el 30 de agosto de 2019. En el audio, que subiremos próximamente, se podrá comparar con la primera charla, y descubriremos nuevos detalles sherlockianos y cienciaficcioneros que no se mencionaron antes.

La tercera charla la realizamos en Albacete, el 4 de octubre de 2019, y para ello conté con mis amigos y compañeros de la facción local: Sergio Bleda, Juan García Rodenas y Alfonso Tornero, de modo que las voces, las opiniones, las informaciones y las anécdotas son totalmente distintas a las de las charlas madrileñas.

Para empezar, el entorno fue completamente distinto: no una librería, sino un bar. En concreto, un restaurante temático, El Halcón Milenario ("gastrobar", una denominación que merece pena de cárcel), defenestrado definitivamente por la Plaga de 2020. Hoy, el local es algo así como una sala de fiestas y cumpleaños consagrada al reguetón, y sólo al reguetón. La celebramos allí, en colaboración con mi amigo Javier Lozar, responsable de la Librería Legend, pues su local se iba a quedar pequeño ante la afluencia de las masas holmesianas de Albacete (tal y como sucedió). El salón, que tenía su propia puerta de entrada, estaba adornado con parafernalia de Juego de Tronos, y lo cierto es que resultaba acogedor.

Sergio Bleda no necesita presentación, y los amigos (hermanos) Tornero y García Rodenas son dos de los más grandes narradores que ha dado mi patria chica. Este trío de ases conforma una parte importantísima de mi familia no consanguínea, pues no son sólo amigos y compañeros, sino que también han sido mis formadores, mis críticos, mis profesores. Todos fuimos contertulios y compañeros durante los largos años fanzineros de las décadas de 1990 y 2000 de Albacete.

En fin, aquí tienen la charla, en Ivoox, o cómodamente, un poco más abajo, después de la foto de la mesa de ponentes.

 

Mesa de ponentes: Sergio Bleda, Juan García Rodenas, Alberto López Aroca y Alfonso Tornero.

 

 

El acto y su bello público.

Después del acto, hasta mi señora madre (sentada, en el centro) firmó autógrafos.

Aquel 4 de octubre, Sergio Bleda mostró al público varios originales de las portadas de la revista Ulthar. No se ve todo los días...

Juan García Rodenas, en el momento de desvelar alguna información importante, quizá relacionada con armas de fuego dentro y fuera del Canon Holmesiano.

Sergio Bleda y Juan García Rodenas, en un momento de la charla en que estábamos considerando la teoría del transplante de testículos de mono propuesta por Voronov y su relación con "El problema del hombre que reptaba".
Subrayando, por enésima vez, alguna obviedad que todo el mundo debería saber, e íntimamente relacionada con los testículos de mono.

Grandes revelaciones sobre la vida pública de la rata gigante de Sumatra, extraídas del Magazine of Fantasy & Science Fiction.


Material para la charla. Atención al detalle decimonónico del reloj de cadena, para controlar los tiempos que corrían por aquel entonces.

Las obras que Javier Lozar (librería Legend) puso a la venta aquel día.

El amigo, compañero y contertulio José Mª Carrancio inspecciona la breve biografía del actor victoriano Reginald Kincaid.

Ahora, ahí, se baila reguetón toda la noche.

martes, 28 de noviembre de 2023

Noticias de ayer. Mujeres guerreras

 


 Extraído de Por Esos Mundos (Madrid), 29 de septiembre de 1900.

Noticias de ayer. La literatura fantástica (1928)

Izquierda: la famosa portada de Rafael Penagos, con su también célebre errata en el título del clásico de Conan Doyle. Derecha: la traducción de Ramiro de Maeztu para el diario El Imparcial de la novela más famosa de Wells.

 

Hace poco más de un mes, llamó nuestra atención el artículo de Luis Ardila titulado "Loa y triunfo de la novela de aventuras", publicado en 1931, donde el periodista realizaba una interesantísima y temprana replexión, en clave positiva, del género aventurero en la literatura, y sus practicantes españoles.

El siguiente artículo no es tan ambicioso como el de Ardila, pero no deja de tener cierto interés su conocimiento de la vertiente más fantástica de Conan Doyle y H. G. Wells, así como el uso de ciertos términos: a Doyle lo llama "maestro de lo terrorificante"; y en la sección dedicada a Wells, el anónimo autor de este texto se centra en recalcar las cualidades terroríficas de su obra. Así que, en realidad, pensamos que el autor empezó a escribir el artículo pensando en "fantasía", cuando en realidad quería decir "literatura de terror fantástico". Lo cual, dicho sea de paso, quizá fuera un término demasiado moderno y arriesgado para la España de la década de 1920. Y no deja de ser curioso que, en este contexto, a alguien se le ocurriera meter en el mismo saco El sabueso de los Baskeville y La guerra de los mundos, como pertenecientes a un mismo género o subgénero. ¡Bravo por nuestro desconocido redactor!, quien además, incluye una perfectísima definición de literatura de terror: "toda literatura destinada a procurarnos sensaciones horribles". Se podría poner en un diccionario.

Lo extraemos de la revista Alrededor del Mundo (Madrid), del 24 de noviembre de 1928.

 




lunes, 27 de noviembre de 2023

Noticias de ayer. Un Sherlock Holmes raro

Esta es una noticia de ayer para sherlockianos, antropólogos, hechiceros, criminólogos y coleccionistas de talismanes. Todo a la vez.

Bienvenidos al Reino de Buchongo (o Bushongo). Loores a Mbombo, el Sumo Hacedor Que Nos Vomitó A Todos.


Extraído de la revista Alrededor del Mundo (Madrid), 8 de noviembre de 1911.

Fantasmas (Phantoms, 1983), de Dean R. Koontz

Mi ejemplar de Fantasmas de Koontz.


16 de noviembre de 2023

Koontz otra vez. "El Stephen King para pobres", "mediocre autor de historias de miedo", "el mismo esquema, otra vez", "novela entretenida sin más", "miedo, lo que es miedo, no da", "muy irregular", "nada del otro mundo", "lo mejor es el comienzo", "yo al libro le pondría un 6 o un 7"... Así opinan muchos, muchísimos de los lectores de Koontz, una y otra y otra y otra vez. No entiendo cómo es que vuelven a él. Como decía Richard Laymon: si no te gustan las espinacas, no comas espinacas.

Confieso que a mí, cómo no, Koontz me ha decepcionado en más de una ocasión. Pero también me decepciona Stephen King ("el Dean Koontz para ricos", supongo), y no por eso dejo de desearle cada año que le den un puto Nobel de Literatura que no necesita para absolutamente nada.

Phantoms (marzo de 1983), que aquí tradujo el difunto Hernán Sabaté como Fantasmas en 1988 para la archiconocida y recordada Gran Súper Terror de Martínez Roca, es tan buena, tan brillante, tan redonda, tan divertida, tan terrorífica, tan imprescindible, tan imprevisible, tan original y a la vez tan clásica, tan revisitable, como la mejor de las novelas de (no voy a decir King porque no me da la gana) cualquier otro escritor consagrado al género.

 

La portada original, gestaltista, de Phantoms. No es gran cosa, y recuerda al logotipo de la célebre franquicia de discotecas de los años 80, Penélope.

El 20 de octubre de 2014, la librería Cyberdark, con motivo de los días previos a la festividad de Todos los Santos (y el Día de Difuntos, y la Noche de Halloween y el cumpleaños de Jason Voorhees y lo que sea necesario, oiga, compre, compre, que me los quitan de las manos) me pidió una de esas listas, mutables con el tiempo, que en este caso era la de mis diez libros favoritos de terror, y la publicó en redes "sociales". Se trataba de los siguientes títulos:

El exorcista, William Peter Blatty
Fantasmas, Dean R. Koontz
Cementerio de animales, Stephen King
El caso de Charles Dexter Ward, H.P. Lovecraft
La investigación, Stanislaw Lem
Las noches lúgubres, Alfonso Sastre
Libros sangrientos, Clive Barker
El circo de la familia Pilo, Will Elliot

Entre los comentarios que suscitó esta lista, que mi buen amigo y gran colega Óscar Mariscal aplaudió a rabiar para mi sonrojo (porque a Óscar lo quiero tanto como lo respeto y admiro), destacó la sorpresa y gozo de algunos compañeros por la presencia de Las noches lúgubres de Sastre, desconcierto por la inclusión de La investigación de Lem, el confeso desconocimiento más o menos mayoritario de la obra maestra de Will Elliot, que me descubrió (como tantas otras cosas) mi hermano Daniel... y el desacuerdo de otros colegas, como Carlos Díaz Maroto, que no compartían mi gusto por Koontz, ni siquiera en esta novela, que acaso sea la más comentada y mejor valorada de su producción. Y mira que Koontz tiene carretadas de libros...

 

 

 

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Y ahora, amigos, toca viaje en el tiempo. La próxima parada: cuando los tatanka dominaban la llanura, antes de la llegada del hombre blanco y su palo-que-escupe-fuego, la Edad en que los pacíficos nativos de Al-Basit sólo guerreábamos entre nosotros por naderías gramaticales, literarias, de pinceles de trazo fino y un quíteme usted allá esas comas entre el sujeto y el verbo o saco la siete muelles.

Verán ustedes:

Paquete vacío del extinto tabaco Bisonte, en cajetilla blanda.

Leí Fantasmas, según mis notas privadas, entre el 23 y el 28 de febrero de 1999, en un ejemplar que saqué de la Biblioteca Pública del Estado en Albacete, que imagino ya estará debidamente expurgado y destruido, o bien en manos de algún perverso coleccionista que habrá emigrado de la ciudad para nunca volver a pisarla. Creo que la paseé por el Campus Universitario y por diversas salas de estudio, pero tengo el cristalino recuerdo de leer páginas y páginas mientras tomaba café solo largo y fumaba Bisonte, uno tras otro, en la cafetería Galas (que aún existe, pero ya no tiene mesa de billar y los extractores de humo están apagados, aunque sigue siendo un rincón pintoresco), en el nº15 de la calle Marqués de Villores, a una manzana de donde vivo actualmente. Venía de un radiante principio de año, dos meses de una racha de lecturas excelentes y que me marcaron (esto lo sé porque hoy podría hablar de ellas como si las hubiera leído ayer), entre las que se encontraban el díptico escocés formado por Secuestrado y Catriona de Robert Louis Stevenson; Sherlock Holmes contra Fu Manchú de Cay Van Ash; los tres últimos volúmenes de la serie del Mundo del Río de Philip José Farmer; una relectura de El sabueso de los Baskerville; y dos obras teatrales: la divertidísima e irreverente Óscar y Sherlock de Santiago Moncada, y El cuervo, de Alfonso Sastre, que es una pieza magistral de la fantasía y el terror. (También leí en ese lapso el primer volumen de la serie de capa y espada de Arturo Pérez-Reverte, El capitán Alatriste, que estaba firmada por el escritor y su hija Carlota. Nunca volví con Diego Alatriste. Quizá lo haga algún día. Pero si me das a elegir entre una espada y una Desert Eagle, me quedo con la última... salvo que se trate de la espada de Alan Breck).

 

El Galas, cuando aún tenía billar. Esta imagen no puede ser demasiado antigua...

El cuervo de Alfonso Sastre, en la edición de Escelicer.

Sherlock Holmes contra Fu Manchú, de Cay Van Ash: objeto de coleccionistas, muy codiciado.

Acababa de terminar la obra teatral de Sastre, de escalofrío y extrañas distorsiones temporales, cuando me puse con Fantasmas. Entré a pelo, con un único aviso previo que consistía en haber leído, años atrás, un par de novelas de Koontz: Susurros (Whispers, 1980) y La visión (The Vision, 1977), ambas muy entretenidas, la primera bastante terrorífica y por encima de la media de cualquier escritor, Koontz incluido.
Y Fantasmas me sorbió la sangre y el seso desde las primeras páginas.
 
Susurros: candidata a relectura dentro de un tiempo...

La Visión: un excelente thriller sobrenatural.

La sinopsis es muy sencilla: la población de Snowfield, un pequeño pueblo de montaña, ha desaparecido de la noche a la mañana. Como la tripulación del Mary Celeste en diciembre de 1872, por ejemplo. Y lo que encuentran los primeros visitantes es una sucesión de horrores inexplicables en un repentino pueblo fantasma. (Donde digo "horrores inexplicables", quiero decir "cosas que dan MIEDO". En serio).

Éste es un argumento que está basado en muchos casos reales y todavía sin resolver, como los del del bergantín citado, o los de la famosa colonia americana de Roanoke y la misteriosa palabra CROATOAN que apareció grabada en un árbol. (Sobre Roanoke, Farmer escribió una curiosa novela titulada Dare, de 1974; y el mismo autor afirmaba, en otra obra, que Tarzán estuvo a bordo del Mary Celeste el día en que sucedió lo que sucediera allí. Y si no recuerdo mal, Phileas Fogg y el Capitán Nemo también tuvieron algo que ver con los marineros esfumados, siempre de acuerdo con el mitógrafo creativo de Peoria. Pero otro día hablaremos de estas cosas farmerianas y woldnewtonianas...).

 

Croatoan: la palabra misteriosa es lo único que quedó de la colonia de Roanoke

Dare, de Farmer, en castellano. Una explicación a lo que sucedió en Roanoke.


En el caso de Snowfield, lo que se encuentra escrito (en un espejo) no es la palabra croatoan, sino lo siguiente:

Una pintada que, parafraseando a Sherlock Holmes, "no es el nombre de un célebre criminal, Watson, sino el de un escritor y el título de su libro, el cual está íntimamente relacionado con el caso de la desaparición masiva de Snowfield, un asunto para el que el mundo aún no está preparado".

Cuando pasé la última página y cerré el volumen resobado de la biblioteca, supe que se acababa de leer una de mis novelas favoritas de terror.

 

La edición de Círculo de Lectores de Fantasmas. Es fácilmente encontrable y contiene la traducción de Sabaté. Yo la he regalado unas cuantas veces. Si veo un ejemplar, lo compro, lo guardo, y le doy a alguien una grata sorpresa.
 

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Fantasmas de Koontz es una gran obra, abiertamente lovecraftiana; pero al mismo tiempo, prescinde de las típicas referencias canónicas a las que recurrimos los continuadores de la obra de Lovecraft: en esta novela no tenemos a Cthulhu ni la ciudad sumergida de R'Lyeh, ni existen invocaciones extractadas del Necronomicón de Abdul Al-Hazred, ni andan por ahí los Marsh de Innsmouth. Sin embargo, Koontz juega en el terreno del horror cósmico, ese que muestra al ser humano como una cagadita de ratón frente a todas las cosas aberrantes e inconcebibles que existen en el infinito cosmos y más allá del tiempo y el espacio, ese tipo de horror que surge cuando se nos enseña que las leyes que conocemos (físicas, matemáticas, biológicas) no valen un pimiento en cuanto las sacas del planeta Tierra... y a veces, ni aquí funcionan como deberían cuando intervienen fuerzas extrañas. Y ese pedazo de cabrón que es Koontz se las arregla para que pasemos mucho tiempo considerando si ese "Ancient Enemy", el Enemigo Ancestral, es el mismísimo Diablo, Satanás, El De Los Cuernos, un Pazuzu salido de El exorcista de Blatty, cuando en realidad se trata de una de esas cabronadas que decíamos arriba, un horror cósmico. (De hecho, uno de los detalles que recuerdo con mayor agrado y sorpresa fue el guiño que Koontz hacía a la novela de Blatty, ¡una maravilla!).

Pero es que, por si esto fuera poco, Koontz, joder, se las arregla para explicarnos (de forma que lo entendamos perfectamente) la naturaleza de ese horror y, puesto en harina, nos lo muestra en todo su esplendor, es decir: hace algo que para Lovecraft era inconcebible.

En lugar de susurrarnos al oído la existencia de unos cultistas siniestros que adoran a una deidad maligna e innombrable (por impronunciable), lo que aquí tenemos es a una banda de delincuentes en motocicleta, auténticos psicópatas asesinos en serie y torturadores, cuya principal afición consiste en secuestrar chicas y hacerles eso de "follar y lo que sigue", siendo "lo que sigue" no apto para estómagos como el mío. Así que, sí: aquí sí que vamos a ver la influencia de la entidad demoníaca, con toda la sangre y alambres para atar manos y demás parafernalia. Porque el horror cósmico también puede ser un poco gore.

No voy a seguir más adelante, porque acabaría destripando con mi entusiasmo una novela que merece leerse sin introducciones. De hecho, es una pena que su adaptación cinematográfica, pobre para lo que es el texto original, tuviera tanta difusión y la haya visto hasta el gato. Pero eso es un mal necesario, al parecer.

De Fantasmas, reclutamos para nuestra Biblioteca de Babel a Timothy Flyte y su The Ancient Enemy, un ensayo forteano sobre las desapariciones masivas a lo largo de la historia, que debería penetrar en nuestro plano de realidad YA.

 

Peter O'Toole encarnó a Timothy Flyte en la versión cinematográfica de Fantasmas. Él hizo bien su papel, pero el guión se quedaba corto...

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¿Les importa si hago una pequeña confesión? No he releído Fantasmas desde aquella vez, en 1999. Pero tan sólo de escribir toda esta recensión realizada de pura memorieta, me entran unas ganas locas de volver a las calles vacías, o casi vacías, de Snowfield.

A ver si son tal y como las recuerdo...


sábado, 25 de noviembre de 2023