martes, 30 de julio de 2024

Cuenta atrás (2001), de Gregg Hurwitz

Edición de bolsillo de febrero de 2005 (colección Byblos nº240, Ediciones B). Por desgracia, este es mi ejemplar, que tras la lectura se ha convertido en una baraja. Tendrá que pasar por talleres.

 

28 de julio de 2014

Fuerzas Especiales de los USA. Monstruos. El enigma de otro mundo (Who Goes There?, 1938) de John W. Campbell Jr. en Jurassic Park (1990) de Michael Crichton. Y, cosa rara, ni un solo tiro, cosa que marca una importante diferencia con la película Aliens (1986) de James Cameron.


 Introducción (o excurso inicial)

El estadounidense Gregg Hurwitz (1973) me acaba de demostrar que es alumno, seguidor o imitador (tanto da) de la escuela de Michael Crichton y, por tanto, pertenece a la dinastía de Arthur Conan Doyle y Julio Verne. (Recordemos que Crishton dedicó La amenaza de Andrómeda a Conan Doyle). A Hurwitz se le considera "escritor de novela negra"; estoy seguro de que lo es, y lo voy a comprobar en cuanto tenga ocasión. Pero es que el autor de El mundo perdido (1912) también fue el creador de Sherlock Holmes y de esa incursión temprana en la serie negra (un paso más allá del detectivismo) que es El valle del terror (1914), novela que sirve de prólogo a Cosecha Roja (1927) de Dashiell Hammett, es decir: la inauguración extraoficial del hardboiled. Verne, que escribió Viaje al centro de la Tierra (1864) y creó al profesor Otto Lidenbrock una noche en que soñó el futuro y entrevió las largas barbas de toro asirio del profesor George Edward Challenger (quien, a la sazón, nació en 1863, esto es, el año en que Verne estaba escribiendo la crónica del viaje subterráneo de Lidenbrock), también creó al inspector Fix de Scotland Yard, que siguió por todo el globo terráqueo la (errónea) pista de Phileas Fogg, quien supuestamente había desvalijado el Banco de Inglaterra (La vuelta al mundo en 80 días, 1872); a Karl Dragoch, coordinador de la policía fluvial del Danubio, que se infiltraría en el barco del pescador (y presunto pirata, asesino y ladrón) Ilia Brusch (El piloto del Danubio, póstuma, 1908), y a otros agentes de la ley que, en el fondo, son herederos directos del inspector Javert, el policía francés obsesionado con Jean Valjean (Los miserables, 1862). Verne anticipó el género del thriller judicial, explotado en el siglo XX por John Grisham, con Los hermanos Kipp (1902); e incluso el thriller convencional, al estilo de la saga cinematográfica de La jungla de cristal (Die Hard, cinco entregas desde 1988), con El faro del fin del mundo (redactada en 1901 y publicada en 1905).

 

Un policía francés: el inspector Javert.


 

Viaje al centro de la Tierra: ¿un tecnothriller del siglo XIX?

 

El mundo perdido: ¿otro tecnothriller?

 

Y podríamos seguir así hasta el infinito, pues los géneros de la ficción rara vez nacen puros y libres de influencias, sino que surgen como híbridos: son el fruto de una arquitectura erigida sobre edificaciones más antiguas, e intentar socavar los cimientos originales implicaría destruir la obra actual. En cuanto al hibridaje y las mutaciones (en genética y en literatura), son parte de la evolución: con suerte, tenemos montones de nuevos especímenes, de los cuales sobreviven solamente los más viables, que acaban por reproducirse. Los demás, como aberraciones que son, desaparecen sin dejar huella.

 Fin de la introducción

Una escena de El valle del miedo (1914), un equívoco caso de Sherlock Holmes por donde se desliza el tono hardboiled que estaba a la vuelta de la esquina.


Primera edición de la primera entrega de Cosecha Roja, de Dashiell Hammett.

***

Donde escribo thriller, el lector puede entender aventuras, si así lo desea. Yo lo prefiero, pero el término thriller es más reciente, y se parece mucho al suspense (que, como en Latinoamérica, quizá deberíamos traducir como "suspenso", por mal que suene en España): se supone que el thriller tiene elementos de misterio policíaco, detectivesco, negro, o puede que de espionaje; pero me parece que eso no acaba de definirlo. Me sigo quedando con "aventura", y lo de thriller, para cuando me dé la gana.

 

Edición original de Cuenta atrás (en inglés, por supuesto).

 

Cuenta atrás (Minutes to Burn, 2001), es novela de aventuras contemporánea; novela fantástica (de ciencia ficción), para más inri. Y futurista, pues la tiene lugar seis años después de que se publicara: en este 2007 (que para nosotros ya es una ucronía, ¡paradojas de las etiquetas literarias!), los movimientos de las placas tectónicas han convertido el continente sudamericano en un infierno, y el Ecuador en un lugar inestable política y geológicamente hablando, no demasiado apto para la vida humana, la cual requiere cantidades industriales de crema antisolar para evitar las quemaduras producidas por los imparables rayos ultravioleta. El Ejército de Estados Unidos anda ocupado en Colombia y en otros países adyacentes, en compañía de las fuerzas militares de las Naciones Unidas, y no tiene tiempo para tonterías, como por ejemplo, el pequeño proyecto de investigación científica que pretende colocar balizas GPS en la isla de Sangre de Dios (la más occidental de las Islas Galápagos) para detectar con antelación los continuos movimientos sísmicos. Los científicos tienen que pedir favores a los mandos castrentes de los USA, y lo que consiguen es un pequeño equipo de reservistas de las Fuerzas Especiales, incluido un chalado que sobrevivió a Vietnam y que responde al nombre de Savage.

En principio es una misión sencilla y sin peligro, pero el caso es que, en cuanto llegan a Guayaquil, los gángsters locales (qué pillastres tan rápidos) les roban la munición, que en esos momentos, por allí, es oro puro. Así que, sin armas, se marchan a Sangre de Dios para hacer de niñeras de los bebés científicos. Qué coñazo para las Fuerzas Especiales. Qué aburrimiento.

Peeeeeero... en Sangre de Dios está pasando algo muy feo y muy grande. Tiene que ver con los terremotos, y con cosas muy pequeñitas que han salido del subsuelo de los fondos marinos, y que afectan a otras cosas que llevan mucho tiempo viviendo en la isla: unas líneas más arriba, decía yo que "el hibridaje y las mutaciones son parte de la evolución". Pues eso mismo...

Así, tenemos un escenario cerrado en el que un grupo de personas experimentadas tendrán que hacer frente a una amenaza mortal con las manos desnudas, como en El faro del fin del mundo, como en La jungla de Cristal, como en El enigma de otro mundo.

¿Tengo que decir que me lo he pasado bomba con Cuenta atrás?

 

Sea sensato (no como yo) y busque esta edición en tapa dura de nuestra novela. No se le descuajaringará a las cincuenta páginas.

***

En una entrevista de 2019, Hurwitz decía: "‘There are two things you can’t do in a novel,’ says Hurwitz. ‘You can’t make a gun mistake and you can’t kill a cat, because the gun people and the cat people will come after you. I made a gun mistake 20 years ago and I still get emails about it!’" En román paladín: "Hay dos cosas que no puedes hacer en una novela. No puedes cometer un error con un arma de fuego y no puedes matar al gato, porque la gente de las armas y la gente de los gatos vendrán a por ti. Cometí un error con un arma hace 20 años y ¡todavía recibo correos electrónicos al respecto!"

Simplemente por este simpático comentario, y tras haberme zampado Cuenta atrás, me he convertido en lector continuista (que no necesariamente incondicional) del autor.

 

Gregg Hurwitz, en una imitación casera de la criatura de The Thing de John Carpenter, basada en la maravillosa novela corta de Campbell, Jr.

 

La traducción al castellano de Carolina Isern es competente, aunque le habría venido bien que un corrector serio se trabajase un pelín algunas repeticiones de palabras. Pero no es importante, ni afecta a la lectura.

La edición de bolsillo que he leído se me ha deshecho entre las manos: la goma de la encuadernación se ha secado y el libro, ahora, es una baraja. La ilustración de portada, por cierto, es de mi amigo Alejandro Colucci, en uno de los trabajos más antiguos que le conozco.

 

La goma de la encuadernación se ha quedado rígida y débil tras el paso de 19 años, con consecuencias nefastas para la lectura.

 

Un libro de bolsillo con 19 años de edad. Tengo libros con encuadernación fresada hace 70 años y se pueden leer sin que se quiebre la goma.

 

Y, para finalizar, algunas consideraciones sobre otras obras:

Mientras he estado leyendo Cuenta atrás, he tenido en mente todo el rato una novelita de Curtis Garland, El día de la mantis (La conquista del espacio nº192, abril de 1974), que me consta gustó a pocos, y que para mí es una diversión tan grande como la mantis gigante que aparece en la historia. No hice reseña en su día, y me ha sorprendido ver comentarios de amigos lectores que la ponen a caldo. A mí me parece una obrita maravillosa.



El día de la mantis (1974).

 

La otra novela con la que es imposible no comparar Cuenta atrás es la posterior Henders (Fragment, 2009) de Warren Fahy, que leí en 2015 tras ver la recomendación del gran escritor y amigo, Armando Boix. Henders tiene en común muchísimo con la novela de Hurwitz, pues tiene un planteamiento casi idéntico: militares que escoltan a un grupo de científicos que van a realizar un reality show (¡!) en una isla desconocida. Y lo que encuentran en la isla de Henders, igual que sucede con la isla de Sangre de Dios, tiene mucha hambre y ganas de reproducirse...

 

Henders, trad. de Gerardo di Masso (Planeta, 2010).

 

Fragment (2009), la versión original de Henders.

 

Por supuesto, también la recomiendo fervorosamente a los amantes de estas voluminosas virguerías palomiteras, que mantienen vivo el espíritu de Verne, de Conan Doyle, y del mismísmo King Kong, rey de la isla de la Calavera. 

Y es que, amigos, yo también soy pecador, y bebo de las mismas aguas que todos los demás pecadores, y me aupo a los hombros de los mismos gigantes... tal y como se puede comprobar en el volumen cuya portada reproduzco a continuación, a modo de cerrojazo.

¿Quiere usted vacaciones? Viaje a nuestras islas y disfrutará de una experiencia inolvidable...

 

Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra (2012). Sigue a la venta.

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