miércoles, 3 de julio de 2024

Mala gente (Gibbons y Tozzi nº1, 1988), de Anthony Bruno

Planeta, 1991.


18 de junio de 2024

Quiero una de tiros, una de los buenos contra los malos. Con mucha acción.
Aquí la tiene, son dos euritos.
Y después, pasas tres o cuatro días acordándote de un montón de pelis de los 80; de la tercera temporada de Fargo; de Mickey Spillane; y te preguntas cómo habrían sido Twin Peaks y Expediente X si, en lugar de tener a los agentes Dale Cooper, Fox Mulder y Dana Scully, hubieran tenido a Bert Gibbons y Mike Tozzi. (E imagino que el resultado habría sido algo así como Caza de monstruos de Adam Surray. Placenteros escalofríos de placer).


***

Este ha sido un caso de intuición y, posiblemente, de buena mercadotecnia old style: sin saber ni una palabra de este libro ni del autor, con sólo el cañón del revólver de la portada, el contundente título que no da lugar a equívocos (Mala gente no puede ser Los ricos también lloran), y la tagline ("dos antiguos agentes del FBI se toman la justicia por su mano en una apasionante aventura") me dije: "Joder, esto es para mí".

 

Primera edición de la novela en inglés, 1988.

 

Excurso

Me resultó inquietante el uso del término "aventura" para lo que tenía que ser una novela de serie negra; pero resulta que en los últimos meses le he estado dando vueltas a dicha palabreja y he llegado a conclusiones relevantes (para mí), reveladoras (siempre que se observen mis conclusiones desde cierta perspectiva, con un ángulo extraordinariamente abierto), y muy discutibles, pues estamos hablando de una postura estética que me apetece defender: que la gran mayoría de la producción literaria humana, en materia de narrativa, es aventura; y bajo ese epígrafe incluyo montañas de subgéneros que, a efectos editoriales y académicos, tienen rango de géneros con todas las de la ley distintos del género "aventura".

Según mi hipótesis, Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne es aventura (y ciencia ficción), exactamente igual que Cita con Rama de Arthur C. Clarke. También es aventura El piloto del Danubio de Verne (un poquito de serie negra también es); así, La llave de cristal de Dashiell Hammett es aventura (y serie negra). Y también Congo de Michael Chrichton y El silencio de los corderos de Thomas Harris. En mi concepto hipertrofiado de aventura, deseo incluir los Episodios nacionales de Pérez Galdós, las novelas de terror de Stephen King y Richard Laymon, el realismo, el naturalismo, el romanticismo, el modernismo, y todo lo que se me pase por la cabeza y que no sea ensayo puro y duro, artículo o poesía sin hilo narrativo. Incluso la introspección me parece un género aventurero (y arriesgado). Si Ulysses de James Joyce (que no he leído) es una actualización o adaptación de La Odisea de Homero (que tampoco he leído), entonces Ulysses también es una novela de aventuras. La aventura es viaje, ya sea un paseo por Dublín, ya sea desplazarse del punto A al punto B (o del punto A al punto A, como sucede en La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne), y también es una o varias peripecias juntas. El sustantivo peripecia, que suena a andanzas infantiles, a los Cinco, a los Tres Investigadores, a Riquete el del Copete, a Pulgarcito, a Guillermo el Travieso, significa, de acuerdo con la RAE, "En el drama o en cualquier otra composición análoga, cambio repentino de situación debido a un accidente imprevisto que altera el estado de las cosas", y también, "En la vida real, accidente imprevisto o cambio repentino de situación". Me atrevería a decir que cualquier narración imaginada e imaginable es una peripecia, de acuerdo con esas definiciones. Lo imprevisto es tan propio de la ficción como de la realidad. La ficción es representación de la realidad. La realidad está compuesta de peripecias (en el sentido estricto de la palabra), aunque esas peripecias consistan en aquel día en que el médico me dijo que por desgracia padezco _________... La ficción es representación de peripecias, de imprevistos, de "alteraciones del estado de las cosas", como por ejemplo, lo que le sucede a la chica de La chica de al lado de Jack Ketchum. Las peripecias de la ficción, por disparatadas que sean o parezcan, nos preparan para enfrentarnos a la peripecias de la realidad.

Peripecia. Qué palabra, loado sean Paik-Bhutan, Cthulhu y Uly'qumoos; que resuena como "inocencia" y "juego de niños" y puede ser "perversión" y "juego de adultos".

Fin del excurso


Una edición en rústica, con un blurb infernalmente malo.


Después, procedí al ficticio diálogo que recojo al principio del texto: en realidad, adquirí Mala gente en una tienda virtual por un total de 2 euros (gastos de envío incluidos) y, cuando la recibí, se fue a la pila de los pendientes.

Pasaron las semanas, leí Los cerros de la muerte de Chris Offutt, que me dejó un poco frío (demasiadas espectativas de violencia gratuita que nunca se materializaron), y decidí irme al polo opuesto: coger una novela, de autor desconocido para mí, que tenía pinta de ser violenta, policíaca  y, quizá, entretenida. ¿Expectativas? Cero. Pasar el rato, quizá.

Reto conseguido al 100%. A veces es mejor no esperar nada para encontrar algo.

***

A ver haga, usted memoria: la película es de 1989 y la protagonizaban Gene Hackman y Sylvester Stallone: taquillazo y, años después, una reposición en televisión detrás de otra, por la noche, hasta que cayó en el olvido junto con otras tantas valiosas películas de acción de finales de los 80 y principios de los 90 que contaron con Hackman: Testigo accidental, A la caza del lobo rojo, Bat 21, ¡Arde Mississipi, por favor!, en la que hizo un papel casi idéntico al de nuestra peli. En el filme de Alan Parker era un agente del FBI de la vieja escuela junto a un novato (¡Willem Dafoe!); aquí, Hackman es Cuthbert Gibbons, un hijo de Hoover jubilado al que su nuevo jefe del Bureau (estamos en los 80, ¿de acuerdo?) saca del retiro para que persiga discretamente a un agente renegado: el antiguo compañero de Gibbons, Mike Tozzi, mucho más joven, mucho menos hijo de Hoover. Tozzi es Sylvester Stallone, claro. Tozzi está matando a mafiosos y degenerados a los que él y su compañero no pudieron empapelar en su momento. La prueba de que Tozzi es el responsable consiste en que está firmando los asesinatos: le mete en la boca a las víctimas los mismísimos informes que Tozzi y Gibbons habían redactado para el FBI.

A Gibbons no le queda más remedio que aceptar (por imposición legal, no moral), y empieza a descubrir no sólo la pista de su ex compañero, sino algo bastante más retorcido: resulta que las cinco familias mafiosas de New York han caído por culpa de un consigliere chivato, un tal Varga, que ahora es testigo protegido e ilocalizable. Varga se había encargado de sacarle los ojos y cortarle la cabeza a tres agentes del FBI, infiltrados en las familias. Tozzi fue un infiltrado en la mafia. Varga es un monstruo y todo apunta a que su jugada maestra ha salido bien: quitar de enmedio a las familias y quedarse con el negocio para dirigirlo desde su posición, protegido por el gobierno.

Todo, todo, todo es intolerable. Y la cosa se pone peor para Gibbons y para Tozzi cuando...

Pero seguro que el lector se acuerda del final de la peli, ¿no?

***

Anthony Bruno


Este es el argumento de la novela, que sorprendentemente, jamás se convirtió en película, ni con Hackman y Stallone, ni con nadie. El repugnante Varga tuvo una segunda vida (esto es mitología creativa) como el villano ABSOLUTO de la tercera temporada de la serie televisiva Fargo: o mucho me equivoco, o los responsables de esa producción habían leído esta novela y tomaron prestado el nombre y, si no el aspecto físico, sí el aire mórbido y siniestro que rodean a este monstruo.

 

El respulsivo Varga de la serie Fargo, uno de los mejores villanos de todos los tiempos.


Mala gente (Bad Guys, 1988) es la primera de las seis novelas que Anthony Bruno (1954-2014) dedicó a Gibbons y Tozzi. Todas se titulan Bad Something, sólo ésta vio la luz en castellano, y sólo la última, Bad Apple (1994), tuvo una adaptación, una película para televisión. Bruno trabajó para el cine y, en su web, nos regaló un relato corto. En España, también se tradujo su novelización de la película Seven, de David Fincher.

Es una pena que Bruno no tuviera mayor suerte por estos lares, pero en fin: siempre queda la posibilidad de leer sus novelas en inglés. Yo me lo he pasado bomba con Mala gente. Repetiría (repetiré) con gusto.

¡Menuda aventura!


P. D.: La traducción de Francisco Martín, muy bien, muy competente. De las que ya no se hacen en las grandes editoriales. ¡Bravo!


Contraportada de la edición de Planeta, publicada en 1991.


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