martes, 23 de julio de 2024

Noticias de ayer: Relación del Monstruo de Jerusalén (1789)

La más antigua imagen conocida del Monstruo de Jerusalén, aparecida en un pliego impreso en Madrid en el año 1726, que recogía la relación original.


Un "pliego de cordel" es una publicación que consta, normalmente, de un pliego de papel impreso por las dos caras y que, una vez doblado, nos da un cuadernillo de 8 páginas intonsas. Esta clase de publicación, dirigida al pueblo llano, existió desde el nacimiento de la imprenta hasta bien entrado el siglo XX. Obviamente, eran papeles volanderos baratos, que en muchos casos distribuían ciegos y recitadores itinerantes. El vendedor los exponía sobre un cordel atado a dos palos, o a dos clavos en una pared, en plazas de pueblo o en calles concurridas, y también se podían adquirir directamente en las imprentas que, con el tiempo, se convertirían en librerías. En estos pliegos se publicaban textos en verso y en prosa. Los textos en verso eran habitualmente romances sobre los más diversos asuntos; los textos en prosa eran "relaciones", que es otra forma de llamar al "relato". Las relaciones podían ser, sencillamente, artículos informativos o bien historias ficticias que se hacían pasar por verdaderas, y que sólo los más crédulos tomaban en serio. A veces, las relaciones se convertían en romances, por la vía de anónimos bardos que trabajaban en las imprentas.

Estamos hablando de la forma más antigua de literatura popular impresa. Se conservan muchos de estos pliegos, pero aún más se han perdido, por el mismo motivo por el que se pierden los viejos tebeos, los viejos folletines publicados en prensa, y las novelas baratas: porque se utilizaban como papel en el retrete o para prender el fuego de la chimenea o de la cocina. Su valor cultural es inmenso, pues la enorme variedad de temas que trataban estos pliegos nos permite formarnos una imagen de las personas que consumían este producto, sus intereses, sus filias y fobias, y qué hacían en sus ratos libres. Como ya hemos dicho, había pliegos con noticias recientes de otros países, pero también había romances históricos, humorísticos y escatológicos, así como crónicas de milagros católicos, que entran en el terreno de la fantasía y del terror, en muchos casos. Estaban los pliegos dedicados a la crónica negra, a los crímenes, a los asesinatos, al sensacionalismo más sangriento del que también se aprovecharía la otra opción de ocio de siglos pasados: el teatro. Y por supuesto, había una gran cantidad de pliegos consagrados a la ficción fantástica pura y dura.

El caso del Monstruo de Jerusalén corresponde a esta última vertiente temática. La relación original, hasta donde sabemos, se publicó en 1726 en Madrid, con el grabado que encabeza nuestro texto, que se supone era "fiel retrato de la fiera".

Nuestro monstruo se podría haber quedado ahí y haber desaparecido para siempre, si no fuese porque en 1789, una versión actualizada de la relación (se cambió el años de 1725 por 1788) reapareció por ciencia infusa: este es uno de esos misterios que nos lleva a pensar en nuestra teoría de la ficción inorgánica consciente y sentiente que vive a través de nosotros, se resiste a desaparecer, y no sólo se autoperpetúa en su orma original, sino que engendra descendencia que podríamos denominar "genética", es decir: obras derivadas del original.

Paréntesis

Esto, por supuesto, es únicamente mi explicación al fenómeno de las historias que, periódicamente, resurgen en el imaginario colectivo tras haber desaparecido durante un tiempo. Me gusta pensar en las ficciones en términos de entidades vivas, sentientes, inorgánicas, próximas al mundo metafísico, pero representadas de forma material en nuestra realidad. Para que el lector no me tome por loco que tampoco es algo descartable, diré que esta idea es semejante a las representaciones de objetos matemáticos, como la cinta de Moebius un objeto de dos dimensiones que nosotros representamos en tres dimensiones o el teseracto un objeto de cuatro dimensiones que nosotros representamos en tres dimensiones.

Cerramos paréntesis

 

Una cinta de Moebius: dos dimensiones representadas en tres dimensiones.

Desarrollo para la construcción de un teseracto del tipo hipercubo. Si uno no se maneja bien en la construcción de este tipo de artilugios matemáticos, corre el peligro de abrir una puerta a los "Sabuesos de Tíndalos". ¡Cuidado!


***

A continuación recogemos el caso exacto que acabamos de describir, con una historia engendrada en España y que pronto se trasladó a México.

Así, leemos en la Gazeta de México, del 24 de marzo de 1789:









 

Esto que hemos visto arriba es un periódico recogiendo en sus páginas una relación publicada previamente en un pliego de cordel. Lo curioso del asunto es que alguien, en México, conocía la versión antigua de la historia, y así se comunicó al director. De modo que la Gazeta publicó lo siguiente en su número del 14 de abril de 1789:

 



 Extractemos de la explicación este maravilloso pasaje:
 
"Pero si esta monstruosa Fiera se concibió en los Países imaginarios desde el tiempo que esta Relación dice; si habiendo sido verdadera su existencia, ha resucitado al cabo de sesenta y cinco años; o si después de tanto tiempo ha aparecido otra en todo semejante, parece no corresponder al Autor de esta averiguarlo".

¡Los Países imaginarios! Repito, ¡los Países imaginarios! ¡Por supuesto que este es el lugar de donde proceden todas las historias, todas las ficciones! ¡Los Países imaginarios, como Thule, como Atlantis, como Lemuria, como Jauja...! ¡De ahí procede todo, absolutamente todo lo que vemos y deseamos a nuestro alrededor, de los Países imaginarios a los que el ser humano lleva accediendo desde mucho antes de que se trazara el primer garabato que tenía una correspondencia con algún elemento de la realidad!

En 1726, alguien escucha, oye o inventa una relación que, de repente, desaparece... tan sólo para resurgir sesenta y cinco años después. Y luego... luego se convierte en un romance (mucho más fácil de memorizar, mucho más útil para los recitadores y los ciegos), y sobrevive durante los siguientes siglos hasta nuestros días.

***

En el magnífico y revelador artículo "Monstruos que guardan la casa" de Arturo Martín Criado (Revista de Folklore nº447, pp. 4-19) se abunda, y mucho, en las diversas representaciones gráficas y escultóricas que, desde su "nacimiento", ha tenido el Monstruo de Jerusalén en España, y alcanza hasta un cuenco de loza del primer tercio del siglo XIX, conservado en el Museo de Albacete, y que se convierte en una figura taurina con la leyenda exhortativa "Beber cabrones". Martín Criado, con buen criterio, no menciona en ningún momento al célebre demonio Glasyabolas (Caacrinolas, Glasyalabolas), cuya representación gráfica, francesa, guarda bastante semejanza con el Monstruo de Jerusalén. Personalmente, he utilizado al personaje de Glasyabolas en varias ficciones, unas consagradas a Edmundo Bernal, más conocido como "el Doctor Vudú", y también en un relato más reciente, "El descenso al infierno" (2022).

Miro a Glasyabolas y miro al Monstruo, y veo la misma figura o, al menos, la misma silueta.

 

Arriba: el Monstruo de Jerusalén, en la versión de 1789. Debajo: El demonio Glasyabolas (junto a su sello nobiliario del submundo), en ilustración francesa para la edición de 1863 del Dictionnaire Infernal de Collin de Plancy.


En mi demencia depresiva, y fuera de ella, he querido encontrar al Monstruo de Jerusalén en el Monstruo de Albacete, con el que no paro de toparme desde el año 2020. Si no son uno y el mismo, el segundo es descendiente del primero. Y, por supuesto, ha de tener su propia historia, derivada de la original. Ya saldrá a la luz.

 

El Monstruo de Albacete, tal y como lo encontré por primera vez.

Otro avistamiento del Monstruo de Albacete, esta vez en el retrete de un bar, el TNT. La escatología, el humor y la monstruosidad van siempre cogidas de la mano. Imagen por cortesía de José María Carrancio (enero de 2024).


Un avistamiento del Monstruo de Albacete, en 2024. Se encuentra en la parte derecha de la imagen, en el recuadro superior de marco blanco, camuflado. Fotografía por cortesía de José María Carrancio.

***

Hace algunas noches escuché un revoloteo al otro lado de la ventana de mi despacho. Vi lo que me pareció un murciélago inusualmente grande. Los murciélagos de Albacete y servidor somos viejos amigos y hemos tenido cierta intimidad (no diré amistad), en otra época. Lo que quiero decir es que reconozco un murciélago cuando lo veo, y creo que lo que vi la otra noche no era un pájaro, ni era el búho que vive en el ático y lo mantiene limpio de roedores terrestres (a ese también lo conozco personalmente), pero tampoco un murciélago. Demasiado grande, me temo.

Albacete, 22 de julio de 2024

2 comentarios:

  1. Hola Alberto: muy didáctico y sugerente. Creo que en el TNT hay más moustros que en el delta del Miskatonic. Sus historias están ahí, entre luces y sombras, luchando por darse a conocer en sus propios pliegos de cordel o tranquilamente en las tinieblas. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Son "Los Hijos de las Tinieblas", Adrián. Llevan sus asuntos con discreción. Son una hermandad ancestral, relacionada sólo de forma circunstancial con Los Nueve.

      Eliminar