martes, 9 de julio de 2024

Mágico, sombrío, impenetrable (2014), de Joyce Carol Oates

Edición de Alfaguara, 2015.

8 de julio de 2024

Es casi un delito que, hasta ahora, no me hubiera acercado a la obra de la estadounidense Joyce Carol Oates (nacida en 1938), veteranísima artesana de la narrativa que ha pasado por todos los géneros imaginables, al parecer, con gran éxito. La coletilla habitual es la de "firme candidata al Nobel", pero eso es cosa que a mí ni me compete, ni conozco, ni me afecta. Esto me recuerda al caso de Stephen King, para quien se reclama el Nobel de Literatura cada vez desde más redes sociales, pero sospecho que a la Academia (la sueca y las demás) le importa un bledo las votaciones populares. Bien, pues a fin de cuentas, el Nobel no es un premio a la popularidad si así fuera, se haría una votación más o menos pública con los activistas de turno llevándose el gato al agua, sino un reconocimiento político internacional en el que juega cada vez más la bajada de pantalones y ropa interior ante la demanda de tal o cual país cabizbajo, minorías y micromayorías, deudas históricas, y un montón de cosas que parecen concebidas en una reunión secreta de dones calabreses. Además, también es cierto que la concesión del Nobel de Literatura no parece que sea una garantía de inmortalidad: de los cinco españoles galardonados, dos han caído en el olvido editorial y de los lectores, José Echegaray y Jacinto Benavente; y los otros tres, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela, con el tiempo probablemente sigan el camino de sus ilustres predecesores.

Sea como fuere, Stephen King no necesita un Nobel para nada. Y Joyce Carol Oates tampoco. Puestos a pedir justicia, a cubrir necesidades y a echar una mano económica y un empujón de popularidad, yo lo necesito mucho más que esos dos.

Pero no estamos aquí para hablar de mí y del Nobel, sino de oscuridades internas y externas, y cómo escribirlas.


Joyce Carol Oates.

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Oates se inventa a Roland Marks, un Nobel de Literatura (novelista) perteneciente a nuestra Biblioteca de Babel, en la novela corta Parricidio, que cierra el volumen. La historia está narrada por la sufrida hija de Marks; su padre es un insoportable, mujeriego y ególatra escritor. Parricidio es la última de las cuatro partes en que está dividido el volumen, y resulta una lectura interesante y, como el resto de las historias de Oates, es ambigua y bastante "impenetrable" (no diré "incomprensible", porque no se trata de eso). Con esto quiero decir que Parricidio es una exposición subjetiva de una serie de hechos que conducen a la muerte del autor (esto no es un spoiler, se cuenta en la primera página) y un poquito más allá. No es, en absoluto, un relato de género, sino una historia de relaciones humanas, de seducciones, de imposiciones, de sumisiones y, en última instancia, de masoquismo: una hija que se convierte en la sirvienta (poco menos que esclava) del padre, en pleno siglo XXI, en un contexto educado y civilizado. Y lo de "impenetrable" es porque uno puede pasarse meses dándole vueltas al "final" de la narración y no llegar a ninguna parte, o más bien, llegar a cincuenta conclusiones distintas. En mi opinión, esta novelita es ideal para un club de lectura que no esté interesado en la literatura de imaginación, sino en el realismo contemporáneo, en la psicología y en las personas con trastornos emocionales en general.

Primera edición en inglés, 2014.


Los otros bloques de este volumen están compuestos por relatos de extensión mediana, y la división entre unos y otros, creo, resulta un tanto caprichosa; no obstante, seguro que en la cabeza de Oates la cosa tiene sentido y los textos están relacionados de alguna forma que a mí se me escapa... salvo en lo que se refiere a la tercera parte. Y ni siquiera del todo.

El primer bloque está conformado por cinco relatos sobre asuntos más o menos cotidianos que se inclinan hacia lo extraño y lo siniestro de forma levísima, casi imperceptible: un muchacho que acompaña a su abuela al hospital ("Sexo con una camella", ¡menudo título!); un intento de pareja que, de paseo por el bosque, sufre el asalto de un perrazo ("Mastín"); las contradicciones de una mujer en todo lo que se refiere a su amante (este es bastante inquietante, y se hubiera podido titular "El que espera, desespera", en lugar de "Distancias"); otra pareja irregular o improvisada que se dirige a un estado de los USA donde se pueda abortar para hacer lo propio ("Un libro de mártires); las neurosis (en plural) de la esposa de un profesor de una pequeña universidad, provocadas por la quimioterapia (un cáncer secreto que la protagonista lleva a rastras con resignación y amargura) y el repentino fallecimiento de un prohombre de la institución ("Se ha muerto Stephanos")...

Sin duda, Oates debe conocer de primera mano el ambiente de esas "pequeñas universidades", pues la segunda parte del libro, con tres relatos, se abre de nuevo con esa misma ambientación: el viciado aire de las comunidades académicas en ciudades pequeñas. "El cazador" está narrado por V*** N*** (Violet), una poeta premiada con una estancia en una de esas universidades de medio pelo, justo cuando su padre está ingresado en un hospital, en cuidados paliativos, a la espera de una anunciada e inminente muerte. La historia gira en torno a los remordimientos frente a la responsabilidad por no estar con el padre, al tiempo que Violet comienza una relación improbable (por no decir imposible) con el cazador que da título al cuento: el presidente de la universidad, es decir, un depredador que genera falsas ilusiones en mujeres inocentes como la poeta. (Lo de las "falsas ilusiones" dice mucho más del personaje femenino que del masculino). "Desapariciones" vuelve al tema de la esposa que siente que su marido se le escapa entre los dedos y, de nuevo, tenemos cierta presencia hospitalaria e insinuaciones cancerígenas. "Cosas que quedan atrás, de camino hacia el olvido", título tomado de una fotografía de Paul Strand, está estructurado en capitulillos desordenados cronológicamente, en los cuales se recogen los hechos que llevan a la muerte de la joven Leanda, de veintisiete años, una asiática americana (o filipina americana, como descubrimos en el texto), hija adoptiva de un excéntrico y anciano fotógrafo de éxito, ninguneada por el resto de sus hermanos. Aquí tenemos la figura de la hija convertida en esclava de su padre, incapaz de escapar de él. Es decir: exactamente lo mismo que veremos en la cuarta parte del libro, en Parricidio. Aquí, además del padre, los hermanos y la madre también son responsables del delito de... bueno, de "no amar". (Confieso que, en mi lectura caótica, es el último de los textos que he leído, y a pesar de que Oates fluye bien, me ha costado cierta disciplina terminar de una vez con ese libro. Este relato, además, contiene el novedoso concepto de mirada masculina, según el cual, creo entender, las mujer viven subyugadas por el modo en que los hombres las miran, o bien, el modo en que pasan por encima de algunas de ellas con la vista como si no existieran: muy interesante e innovadora idea que bien puede ser como base para un relato distópico o para un cuento de terror de asesino psicópata).

Con permiso, corro un tupido velo en torno a esta sección.

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La tercera parte, definitivamente, es my cup of tea, con cuatro historias que se adentran en el terreno del horror sobrenatural, el Twilight Zone, y el misterio sin resolver. No los he leído en orden, porque tras zamparme las dos o tres primeras historias del primer bloque, decidí picotear adelante y hacia atrás para ver qué más tenía que ofrecernos Oates en este libro. Estos cuentos eran lo que yo estaba buscando; el resto, ciertamente, están muy bien escritos, pero su interés es, para mí, relativo: como diría Garth Ennis, esos relatos no tienen suficientes helicópteros de combate.

"Santuario al borde la carretera de Forked River, Jersey del Sur" es una revisitación del tópico de la historia del muerto contada por él mismo (más que un tópico, es un subgénero, o incluso una de esas entidades inorgánicas que se auto replican a través de nosotros, y que se empeñan en persistir desde tiempos remotos), aunque con cierto aire lírico que casi, casi, casi entronca con el paganismo y las ecoreligiones que pretenden reivindicar la "adoración de la naturaleza", o de la Madre Tierra, o lo que sea que crean esos visionarios.

 

The Virginia Quarterly Review, volumen 89, nº3, verano de 2013. Incluye el magnífico relato "The Jesters" ("Los payasos") de Joyce Carol Oates.

 

"Los payasos" ("The Jesters", publicado en The Virginia Quarterly Review en el número de verano de 2013) es, con mucho, mi cuento favorito de esta colección. No diré de esta historia más que cumple con varios requisitos, como por ejemplo, la de seguir el consejo de M. R. James de "dar al lector siempre un punto de agarre" que le permita dudar de la naturaleza (o sobrenaturaleza) de lo que te han contado; también es una historia de terror realista moderno, del tipo que Bioy Casares, en 1940, ya despreciaba por predecible en su prólogo a la célebre Antología de la literatura fantástica que perpetró junto a Borges y Silvina Ocampo: estamos hablando del retrato de vida normal en el que irrumpe, como diría Bioy, "el fantasma". (En el prólogo a la edición de 1965, Bioy afirmaba estar avergonzado por muchas de las afirmaciones que vertía en su  introducción previa. De sabios es rectificar; de astutos y ladinos decir que rectificas, pero no el qué exactamente). Esta fórmula, hallada en un libro con una mayoría de relatos sin componente fantástico, funciona aquí espléndidamente y produce el estupor deseado por la autora y, en mi caso, por el lector. (Añadiré que, por motivos personales y vivenciales, esta historia me afecta de un modo muy directo. El lector nunca es imparcial u objetivo, gracias, una vez más, a Paik-Bhutan, Cthulhu y Uly'qmoos).

"Traición" es mi segundo cuento favorito del libro. De nuevo, tenemos un retrato contemporáneo, en este caso, el de un joven y sus dificultades para encontrar trabajo después de los estudios. Pero... las cosas se ponen interesantes para el protagonista, para su familia (y por suerte, para el lector), gracias al interés del joven en los bonobos, esos humanos en miniatura que siguen siendo un tanto misteriosos y siniestros, sin duda por su cercanía con nuestra especie. (Lo último que me esperab encontrar en este libro es un cuento con monos. Todo un hallazgo que recomiendo fervorosamente).

 

Número de Harper's Magazine donde apareció el relato "Lovely, Dark, Deep".

 

El último relato de este bloque es el que da título a la antología: "Magico, sombrío, impenetrable", traducción de José Luis López Muñoz de "Lovely, Dark, Deep", publicado originalmente en el número de noviembre de 2013 de Harper's Magazine. El título es parte del verso de un poema de 1923 de Robert Frost (1874-1963), "Stopping by Woods on a Snowy Evening", y el poeta es personaje y objeto absoluto de la mirada crítica, cáustica, destructiva de Oates. A través de la entrevista de una jovencita al veteranísimo poeta en 1951, la autora machaca la figura del poeta por medio de una serie de preguntas comprometidas de una entrevistadora que, vista con la perspectiva adecuada, es una especie de entidad sobrenatural que posee conocimientos imposibles de la vida íntima de Frost: un poco como si el Diablo que te acusa de soberbia, además, rebusca en la basura y encuentra un buen puñado de nuevos cargos con los que mandarte al Infierno.

Es un cuento muy interesante, sobre todo para los aficionados a la poesía norteamericana; pero mucho me temo que, en España, nos trae al pairo la fama de Robert Frost y sus versos, que sin duda son excelentes. Con la publicación de este relato, Oates se ganó un montón de enemigos, entre ellos los herederos del poeta, y le tiraron piedras por todas partes, por mucho que Oates avisara que "este es un trabajo de ficción basado en investigaciones biográficas y bla bla bla". La verdad es que me importan un bledo todas las acusaciones de racismo, machismo, violencia, etc., que recaen sobre Frost en esta historia, porque a Frost no lo he leído ni lo tengo puesto en ningún altar, ni he puesto su retrato en una diana. Lo que sí destaca con claridad es la inquina que siente Oates por el ilustre poeta, y ella sabrá si hace bien en meterle una paliza a una vaca sagrada literaria de su país. A mí, personalmente, esa parte me resbala; el relato en sí es correcto y me agrada su mala leche. Creo que, en sentido estrictamente de calidad literaria, no habría cambiado nada salvo la notoriedad del cuento debida a la polémica que generó si hubiera puesto "Richard Warm" en lugar de "Robert Frost".

 

El poeta norteamericano Robert Frost.



Y, claro: el cuento sobre Frost sirve como enlace para el cuarto y último bloque del volumen, la novela corta Parricidio, sobre el Nobel ficticio Roland Marks, que es una especie de versión ligera del Frost dibujado por Oates: todos malos padres, malos maridos, malos amantes, malos hombres que no roban ni matan.

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Mi impresión general es que Joyce Carol Oates es una autora que conoce su oficio y, a estas alturas de la vida, se puede permitir el lujo de escribir sobre o contra quien le dé la gana; por ejemplo, contra los poderosos intelectuales varones de la sociedad estadounidense. Siento curiosidad por saber si, en sus novelas, es tan poco sutil a la hora de mostrar sus fobias como aquí. En cualquier caso, me quedo con sus relatos que se aproximan al terror y a la fantasía, pues me parecen más efectivos, mejor acabados, menos ambiguos (y eso que Oates parece tener una fijación con los finales abiertos) y, sencillamente, más de mi gusto. Desapruebo las "venganzas personales" en literatura, aunque seguro que no estoy autorizado moralmente para arrojar esa pedrada ética. Es sorprendente lo infantiles (en el peor sentido de la palabra) podemos llegar a ser las personas, y eso incluye a los escritores. Y es curioso que los éxitos puedan generar tanta o más mezquindad que los fracasos. Está claro que la humildad no es un don característico de los Premios Nobel de Literatura... pero tampoco de los eternos candidatos al premio.

En fin: demasiadas oscuridades con demasiado trasfondo ideológico (sin rozar lo panfletario, creo) para tan poco sentido del humor. Todo lo demás me da igual, en el fondo; pero esto último, la carencia de  humor, es lo que, personalmente, rara vez perdono en literatura. Si Primo Levi es capaz de arrancarme una sonrisa, no sé muy bien qué hace nadie contándome el infierno en vida que es el mundo académico o los hipócritas, mediocres, infinitesimales dramas de las familias de clase media alta.

2 comentarios:

  1. Excelente reseña, información en justa medida para decidir si comprar el libro o no. Gracias por el esfuerzo.

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  2. Muchas gracias por su amabilidad. Insisto en que los dos relatos que me han parecido extraordinarios hacen que todo lo demás merezca la pena...

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