Hace diez años, los amigos de la librería Estudio en Escarlata (Madrid) me pidieron que elaborara una lista de mis siete novelas favoritas. Les entregué el siguiente texto, que estuvo colgado en su web o en su blog durante varios años, aunque ahora el texto ha desaparecido.
Tenga el lector en cuenta que esta lista es, repito, de diez años atrás. Si tuviera que hacerla ahora (y puede la que haga), probablemente sería distinta.
Aunque no demasiado
***
La lista de los 7
por Alberto López Aroca
Asumo que la antigua conseja tópica de
“el libro que te llevarías a una isla desierta” queda descartado para siempre
por motivos lógicos: ¿para qué te vas a llevar sólo un libro, si vas
voluntariamente a una isla desierta por tiempo indefinido? ¿Por qué no mil
libros? Y ya puestos, el DVD y las cartas para jugar al póker con los monos,
las náufragas, o quien se tercie.
Siete libros es ya una cantidad más
respetable (insuficiente todavía), y por ahí se puede tirar del hilo y
desenredar la madeja.
Una cosa más: los títulos de esta lista
son susceptibles de segundas lecturas, sin decepciones ni traumas posteriores.
Sin orden ni concierto:
—La luna de los asesinos, de
Richard Stark (Donald E. Westlake). Es la novela número 16 de la serie de
Parker, el Tarzán urbano creado por Westlake en The Hunter, alias Point
Blank, alias A quemarropa, alias Payback. La mejor de la
serie hasta la fecha, y una de las pocas (tres, si no me equivoco) que se han
traducido a castellano. ¿Por qué los editores pierden el tiempo en Ferias
internacionales cuando las novelas de Parker están inéditas? ¿Eh?
—El mundo perdido, de Arthur Conan
Doyle. El mejor libro de aventurillas, dinosaurios y disparates que se puede
leer (sólo le anda a la zaga Viaje al Centro de la Tierra, de Verne).
Sólo el creador de Sherlock Holmes pudo perfeccionar al profesor Otto
Lidenbrock y convertirlo en el gigante de la barba de toro asirio que vino en
llamarse George Edward Challenger. Nadie debería morir sin haber leído esta
novela.
—La sangre de los King (King
Blood), de Jim Thompson. A mi parecer, la obra maestra del Maestro Thompson,
incluso mejor que 1.280 almas y El asesino dentro de mí. Otra que
tal baila: una sola edición, que yo sepa, en Bruguera, y de eso hace ya no sé
cuántos años. El Far-West visto por Thompson, con indios, vaqueros, y la
violencia más extrema que me haya podido echar nunca a la cara. No me cabe la
menor duda de que el gran Barry Gifford tiene este libro bajo la cabecera y le
echa un vistazo de vez en cuando. Obra maestra.
—Las historias naturales, de Juan
Perucho. La mejor obra del difunto escritor catalán es esta novela de vampiros,
ambientada durante las guerras carlistas, y que desprende ciertos aires
vernianos. Único en su especie, y por supuesto, obligatorio.
—El siciliano, de Mario Puzo. ¿Es
un biopic, o un monumento a la Historia de la Mafia Siciliana? Y lo que es más,
¿importa? Si Puzo se superó a sí mismo alguna vez, fue con esta Vida de
Salvatore Giuliano, o como dice mi padre, “El Robin Hood Siciliano”. Lo diré
una sola vez: mejor que El Padrino.
—A Feast
Unknown, de Philip José Farmer. Por desgracia,
esta novela sigue inédita en nuestro país. Por desgracia, forma parte de una
serie más larga que el señor Farmer, de Peoria, Illinois, nunca concluyó
(aunque todavía está a tiempo). Por desgracia, la crítica ha enterrado esta
obra entre la prolija producción de Farmer. Por desgracia, a muchos puretas no
les hizo gracia enterarse del tamaño de los penes de Tarzán y Doc Savage. Una novela
excepcional, y más que recomendable.
—La llave de cristal, de Dashiell
Hammett. Vamos a ver, vamos a ver, la clásica discusión: ¿cuál es la mejor obra
de Hammett? Yo me quedo con esta, y no porque los hermanos Cohen la fusilaran
vilmente en esa obra maestra que es Muerte entre las flores —sin
acreditar el original, claro—, sino porque me da la gana.
—La piedra lunar, de Wilkie
Collins. Cuando Sherlock Holmes puso a caldo a Dupin y Lecocq en Estudio en
Escarlata, se olvidó del Sargento Cuff... o bien, no lo consideraba un
chapucero. Esta novela del amiguete de juergas de Charles Dickens es una de
esas joyas de la literatura con las que, tarde o temprano, inevitablemente, uno
se ha de encontrar.
Creo que he contado mal: esto son ocho
libros. Y eso que no he mencionado El sabueso de los Baskerville, Las
Memorias de Maigret, Drácula, Los Tres Impostores, Amadís
de Gaula, Novecientas Abuelas, La investigación del difunto
Stanislaw Lem, y ni un solo tocho de Stephen King.
Otra vez será.
(Publicado originalmente en la web de la librería
Estudio en Escarlata en julio de 2006)
***
COMPRE OBRAS DE ALBERTO LÓPEZ AROCA
No hay comentarios:
Publicar un comentario