viernes, 6 de octubre de 2023

Ojo con el Sordo (87th Precinct nº27), de Ed McBain


25 de septiembre de 2023

Esta es la novela que enamoró a Andreu Martín cuando la leyó en la colección Los Libros de la Frontera, editada por José Batlló, con el título de Mucho cuidado con el Sordo (1975). La edición que he leído yo cuenta con la misma traducción de Cristina Andreu, muy competente y correcta, pero plagada de erratas que no sé si encontrará en la versión original de Batlló.


Let's Hear It From the Deaf Man (1973) es la novela nº27 de la Comisaría 87 de Isola, y se publica en un momento en que los malos tragos y peripecias de los detectives Carella, Kling, Meyer y el resto de la plantilla ya están más que consolidados. De hecho, los Muchachos (llamémoslos así por conveniencia) ya se han acostumbrado a las periódicas reapariciones del Sordo, el genio criminal al que habían conocido en The Heckler (1961) y más tarde en Fuzz (1968).

De nuevo tenemos un complejo plan magistral del Sordo para robar 500.000 dólares de un banco y, de paso, humillar a los agentes de la 87. Tanto el teniente de detectives Peter Byrnes como Meyer Meyer consideran que, justo ahora, "no necesitan" al Sordo. De hecho, ¿quién lo necesita, maldita sea? Byrnes no. Meyer tampoco. Sin embargo, el detective Steve Carella, que recibió un disparo del malhechor y, con el tiempo, le devolvió el tiro, empieza a considerar que el Sordo y él son "casi viejos amigos". A fin de cuentas, aunque tan sólo se han visto en persona un par de veces, ha sido para dispararse mutuamente, y están empatados. Quizá Carella sí que necesite al Sordo y sus absurdos (pero brillantísimos) planes maquiavélicos.

El detective Bert Kling se encarga del caso del limpísimo ladrón de pisos que no rompe puertas ni cerraduras, pero deja como compensación por sus robos un gatito. Enternecedor y muy siniestro. Durante el transcurso de la investigación, Kling conocerá, por enésima vez, el amor y a su futura esposa.

¡Ah! Y también está "El Caso de Jesús", como lo llaman en comisaría: un individuo sin identificar ha aparecido clavado y crucificado en la pared de un edificio sucio y abandonado. La única pista, a falta de la identificación del cadáver: una destrozada zapatilla deportiva de un pie izquierdo.

Así, asistiremos de forma simultánea a los interrogatorios de varios moteros psicópatas, strippers que ya no están en la edad de subirse a la barra pero lo siguen haciendo, hippies, bellas y jóvenes modelos, escultores bohemios, porteros, cerrajeros, patrulleros y otras gentes de mal vivir.

De especial interés me parece el capítulo 10, un excurso de McBain escrito en presente, donde hace el retrato de la ciudad durante un domingo, con el leit motif de "¿Cómo podrías odiar esta ciudad?", que es absolutamente maravilloso y estremecedor, y debería leerse y estudiarse en cualquier carrera. Qué coño, debería leerlo todo el mundo. Es un paseo digno del Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara, que podía ver y mostrar lo que sucede bajo el techo de las casas, un súper poder del que se haría eco el doctor John H. Watson en, si no recuerdo mal, El signo de los cuatro (1887), cuando Sherlock Holmes hablaba de la "aparente normalidad de los ciudadanos", y de lo que podríamos contemplar si fuéramos capaces de mirar, a vista de águila, a través de los tejados. De acuerdo con Holmes, la ciudad (Londres, pero podría ser Isola, o el Madrid de Zaquiel) oculta en su seno toda clase de horrores cotidianos y enormes cantidades de desesperación.


Y aún así, no podremos odiar esta ciudad. Esta ciudad que es todas las grandes ciudades.



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