miércoles, 11 de octubre de 2023

Ritual de la sangre (87th Precinct nº14), de Ed McBain

 


27 de septiembre de 2023

Sí: sigo leyendo a Ed McBain como si no hubiera un mañana. Y en total y absoluto desorden cronológico, pues recordemos: servidor es el tipo que empezó a leerse Watchmen, allá por el verano de 1987, por el número 6 (sí, el de Rorschach y el perro y el psiquíatra y "yo no estoy encerrado aquí con vosotros; vosotros estáis encerrados aquí conmigo").


Lady, Lady, I Did It es la novela número 14 de la Comisaría 87 de Isola, y se publicó en 1960. Si tenemos en cuenta que la primera de la serie (yo aún no la he leído, ¿ven lo que quería decir más arriba?) apareció en 1956, concluiremos que McBain era un tipo prolífico y que su idea de relatar el día a día de los dieciséis detectives y ciento ochenta y siete patrulleros del distrito no sólo estaba funcionando bien (hablando en términos comerciales), sino que él mismo se sentía cómodo mientras la escribía.

Esto último lo pienso por la indiscutible calidad de las novelas y la cantidad de recursos que utiliza en ellas de forma impecable. No me refiero a las diversas tramas entrecruzadas y a la cercanía (y por tanto, realidad) de sus personajes, sino técnicas literarias más o menos caprichosas con las que McBain nos lleva de la mano adonde le sale de las narices, sin que le tiemble el pulso. Sí, hay informes policiales, periciales, fichas de delincuentes, notas de periódicos... pero la canónica narración en tercera persona y pasado se va a paseo de vez en cuando, y el autor le habla en segunda persona a USTED, el lector que, por ejemplo, de repente es un cadáver y, por tanto, NO TIENE DERECHOS. O cuando narra en presente los días o las horas o la estación del año en La Ciudad. O ese momento en que un personaje rememora mejores tiempos, y McBain se marca un corta y pega de alguna novela anterior, y nosotros lo leemos con total naturalidad y pensamos: "Es verdad, esto le sucedió así a Bert Kling, sin duda... ¿Es que lo habré leído en alguna parte?"


El título original de esta novela hace referencia a una especie de broma infantil que aparece en la novela, y que quizá aún sea popular en los Estados Unidos; por lo demás, el título en castellano de la edición que he leído, Ritual de la sangre, en traducción de 1989  del escritor argentino Elvio Gandolfo, también viene al caso y es uno de los temas o ideas o imágenes recurrentes de esta emocionante, trágica, tristísima obra, en la que tenemos pocas posibilidades de echarnos unas risas.

¿De qué va la novela? De un único caso: el de un asesinato en masa cometido en una librería. Cuatro cadáveres y un único criminal. Y por desgracia, una de las víctimas es la prometida de un detective de la 87. Lo cual significa, como bien explica McBain, que desde ese momento todos los agentes, hasta el último patrullero, siguen haciendo su trabajo con la efectividad de siempre, como en cualquier otro momento... pero en realidad, todos ellos lo hacen de forma automática, sin demasiado interés, porque en realidad están centrados en escuchar, olizquear, registrar, remover, y sacudir lo que haga falta para encontrar al culpable.

Todos.

Y los principales detectives encargados del caso tendrán que abrir muchos "armarios", como siempre hacen durante los casos de homicidio, y en esos "armarios" siempre hay esqueletos. Incluso en el "armario" de la joven e intachable novia de un poli, a la que conocemos desde hace ¿doce, trece novelas? Uf...


El escritor Miguel Agustí, el hombre que inventó la palabra "pitufos" para referirse a los "schtroumpfs" de Peyo, escribe un prólogo que, lo confieso, me he saltado para evitar que me destripe la historia. Hice lo mismo con los prólogos de Andreu Martín, y no iba a hacer menos con esta (más o menos) cuidada edición de B, en la colección Biblioteca Ed McBain, con cubierta de Chichoni. Agustí empieza el prólogo dándole una buena paliza a Hill Street Blues y a la televisión en general. Y por mi parte, a la tele le pueden prender fuego, pero por favor, no me toquen Hill Street, que me cabreo. Con todo mi cariño hacia Agustí, que me parece un profesional como la copa de un pino, y que merecería mayor reconocimiento del que tiene.

Qué tipografía enorme, maravillosa, se utilizó para esta edición, y qué birria minúscula que era, es y será siempre la tipografía utilizada por los responsables de la mexicana Editorial Diana, que publicó a McBain en castellano antes que nadie. Hoy, precisamente, me ha llegado por correo un ejemplar del nº232 de la colección Caimán de Diana, titulado Yo soy el culpable, y que es la primera traducción de Lady, Lady, I Did It, realizada en 1962 por René Cárdenas B.


Con todo y con eso, las portadas de Caimán le dan cien vueltas a las de las ediciones españolas, posiblemente por su proximidad en el tiempo con las ediciones originales: ilustraciones de cubierta pintadas a mano y con el aire de las célebres Gold Medal y otras colecciones de paperbacks (libros de bolsillo), herederas de los primitivos pulp magazines. Las prefiero un millón de veces a las cubiertas con una fotografía de agencia, o a ciertos disparates artificiales (y poco inteligentes) que se están perpetrando hoy.

Pero ese es otro jardín bien distinto, y lo dejaremos para otra ocasión. O para nunca. Es mejor no perder el tiempo.

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