jueves, 24 de agosto de 2023

Al este de la desolación, de Jack Higgins


"Vaya una forma de ocurrir las cosas. Auténtica serie B: no queremos algo bueno, queremos algo para el próximo lunes".

Jack Desforge (actor de capa caída), en Al este de la desolación

 

Si hace unos días hablaba de una novela prácticamente bolsilibresca de Higgins (brevísima, repleta de topicazos, muy entretenida), hoy entro con lo que a mí me ha parecido una rareza, titulada Al este de la desolación (East of Desolation, 1968).

Confieso que esperaba uno de esos tour de force a los que el autor me tiene acostumbrado (Ha llegado el águila, El confesionario, La noche del zorro, Exocet, Temporada en el infierno...), e incluso el texto de la contraportada parecía indicarlo: gran aventura entre los hielos de Groenlandia, un avión siniestrado, acción, un aviador llamado Joe Martin como protagonista, mujeres fatales... Y el caso es que sí, que todo eso está ahí. Pero no se encuentra hasta pasadas las 100 primeras páginas de las 250 que componen esta novela. Esas primeras 100 páginas podrían ser puro relleno, sí, pero... me las leí del tirón. Al principio, nos encontramos con una extraña pesadilla recurrente del protagonista, y luego conocemos a un actor veterano en horas bajas que anda jugando al cazador de osos por el Círculo Ártico, a otro aviador (un jovencito que vive para meterse en la cama con cualquier cosa que lleve faldas), y mucha ambientación, presentación de personajes que hacen cosas normales (beber; trabajar; emborracharse; beber; hablar del tiempo todo el rato, pues el tiempo es muy importante en esas latitudes; intentar meter a alguien en la cama), y nada que nos lleve a pensar que "cuando menos te lo esperes, se va a desencadenar la de Dios es Madre".


Y la verdad es que eso no llega a suceder en ningún momento, ni siquiera en la parte final, donde salen a la luz todos los misterios y secretos que guardan los personajes; ni siquiera se lía demasiado parda cuando el ex-Raf con cara de sádico empieza a mostrarse como lo que es (un asesino profesional), ni con la pelea de bar contra los marinos portugueses encabezados por un hombre monstruoso llamado Da Gama, ni con la visita al viejo chalado que se cree vikingo, ni con la presencia de la viuda del aviador muerto en un misterioso siniestro...

En serio, me ha parecido una historia muy extraña, con una construcción curiosa (sí, es lineal, pero...) y bastante atípica para lo que suele ser Jack Higgins. Está claro que, en el terreno literario, siempre se pisa terreno resbaladizo y no hay que dar nada por sentado.

Muy recomendable, no para los fanes habituales de Jack Higgins (que ya se la sabrán de memoria), sino para los que busquen un mecanismo de relojería que, en apariencia, no funciona... pero el caso es que sí.


(Tanto me gusta Jack Higgins, tan buen escritor me parece, tanto me entretiene y tanto se lo agradezco, que ahora estoy con otra de sus viejas novelas de aviadores: The Last Place God Made, de 1971. Esta sí que va al grano).




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