miércoles, 5 de junio de 2024

Por mis pecados (junio de 2024), de Frank Farrell

 


 

3 de junio de 2024

Por mis pecados es una de esas brevísimas novelas cortas (o relatos largos) a los que sólo se puede acceder por medio de contactos privilegiados de las cloacas literarias. Por si alguien tiene alguna duda: el Parnaso está ubicado en el alcantarillado público, en una confluencia de túneles en donde desemboca toda la inmundicia que nadie quiere. Ya hemos contado por aquí el destino final de los pliegos de cordel que existieron entre los siglos XV y XIX (y XX, en algunos casos), los cuales acabaron en su mayoría usados como papel higiénico: encontrar ejemplares de estos viejos romances y papeles volanderos es, hoy día, materia de especialistas e investigadores con pocos escrúpulos y un buen sistema inmunológico.

El autor de Por mis pecados, historia reminiscente de la universalmente famosa "La pata de mono" de W. W. Jacobs (1902) y sus múltiples variaciones en el territorio de la literatura de imaginación ("Botón, botón" de Richard Matheson; "Sé lo que necesitas" y la novela La tienda de Stephen King, etc., etc.), en realidad afirma haberse inspirado en el relato "Ten cuidado con lo que deseas" de la escritora mexicana Ana Colchero -aparecido en ULTHAR nº7 (2018)-, a quien dedica la historia. Cómo llegó el texto de Colchero a manos de Frank Farrell, es un misterio.

 

Ilustración original de Maurice Greiffenhagen para "The Monkey's Paw" (1902), una de las más célebres y terroríficas historias de "deseos concedidos".

 

Farrell (o quizá deberíamos hablar de su traductor al castellano, Francisco Javier Herreros Roldán) propone una competente variación del tópico con que Colchero tituló su relato de criaturas humanamente inhumanas que viven entre nosotros, como una sociedad paralela que se engarza con la nuestra en ciertas ocasiones, casi siempre para hacer el Mal (algo que no sorprenderá a los lectores habituales de Ana Colchero). Claro está, la tradición de los "procuradores de deseos" se remonta en el tiempo a la literatura oral, a los djinns (genios) de Las Mil y Una Noches, a las supersticiones astrológicas y astronómicas de las estrellas fugaces (When You Wish Upor A Star...), y a montones de juegos y tradiciones de hechicería infantil pagana que aún pervive en la actualidad como herencia de tiempos precristianos, gracias a los dioses.

 



En el caso del cuento de Farrell, no tenemos pata de mono mágica, ni caja con botón misterioso, aunque sí una especie de hada madrina en forma de uno de esos anuncios que encontramos en los parabrisas de los coches, en los que un supuesto profesor o doctor de impronunciable nombre africano asegura que puede curar el mal de ojo, el mal de amores, cualquier enfermedad, y obra otros muchos prodigios y milagros dignos del maravilloso (y un tanto siniestro) Circo del Dr. Lao de Charles G. Finney, que es una de las mejores novelas de todos los tiempos, fantástica o no fantástica.

 



Quizá este sea uno de los puntos fuertes de nuestro oscuro, cínico, relato de humor negro, y un final más o menos esperable y un tanto anticlimático (precedido de un derroche de recursos sobrenaturales), y que, por supuesto, no es del todo el fin de la historia, pues hay una coda antes del verdadero punto final.

Un invididuo llamado Buenaventura, gris y un tanto mezquino y no demasiado brillante en ningún ámbito (incluido el intelectual), recurre a unos de esos brujos africanos por medio del teléfono móvil y, a cambio del abono de un euro por bizun, sus deseos se harán realidad. Y como en toda historia de deseos, las cosas no resultan como sería deseable.

Hasta ahí, la historia es vieja conocida. Pero está escrita con cierta prolijidad que no resulta pesada, incluso es fluida precisamente por esa combinación de latinajos culteranos y citas de Apocalypse Now que le dan vidilla y permiten que los mundanos deseos (las fantásticas desgracias) del señor Buenaventura mantengan nuestro interés a lo largo de la narración. A todo el mundo le gusta leer sobre los males ajenos, la podredumbre, la miseria física y espiritual, el descenso a los infiernos, sobre todo si encontramos algún que otro retruécano y tirabuzón a la izquierda, como sucede en esta noveleta, que no llega a la extensión de nuestas entrañables y admiradas novelas de a duro. Por mis pecados da lo que promete y, una vez pasado por la mano de un editor o corrector, sin duda será un texto que uno podría encontrar en cualquier vieja revista o antología de cuentos de miedo. De las que ya no se hacen, quiero decir: con sentido del humor y sin mojigaterías.

 


Quedamos a la espera de una futura edición revisada, cosa que solicitamos al traductor y (presumible) agente literario de Farrell en España, F. J. Herreros.

En cuanto a los interesados en acceder a esta obrita, me remito a nuestro primer párrafo: hay que descender a los subterráneos donde las ratas campan a sus anchas para conseguir un ejemplar de esta primera edición, privadísima y no venal, distribuida exclusivamente entre los miembros del Club de lectura de terror y otros géneros de la Biblioteca Pública de Albacete y, quizá, en alguna otra logia de lectores extremos y adoradores del gran Cthulhu, que duerme plácidamente en R'Lyeh...

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